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TODOS GANARON

Semana
6 de julio de 1998

Estas son las mejores elecciones posibles porque nadie tiene la menor idea de lo que está pasando ni de lo que va a pasar. Lo impredecible deja flotando en el ambiente la sensación de que la decisión final está en manos de todos, es decir, de cualquiera de los colombianos que a esta hora se preguntan: ¿y quién diablos irá a ganar?
Esa duda política y los temores derivados de ella se vieron reflejados en los análisis que sobre los resultados de la primera vuelta han hecho la mayoría de los observadores de los medios de comunicación y los grandes cacaos de las campañas.
Por ejemplo: todo aquel periodista que tituló el resultado como empate técnico es, sin lugar a dudas, un pastranista asustado. En la primera vuelta no hubo ningún empate técnico, entre otras cosas porque los empates técnicos sólo pueden ocurrir en las encuestas, que manejan informaciones con cierto margen de error. En las elecciones el que gana por un voto es el ganador, y el que pierde por la misma cantidad es el perdedor. Lo demás es un ocultamiento ingenuo de la realidad.
Lo mismo le pasa a quien dijo que Pastrana había ganado porque sumados los votos de Noemí a los de Andrés acumulaban una cifra que superaba por mucho los votos de Serpa. Y que como Noemí y Andrés eran ambos anticontinuistas la ecuación apuntaba hacia la victoria. ¡Carreta! El único análisis válido que se le puede hacer a la votación de Noemí es el de que recoge a los colombianos que están en desacuerdo con Serpa y Pastrana al mismo tiempo o, al menos, con lo que ellos significan. Lo que hagan esos casi tres millones de colombianos en la segunda vuelta es un asunto que merece un análisis político más profundo que esos comentarios que tienen el nivel de un rumor de té canasta.
Serpa ganó, y por lo tanto va ganando. Y seguirá ganando hasta el día de la segunda vuelta, sin importar quién diga lo contrario, incluidas las encuestas. No porque yo crea que las encuestas fallaron, que no lo creo, sino porque la opinión pública se ha vuelto tan volátil en materia política que cuando las encuestas registran un estado de ánimo la gente ya ha tomado la decisión contraria.
A mi juicio el primer impulso de un votante por Noemí es el de votar en blanco en la siguiente ronda. Y es lógico: la razón por la cual depositó su voto fue la de marcar una actitud de tercería frente a la desgastada política bipolar de los viejos partidos tradicionales; luego no es tan claro que al día siguiente esos tres millones de escépticos hayan resuelto irse para allá o para acá. Esa actitud decidida de antemano de votar por Noemí en la primera y por Andrés o Serpa en la segunda, tipo ex presidente López, corresponde más a gente metida muy adentro en el tema de la política mecánica y sus cálculos futuristas.
Otro tema en el que creo que se ha fallado mucho es en el de creer que el liberalismo llegó al tope de sus votos y que no puede arañar la franja de opinión. Ese análisis corresponde a electores de estrato alto en ciudades grandes, pero no a las grandes masas LIberales o no que ponen también un reguero de votos significativo. Para ellos es difícil resistirse a la seducción de un discurso con el tono y el contenido de los que pronuncia Horacio Serpa en las plazas públicas. Si a eso se le suma que el candidato liberal está en la cresta de la ola, la conclusión obvia es que Horacio entró, como dicen los hípicos, en punta de carrera cuando entramos en tierra derecha.
En lo que sí ha acertado todo el mundo es en que el próximo presidente es aquel que seduzca a la gente que votó por Noemí, y de eso se trata el proceso hasta la segunda vuelta. Serpa y Andrés lo han aceptado sin tapujos, al punto de ser conmovedora la zalamería con la que se refieren a la hasta ayer enemiga electoral y a su plataforma de lucha: todos aman a Noemí, y eso es bonito.
Lo que me preocupa un poco es que Opción Vida no esté haciendo nada para volverse la opción decisiva en la segunda vuelta, con el argumento de que los principios no se negocian con nadie. Claro que no: los principios no se negocian pero sí se pueden imponer. Resulta incluso egoísta la postura según la cual la única manera en la que el pueblo colombiano se puede beneficiar de los planteamientos de Opción Vida es esperar a ver si algún día ( y ojalá llegue) Noemí sea presidente de Colombia.
La segunda vuelta permite negociar (en el sentido honrado del término) las condiciones en las cuales se apoyaría a un candidato en la segunda vuelta. Eso limpiaría muchísimo la política durante el próximo futuro y aseguraría la presencia de Noemí y su gente en la orientación de asuntos fundamentales del Estado. En aras de la independencia, uno no se puede volver tan independiente como para independizarse de la política misma, porque se queda por fuera.

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