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Tractomulas invaden las calles de Villavicencio

El paso de 50 mil a 500 mil barriles diarios de la extracción del crudo en los últimos cinco años ha multiplicado por diez el número de carro-tanques y mulas.

Semana.Com
23 de julio de 2013

A consecuencias del incremento dramático de la producción petrolera del Meta y la falta del oleoducto en construcción, se está generando un enorme malestar en Villavicencio por la invasión de tractomulas. 

El paso de 50 mil a 500 mil barriles diarios de la extracción del crudo en los últimos cinco años ha multiplicado por diez el número de carro-tanques y mulas que en ambos sentidos atestan la carretera principal del departamento. Desde hace dos meses hasta las calles y avenidas suelen estar repletas de mulas. La lentitud en la construcción del Oleoducto Bicentenario, cuya entrada en operación aún toma dos años más, puede alterar la normalidad cotidiana en el piedemonte metense. Tal oleoducto Rubiales con el tubo que va de Caño Limón en Arauca a Coveñas en la Costa Caribe. 

Mientras tanto, más de 2.500 tractomulas ruedan sobre la carretera Bogotá-Villavicencio en ambos sentidos todos los días del año. Los dueños de los diez mil vehículos particulares y públicos que tradicionalmente circulan por la vía se han equipado de mucha tolerancia para compartir su paso riesgoso al lado de las mulas. 

Ayer eran cientos, hoy son miles los carros gigantes que llenan la vía hacia Bogotá. Y este número tiende a subir en proporciones similares al incremento de la producción metense de crudo. No es por azar que durante este año se hayan realizado tantos eventos como foros, conferencias y conversatorios referidos a los impactos ambientales de la industria petrolera sobre la región orinoquense.  

Además del malestar derivado de las mulas transportadoras de crudo, súmese la sísmica y su fama de depredadora, el vertimiento de aguas muy calientes sobre caños y ríos, los derrames de crudo que ocurren de vez en cuando, la lucha por la tierra que se intensifica ante la expectativa de tesoros de color negro escondidos en las entrañas de la tierra, la incuestionable incidencia sobre el tejido social y las expresiones culturales locales. 

A Puerto Gaitán, por ejemplo, han llegado en menos de un decenio 20 mil trabajadores, cifra que sobrepasa con creces el total de la población tradicional. 

Las compañías extranjeras saben que la atención de los fenómenos derivados de la industria es también tarea del Estado –alcaldías, gobernaciones, gobierno central-. Puede haber recursos abundantes, pero su manejo en Colombia no ha sido transparente ni eficiente. Por ello se requiere más institucionalidad, más Estado, más organización y ante todo más previsión para evitar o reducir al máximo los daños colaterales de la industria.

Es aconsejable no convertir la protesta en acto terrorista per se y escuchar razones con paciencia. Conviene que la vitalidad de los sectores académicos y populares contribuya a una relación más fructífera con la exploración petrolífera. Existen unos protocolos internacionales que buscan hacer compatibles desarrollo con responsabilidad frente al medio ambiente. Es preciso aplicarlos. Debe presionarse su implementación. Es hora de afrontar con lucidez las consecuencias conflictivas propias de la locomotora minera.

*Investigador y ex director del desaparecido Corpes de la Orinoquía.

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