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Llegar a un acuerdo con la guerrilla colombiana es más difícil que enseñarle física nuclear a un retrasado mental

Semana
19 de septiembre de 1994

EL MECANISMO ES SIEMPRE IGUAL AL que estamos viviendo: el gobierno anuncia su disposición al diálogo, e inmediatamente después los hampones de la izquierda desatan una oleada criminal que incluye varios asesinatos, entre ellos el de un general, para perfilarse como un interlocutor indispensable si se quiere alcanzar la paz; y los hampones de la derecha asesinan a un senador comunista para crear un ambiente de animadversión entre el gobierno y la guerrilla que dificulta que el diálogo tenga lugar.
Es tan claro el mecanismo en ambos bandos, que resulta un poco ingenuo que el gobierno haya mostrado todas las cartas desde el primer día. El nombramiento del Alto Comisionado para la Paz habría podido postergarse un par de meses, y ocurrir como resultado de que el gobierno viera (si llegara a suceder) una actitud de la guerrilla que permitiera un ambiente de diálogo. Así, la designación del Comisionado sería un gesto "cobrable", de carácter político, y no la demostración, en sí, de que el gobierno de Ernesto Samper es partidario del diálogo.
Pero el nombramiento de Carlos Holmes Trujillo no es el único indicio de esa tendencia. La visita de Horacio Serpa a Caraballo en su celda, y las declaraciones posteriores del Ministro acerca de la voluntad del Estado de hablar con la guerrilla demuestran que este gobierno considera el diálogo como una herramienta fundamental para la búsqueda de la paz, y que está dispuesto a utilizarla aunque las condiciones meteorológicas no hagan recomendable emprender semejante vuelo, como parece ser el caso ahora. La categoría del cargo de Horacio Serpa y las implicaciones de todo gesto que se haga en ese campo, hacen descartar de plano la idea de que Serpa esté actuando por su propia cuenta y riesgo.
Llegar a un acuerdo con la guerrilla colombiana es más difícil que enseñarle física nuclear a un retrasado mental. Entre los muchos intentos que ha habido para entenderse con la guerrilla en una mesa de diálogo, desde Belisario Betancur en 1982 (12 años: cómo pasa el tiempo), nunca se ha logrado establecer con claridad qué es lo que piden a cambio de su desmovilización. Ha habido desde diálogo nacional hasta mesas de discusión en el exterior, desde treguas bilaterales hasta ofrecimiento de territorios casi completamente independientes, pasando por conversaciones personales, cartas y razones a través de emisarios, y nunca se ha podido llegar a establecer qué piden los guerrilleros para suspender su lucrativo oficio.
Sólo hay dos explicaciones para ese comportamiento de la guerrilla. O no sabe a cambio de qué está dispuesta a desmovilizarse o no está dispuesta a desmovilizarse a cambio de nada. La primera opción hace del diálogo una empresa muy difícil; la segunda, la hace imposible.
Pero como todo parece indicar que nos estamos embarcando en una nueva aventura de conversaciones con las FARC y el ELN, sería bueno que el gobierno fuera precisando cuáles son las condiciones en las cuales ese diálogo va a suceder, quiénes son considerados interlocutores válidos y quiénes no. El discurso de Samper ante la Convención Liberal, tras el triunfo en la consulta popular, da algunas luces sobre este punto. Allí el entonces candidato parecía descartar la posibilidad de diálogo con quienes se dedicaran al secuestro. con lo que estaría eliminando de un tajo a todos los guerrilleros del país. La otra posibilidad sería que el ambiente que el gobierno llegara a considerar propicio para hablar fuera aquel en el que liberaran a los secuestrados y suspendieran la actividad que los ha hecho famosos tras un cuarto de siglo de experiencia. Ya se vio antes lo difícil que es verificar eso.
Lo que podría resultar muy enredado es la implantación del mecanismo de los diálogos regionales. Sentarse a dialogar con frentes guerrilleros por separado implica eliminar la posibilidad de una solución nacional, como resultado de una negociación con la cúpula. Y lo que es peor, sería autorizar oficialmente a cada puñado de insurgentes para que argumenten razones distintas para estar alzados en armas, y que esos motivos entren a formar parte de la agenda general de conversaciones. Por ese camino terminaría el gobierno discutiendo el tema social con el XII frente, el social y el constitucional con el XXIII, el indulto con el XV y el XVIII... y así sucesivamente. Y si algo ha demostrado la experiencia es que si el diálogo ha servido de poco, las charlas no sirven para nada.
Una vez tomada la decisión de dialogar a cualquier precio con la guerrilla, no queda más remedio que soltarle al gobierno una de las anécdotas favoritas del propio Samper: un político estaba enredado en mitad de un discurso de plaza pública en un pueblo de la Costa, y uno de los asistentes le gritó: "Tú te metiste, tú te sales!".