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Un año de Obama, del agobio al optimismo

La gestión de Obama ha tenido grandes logros y su forma de enfrentar la tempestad ha sembrado optimismo. Balance de su primer año.

Semana
14 de enero de 2010

Para el presidente de Estados Unidos Barack Obama, atravesar la tormenta de su primer año de gobierno no ha sido fácil. Por momentos, la angustia y la incertidumbre se han apoderado de los ciudadanos, como les ocurre a los tripulantes y pasajeros de un barco que cruza un turbulento océano. Una vez recuperada la calma, algunos viajeros olvidan el riesgo de la borrasca, pero ello no demerita la pericia del capitán.

Aunque algunos olvidan el entorno en que el presidente Obama tomó posesión, al término de su primer año en la Casa Blanca el Jefe de Estado se anotó varios triunfos importantes. No sólo logró aprobar la reforma a la salud, recomponer la política exterior, avanzar en la lucha contra el cambio climático -escarbando compromisos en la Cumbre de Copenhague- y restablecer el sistema bancario y la confianza en la economía estadounidense, sino que evitó lo peor: la debacle financiera.

De la memoria de numerosos comentaristas y analistas paradójicamente parece haber desaparecido el pánico de las jornadas que siguieron a la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 y que marcaron el contexto en que el presidente recibió la economía. Hace exactamente un año que en Washington se entrecruzaban el desaliento por la explosión de la peor crisis económica desde 1929, con la esperanza de que despertara el primer presidente afroamericano.

Aunque la cifra de desempleo es aún del 10 por ciento, y tardará en reducirse significativamente pues el déficit fiscal es abultado y millones de estadounidenses han perdido sus ahorros, la economía ha vuelto a crecer, el consumo lentamente despega y las perspectivas comienzan a ser positivas.

En una victoria monumental, el presidente Obama obtuvo la aprobación de la reforma a la salud, la cual sus antecesores, en los últimos 50 años, habían intentado tramitar sin éxito alguno. Para conseguirlo debió lanzarse a una campaña nacional, en la que fueron emblemáticos los Town Hall o cabildos abiertos, para quebrar la oposición mediática, lanzada por el Partido Republicano y el poderoso lobby de la salud.

En materia de política exterior, ha cosechado resultados que muy pocos mandatarios habrían obtenido en tan corto tiempo. Su estrategia de apertura y cooperación ha ganado aliados. Ha demostrado que el unilateralismo es ineficaz y que incluso puede neutralizar adversarios, dígase Rusia o China, cuando no ha sido posible sumarlos a la causa.

El Premio Nobel de Paz que recibió en Oslo en diciembre pasado fue un reconocimiento a un mensaje de conciliación y de esperanza que el mundo reclama y que difícilmente otro líder está en capacidad de transmitir.

Obama está demostrando que su decisión de retirar las tropas de Irak es oportuna, no sólo por cerrar un frente de batalla en la guerra contra el terrorismo, sino por el impacto en recursos fiscales que implica mantenerlas allí. Igualmente ha logrado relanzar una estrategia creíble en la guerra de Afganistán con el apoyo, e incluso el aumento de tropas, de varios de sus aliados de la OTAN.

Aunque implantar una democracia en Afganistán sea una quimera, al menos parece viable quitarles un santuario a los terroristas de Al-Queda e instituir un Estado medianamente sostenible, con un ejército e infraestructura.

En un naciente clima de cooperación con Rusia, el Presidente Obama
 logró el permiso para el sobrevuelo de aviones estadounidenses en su espacio aéreo con destino a la guerra de Afganistán; una concesión que tiene gran significado por los antecedentes de la invasión rusa a Afganistán. Y con el gobierno del presidente Dimitri Mevdevev avanza el cierre de un acuerdo de desarme nuclear que sustituya al START, que expiró a principios de diciembre.

Frente al desafío del programa nuclear de Irán, además, ha mostrado la mayor disposición a imponer sanciones. El tono que Estados Unidos promueve ante ese desafío, dependerá de la evolución política interna, pero con seguridad la política de mano tendida de Obama ha contribuido a ambientar las reformas democráticas en Irán. Una política de mano dura hubiera sido la excusa perfecta del régimen de los Ayatolas para sacar del juego a quienes demandan dichas reformas.

Los retos que tiene Obama para apuntalar su liderazgo, sin embargo, son numerosos. Deberá consolidar la recuperación económica, disminuir el déficit fiscal, culminar exitosamente la guerra de Afganistán, reducir la amenaza terrorista, sentar un nuevo marco en la balanza de poder con China, aprobar una reforma financiera que exorcice el fantasma de las burbujas en la economía y lograr la aprobación de una reforma migratoria, entre otros temas.

El nuevo milenio plantea retos globales que le exigen mayores facultades de arbitrio al presidente y al sistema político estadounidense.


Pero, sin duda, la gestión de Obama ha tenido logros colosales y su forma de enfrentar la tempestad ha sembrado optimismo.


*John Mario González es analista político residente en Washington, ha sido profesor universitario y columnista de varios medios.

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