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UN CASO EJEMPLAR

Antonio Caballero
5 de agosto de 1996

Dice en una entrevista el ex embajador Plinio Apuleyo Mendoza, comentando los horrores y las vergüenzas de Colombia, que "lo peor de todo" es que "ante todo esto el país parece anestesiado. Es como un organismo que no reacciona".Tiene toda la razón el embajador Mendoza.Llama la atención, sin embargo, que dándose cuenta deque esa falta de reacción es "lo peor de todo", él mismo se haya demorado tanto en reaccionar: tiene que ser muy buena la anestesia que les dan a los embajadores. Porque puede ser cierto, como asegura en su entrevista, que durante años haya tenido Plinio "ganas de ladrar"; pero más cierto aún es que no ladró en ningún momento, y sólo viene a hacerlo cuando le quitan la embajada en Roma para dársela a otro periodista poco ladrador, el director de Cromos Alberto Zalamea, para quien Julio Mario Santo Domingo necesitaba un puesto que no tuviera que pagar él con su propio dinero, sino con el del erario público. Plinio no se queja, porque, dice, "comprendí que el Presidente tenía compromisos con la misión en Roma". Pero se pone a ladrar. Y es que en Colombia, tradicionalmente, la manera de impedir que los periodistas ladren es ponerles el bozal de una embajada; pero se corre el riesgo de que inclusive muerdan cuando se les quita. ¿Por qué no renunció antes el embajador Mendoza, si "nunca compartió" los planteamientos del gobierno que representaba y por añadidura veía "la evidencia meridiana de que con el dinero del narcotráfico se eligió al actual Presidente de la República"?(Lo de "evidencia meridiana" son palabras textuales del ex embajador. Lo advierto para que no me vaya a demandar a mí por injuria y calumnia otro que anda buscando embajada, el doctor Nieto Roa.)Plinio no renunció por dos razones, ambas nobilísimas. Una es la amistad. Nombrado por Gaviria, había sido ratificado por Samper "en un gesto de amistad personal"; y, explica, "no me pareció leal con el Presidente, dadas sus amistosas manifestaciones, producir un retiro estrepitoso". El estrépito lo guardó para la entrevista. La otra razón es... Los lectores la habrán adivinado: es la misma por la que no renuncia nadie en Colombia a un cargo público, nunca, ni aunque tenga las sólidas convicciones antiestatistas de que ha hecho gala desde hace años el neoliberal Plinio y las antigobiernistas de que hace gala ahora: por el bien del país. A pesar de estar en completo desacuerdo con las orientaciones ideológicas del Presidente y de ver con meridiana claridad la indignidad de su elección, se quedó dos años enteros representándolo en Roma "a fin de llevar a término unos cuantos proyectos importantes para el país".No sabemos cuáles eran esos proyectos, pues de la gestión diplomática de Plinio sólo se conoce el proyecto que no pudo llevar a feliz término: conseguir que Italia le diera su visto bueno al estrambótico nombramiento en Roma del coronel Germán Osorio, ex edecán del Presidente. El cual, ahora, privado de su cargo diplomático, a lo mejor se pone a ladrar él también. Al fin y al cabo, fue precisamente porque no le dieron la embajada ocupada por Plinio que el ex tesorero Santiago Medina se puso a ladrar como si le hubieran pisado la cola. Muchos ladridos se oyen últimamente. Vienen a la memoria los versos de García Lorca:"un horizonte de perrosladra muy lejos del río".En fin. El caso es que, por el bien del país y por su amistad personal con Samper, Plinio se quedó en Roma, apurando hasta las heces el cáliz de la amarga hiel de la diplomacia. Que no era tan amarga, la verdad. Me consta que en su casa de Roma Plinio daba en los almuerzos un Château Mouton-Rotschild muy bueno.Y otros versos, de Rimbaud esta vez:O saisons, o châteaux,Ahí están, esos son los personajes que pululan en Colombia, dispuestos siempre a sacrificar sus convicciones éticas por el bien del país y por la amistad personal de los que mandan, que no renuncian nunca, que no protestan jamás, y que sólo se ponen a ladrar cuando les quitan su hueso, que el país está como está: como un organismo que no reacciona, anestesiado ante el escándalo. El ex embajador Plinio Apuleyo Mendoza tiene razón en su diagnóstico. Pero la enfermedad es él.(Y mucho me temo que, después de sus ladridos contra Samper, Julio Mario no le dé el puesto de director de Cromos.).