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Un debate saludable

El primer punto por discutir es si es admisible que un periodista entreviste a un criminal. Y la respuesta es sí. Hacerlo no significa respaldar al entrevistado.

Daniel Coronell
17 de septiembre de 2011

De vez en cuando uno discrepa de las personas con las que habitualmente está de acuerdo. Esta semana, varios amigos míos concluyeron que la destacada periodista Salud Hernández-Mora y Ernesto Yamhure tenían la misma relación con Carlos Castaño. Determinaron, en consecuencia, que es hora de que Salud se aparte de los medios colombianos.

La conclusión es apresurada e injusta. Salud es una mujer de carácter, que argumenta fuerte, que no se esfuerza por ser amable con sus contradictores y que ve el mundo desde un férreo pensamiento de derecha. Eso no la hace ni delincuente, ni amanuense de un criminal, ni periodista antiética.

Vamos por partes. De acuerdo con testimonios y los documentos publicados por Un Pasquín, el periódico de Vladdo, Ernesto Yamhure actuaba como consejero a sueldo de Castaño y -lo que es más grave- por lo menos en una ocasión recibió correcciones del jefe paramilitar para su columna en El Espectador.

La evidencia está en una memoria USB entregada a la Fiscalía por el también paramilitar Ever Veloza, alias HH, cuyo contenido sustenta la investigación de la periodista Claudia Julieta Duque.

En la misma memoria electrónica hay registro de comunicaciones de Castaño con otras personas, entre ellas la periodista Salud Hernández-Mora.

El cruce de correos electrónicos permite concluir que Salud le había hecho una entrevista a Castaño y que este le pedía que le permitiera hacer precisión de una de sus respuestas antes de la publicación:

"Le ruego, muy respetuosamente, suavizar mi respuesta a la pregunta sobre cómo financiar las Autodefensas abandonando el narcotráfico; es que cuando digo que ese dinero no va prioritariamente a financiar la organización sino a enriquecimiento personal, estoy haciendo una sindicación genérica que alude a toda la organización, y es injusto, porque este caso es minoritario y afectaría la imagen de todos".

El mensaje es respondido por la periodista en estos términos: "Estimado comandante, comprendo su precisión y así la hare. Como le dije en una ocasión, yo en las entrevistas escribo lo que me cuentan y lo único en lo que meto mano es en cortar por falta de espacio".

Aquí hay varios puntos para un interesante debate periodístico. El primero de todos es si es admisible que un periodista entreviste a un criminal. Y la respuesta es sí. Los reporteros tenemos el derecho y el deber de buscar la información en las fuentes. Entrevistar no significa respaldar al entrevistado. Las entrevistas hechas a los terroristas -y también a militares, funcionarios y a ciudadanos corrientes- deben partir de una perspectiva crítica del reportero.

El periodista debe ser sanamente escéptico frente a cualquier fuente, tanto legal como ilegal.

El segundo es si es admisible que un entrevistado cambie parte de su entrevista antes de la publicación. La respuesta es depende. No es válido aceptar que cambie una información; por ejemplo, si dijera "sí, yo di la orden de matar a tal persona" y después quisiera suprimir la afirmación. En cambio, es aceptable que le dé alcance a una opinión: "Creo que solo algunos y no todos los paramilitares se han enriquecido con el narcotráfico".

La línea es más tenue. Lo claro es que permitirle a un entrevistado matizar su propia declaración en una entrevista inédita no es comparable con recibirle dictado para presentar sus pensamientos como propios en una columna de opinión.

El tercer punto de debate consiste en si el tratamiento de "Estimado comandante" prodigado por Salud a Castaño es apropiado. Y la respuesta es no.

Si bien Salud no podía encabezar el mensaje llamando a su entrevistado "despreciable genocida" o "cruel asesino", sin perder la interlocución, jamás debió referirse a él como "estimado".

Esto es un error formal que desdice de la necesaria distancia de un reportero frente a un entrevistado, pero a partir de esa equivocación no alcanza a configurarse una falta ética, en mi modesta opinión.

Hay otro tema que no tiene que ver con Castaño sino con el hecho de que el DAS le hubiera entregado a Salud informaciones contra magistrados obtenidas ilegalmente. ¿Podía la periodista recibirlas? Claro que sí. El tratamiento que les dio es tema de otro debate.

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