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Columna de opinión Marc Eichmann

Un Ferrari no italiano

En las prácticas económicas hay acciones que funcionan y otras que no: como la intervención en el mercado de divisas.

Por: Marc Eichmann

Desde 1999, la tasa de cambio en Colombia flota libremente de acuerdo con el régimen adoptado por la junta directiva del Banco de la República, luego de abandonar el sistema de banda cambiaria vigente desde 1994, la misma propuesta recientemente por el superintendente financiero Cesar Ferrari. El sistema de banda cambiaria se diseñó para prevenir volatilidades de la tasa de cambio por medio de operaciones de compra y venta por parte del Banco en el mercado.

Estas intervenciones del Banco de la República no solo buscan mantener la tasa de cambio en niveles artificiales, sino que implican un esfuerzo económico sin resultado tangible, al ser las fuerzas de mercado muy superiores a la capacidad de intervención. En las transacciones de intercambio de peso colombiano y dólar que suman alrededor de 30.000 millones de dólares al mes, se consumirían las reservas del Banco de la República en menos de dos meses.

Antes de adoptar el sistema de flotación, el Banco Central, en medio del escándalo del Proceso 8000 del Gobierno Samper, sacrificó el 27 % de sus reservas defendiendo el peso de una mayor devaluación. Tuvo el Fondo Monetario Internacional que intervenir para evitar una situación más compleja, tratando de defender inútilmente la tasa de cambio.

La propuesta del peruano Ferrari no solo es improcedente, sino inconveniente. Manipular la tasa de cambio con dineros públicos se presta para que, como ocurrió en Venezuela con Cadivi, ciertos agentes de mercado se beneficien a costa de la nación: en otras palabras, facilita la corrupción de alto nivel.

Un fiasco monetario similar ocurrió a principios de la década de 1990, cuando George Soros (sí, Soros, el que invirtió 16 millones de dólares en la agenda progresista de Gustavo Petro) y un grupo de colegas gestores de fondos de cobertura Paul Tudor y Bruce Kovner, apostaron en contra de la capacidad del Banco Central para mantener la línea en su moneda: se embolsilló 1.500 millones de dólares en un solo mes apostando a que la libra esterlina y varias otras monedas europeas tenían un precio demasiado alto frente al marco alemán.

El ataque a las divisas combinado con la política de banda cambiaria adoptada por los bancos centrales convirtió a Soros en leyenda y disparó los activos de su empresa que de 3.300 millones de dólares en 1992 subieron a 11.000 millones a finales de 1993. La apuesta de Soros fue que los políticos y los bancos centrales no podrían mantener por mucho más tiempo tipos de cambio artificialmente altos en aras de la unidad europea.

La propuesta ideológica de Ferrari también es criticada por el nuevo presidente electo argentino Javier Milei, quien reconoce en el Banco Central, por medio de sus intervenciones, una de las principales causas de las frecuentes crisis de divisas en el país austral. Si bien el banco debe modular el crecimiento económico para que sea sostenible en el tiempo, intervenir la tasa de cambio es causa principal de los grandes males que han debido sufrir los argentinos, a quienes no se les permite comprar más que 200 dólares al mes por persona.

Sin embargo, las propuestas de Ferrari no son peligrosas. Él, al fin y al cabo, no es el Banco Central, sino el supervisor del sector financiero. Y, afortunadamente, en Colombia el Banco de la República no solo es independiente, sino acertadamente manejado por su director y su junta, que implementan la política monetaria y cambiaria sin generar una inflación de 7.480 %, parecida a la del Perú con Ferrari a la cabeza del Banco Central.