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Un país mendigo

Ni es bueno azuzar a gore para que no se siente con Uribe, ni hay que sufrir tanto porque el gringo no se quiera sentar

Semana
28 de abril de 2007

No hace mucho tiempo llevaron a Medellín a los representantes de una fundación europea que destina recursos para la recuperación de barriadas marginadas en el Tercer Mundo. Como es una fundación seria, recorrió la ciudad de arriba abajo e hizo evaluaciones. Nadie se esperaba la conclusión: "En Medellín hay barrios muy pobres, pero ninguno es paupérrimo, a casi todas partes llega el agua potable y la electricidad, en todas las casas hay un radio y en la mayoría una televisión. Tal vez en el Chocó y en las afueras de Cartagena necesiten ayuda, pero aquí no". Algo parecido me hizo pensar un escritor indio cuando lo llevé a conocer una comuna tristemente célebre de la misma ciudad: "Esto en la India es clase media".

Creo que Rudolf Hommes, con mucha inteligencia, puso el dedo en la llaga de la ayuda exterior que recibe Colombia de Estados Unidos y de Europa. Él, que como ministro de Hacienda pudo ver y analizar lo que esas ayudas significan en dinero contante y sonante, sabe de qué está hablando cuando escribe lo siguiente: "A la izquierda no le gusta la ayuda militar de los Estados Unidos pero defiende la de los países europeos que nutre las fundaciones que la apoyan. Y a la derecha le pasa lo mismo pero al revés. Ambos tipos de ayuda son perjudiciales para el país, no solamente en términos materiales, porque termina costándonos más de lo que recibimos, sino en dignidad y en autonomía, porque se hace lo que quieren los donantes, no lo que necesitamos".

Es curioso que mientras el gobierno colombiano se rasga las vestiduras porque por culpa de la izquierda colombiana el Congreso de Estados Unidos retiene 55 millones de dólares de ayuda militar, al mismo tiempo, el gobierno ecuatoriano destina 270 millones de dólares para atender el problema de los refugiados colombianos, que huyen de la guerra por la frontera del sur y llegan ya casi a 20.000. Ayuda más un país pobre con el que Colombia mantiene una disputa fronteriza (generada por la orden estadounidense de fumigar a como dé lugar), que la mayor potencia de la tierra.

Ya sé que Estados Unidos destina mucho más de 55 millones a ayuda militar. Pero la tajada realmente grande, de miles de millones, consiste en lo siguiente: se compran a sí mismos armamento militar (a veces de segunda o de tercera mano), y lo envían acá para que con él nuestros soldados fumiguen cultivos, busquen sin resultado secuestrados propios y ajenos, persigan narcos que mandan cocaína al norte, y le hagan inteligencia no solo a la oposición sino al mismo Presidente. ¿No les parece curioso que la fuente de algunas denuncias de Petro fuera la Embajada Americana? A los gringos les encanta tener agarrados de donde sabemos a todos los presidentes de Colombia. Y con la plata de su ayuda hacemos lo que ellos quieren, no lo que a nosotros nos interesa.

La ayuda europea, si se puede, es todavía más risible. Digamos que Italia destina a Colombia 10 millones de euros. De esos 10 millones, ocho se van en pagarles viajes, sueldos y sobresueldos a un montón de cooperantes italianos (desde altos funcionarios burocráticos desempleados, en traje Armani, hasta mochileros dispuestos a pasar dos años de aventuras en el trópico). Vienen, nos miran por encima del hombro, levantan la voz, recetan soluciones, y al cabo de un tiempo vuelven a la península (o a Escandinavia o a la campiña francesa, da igual) acompañados de una atractiva mulata colombiana.

Colombia, se dice en los círculos cercanos al asunto en Bogotá "es el secreto mejor guardado de la diplomacia europea". Nunca cuentan allá que aquí se divierten tanto, y cuando se les termina la misión, ruegan porque se las renueven. ¿Por qué? Resulta que les pagan sobresueldo por país peligroso, sus cancillerías creen que los mandan a una especie de manigua africana donde todo el mundo se está muriendo de hambre, y los diplomáticos, en realidad, vienen a pasar temporadas en la montaña o en la playa, a irse de juerga por nuestras ciudades, y a conseguirse muchachas encantadas por la promesa de futuro que significa la escasa melanina y el acento extranjero.

Aquí la izquierda y la derecha se equivocan. Ni es bueno azuzar a Gore para que no se siente con Uribe, ni vale la pena sufrir tanto porque el gringo no se quiera sentar. Alguien que es capaz de sentarse a la misma mesa con Bush no puede darnos a nosotros ningún ejemplo de moral. El abominable corazón grande que los terratenientes antioqueños han tenido con los grupos paramilitares es una caricia al lado de la "ayuda norteamericana" para instaurar la democracia en Irak.

Dijo Hommes, con toda la razón: "La ayuda externa es un instrumento de influencia y dominación de países ricos. Colombia no tiene necesidad de recibir ayuda externa para la mayoría de los propósitos que la recibe. Si el gobierno fuera buen ejecutor y no desperdiciara tanto tiempo y tantos recursos en malos proyectos y en corrupción, tendría suficientes recursos para prescindir holgadamente de esa asistencia". ¿Cuándo será que este país deja de mendigar?

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