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UN PUENTE DEMASIASO LEJOS

Semana
20 de abril de 1998

Nunca entendí la adhesión de Alfonso Valdivieso a la candidatura de Andrés Pastrana, 80 días antes de la primera vuelta y a 100 de la elección definitiva el 21 de junio entrante. Una eternidad. De aquí hasta allá habrá pasado tanta agua debajo del puente que será ya la época del Campeonato Mundial de Fútbol y Colombia estará a punto de disputar su segundo partido. La jugada política del ex fiscal será para entonces un episodio remoto que se conservará apenas en el recuerdo de los colombianos de memoria privilegiada. Dicen los políticos que la historia electoral del país demuestra que los candidatos presidenciales agradecen menos una adhesión inicial de un millón de votos que una de 50.000 a última hora en una de esas elecciones de foto finish. Es tan cierto lo anterior que ya se ha convertido en costumbre entre muchos profesionales de la política el truco de empezar una campaña atacando al dirigente con el cual se quiere hacer una alianza, para poder llegar al objetivo tras una negociación y no tras una manifestación de cariño. El ejemplo más audaz entre los recientes episodios de esa política fue el que hizo el dirigente antioqueño Fabio Valencia Cossio, gran elector del conservatismo, quien a sabiendas de que Andrés iba a ganar la convención conservadora se apuntó a Juan Camilo Restrepo (a todas luces perdedor) y salió derrotado. El resultado es que Fabio Valencia es hoy el único dirigente conservador importante con el que Andrés tiene que entrar en negociaciones para las elecciones que vienen.Valdivieso, en cambio, tiró la toalla apenas empezó la pelea, y adhirió a Pastrana regalando el valor político de su apoyo, que no era poco. Andrés hizo el gran negocio y se movió como un zorro viejo de la política al obligar a Valdivieso a entregar las armas a cambio de unas palmaditas en la espalda... y tal vez la vicepresidencia para algún amigo suyo.Nadie puede decir ahora que el respaldo obedeció a un análisis frío de las condiciones personales, ideológicas y políticas de Andrés Pastrana, porque ya existía la candidatura de Andrés cuando Valdivieso lanzó la propia en vez de respaldar en ese momento al candidato de la Alianza para el Cambio. El motivo más probable fue que su candidatura estaba perdiendo fuerza en las encuestas y Noemí Sanín se estaba haciendo fuerte en la tercería. En ese esquema, el pánico llevó a Valdivieso a acelerar su definición electoral. Pero aun así, una adhesión antes (¡y tan lejos!) de la primera vuelta va en contra del propio sentido de la doble vuelta electoral. Las dos vueltas están diseñadas para que los candidatos más débiles muestren la dimensión real de sus fuerzas en la primera ronda y, si les parece, apoyen a alguien en la segunda. Así hacen valer su peso político real, hacen que la opinión pública oiga sus planteamientos y _si ganan_ forman parte del nuevo gobierno como una coalición y no como un apéndice natural del organismo político que triunfó en las elecciones. A Valdivieso le pasó lo que los pilotos de avión llaman en su jerga 'encabinarse', que sucede en una emergencia cuando el pánico no les permite analizar la situación con calma y se dedican a tratar de interpretar, sin lograrlo, lo que los aparatos de la cabina les quieren indicar. Todo parece dar a entender que las luces de emergencia de las encuestas, advirtiendo sobre la cercanía del piso, llevaron a Valdivieso y a su equipo a subvalorar su importancia política y a abortar su candidatura, en el temor infundado de que ante futuros sondeos de opinión acabaría apoyando más tarde al mismo Andrés, no a cambio ya de una vicepresidencia sino tal vez del consulado en Hamburgo. La suerte que corra la opción de Mockus y Noemí con la tercería demostrará qué tan cierto es esto. Es posible que ellos tengan que cruzar el mismo puente después, pero hoy ese puente está demasiado lejos.

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