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Un triunfo peligroso

El terrorismo fue el eje de la campaña. Un miedo personal y tangible a otra bomba, otro virus u otro gas, vino a motivar a los votantes

Semana
8 de noviembre de 2004

El presidente Bush fue reelegido para dar seguridad, y sin embargo su victoria eleva enormemente la inseguridad de su país y la del mundo. Esta, ni más ni menos, lleva trazas de ser la paradoja esencial de nuestro tiempo.

El peligro empieza por el personaje. Una portada de The Economist hizo quizá el mejor resumen de la campaña:

"Kerry el Incoherente vs. Bush el Incompetente". Kerry perdió porque su posición respecto a Irak no era creíble ni él inspiró confianza entre la gente. Bush ganó con su mensaje machacón y simplón, pero sincero.

Y sin embargo aterra que el poder militar, económico y cultural más grande de la historia haya seguido en manos del incompetente.

Incompetente envalentonado, para peores. Esta vez tuvo 3,5 millones de ventaja en las urnas, mayoría en 37 estados, mayoría en el Colegio Electoral, mayoría en el Senado y en la Cámara. Si con Florida y sin septiembre 11 hizo lo que hizo en su primer gobierno, en el segundo va a venir por todo.

Claro está que, de labios para afuera, él y los editorialistas están llamando a la reconciliación. Sólo que no se trata de heridas de campaña, ni de nombrar ministros a un par de moderados. Se trata del abismo cultural entre 'las dos Américas', que viene de hace tiempo y hace crisis ahora.

La tradición puritana y la pragmática, la fundamentalista y la ilustrada, la de la fe y la de la razón han llegado por rebotes de la historia a un empate mortal y milimétrico. Cada adjetivo es dudoso y cada división es relativa, pero esa brecha en general separa a republicanos de demócratas, sur de norte, interior de costas, provincia de capital, campo de gran ciudad, ignorantes de educados, viejos de jóvenes, nativos de inmigrantes. y por supuesto, a 'bushistas' de 'kerristas': el Imperio partido en dos mitades.

El factor que eligió a Bush no fue la clase social, ni la raza, ni la filiación partidista, ni la maquinaria, ni el carisma: no fueron los motivos de la sociedad industrial moderna. Fueron los valores, "familia y fe", como él dice. y como sucedía en las sociedades premodernas. En este siglo XXI, las creencias religioso-morales siguen pesando más que el estómago y más que la cabeza: esta a mi juicio es la lección que debe trasnocharnos.

El matrimonio gay fue la bandera: en 11 estados se sometió a referendo y perdió en todos por mayoría aplastante. También contó el asunto de las células madre, que enfrenta a Bush con la comunidad científica. Y a ras de piel estaban otras cuestiones que han despertado la pasión religiosa: invocar a Dios en actos oficiales, orar en las escuelas, enseñar biología según la Biblia y no según la realidad, subsidiar de algún modo las iglesias, no subsidiar los anticonceptivos, cambiar la Corte Suprema para que dé pie atrás en el aborto...

Más sutil pero más peligroso: afirmar a Cristo frente a Mahoma, defender a Occidente de los infieles, revivir las Cruzadas, imponerse en "El Choque de Civilizaciones", que según un gurú de la derecha será el próximo estadio de la historia.

Y aquí encaja el terrorismo como eje visible de la campaña. Un hecho apocalíptico -como septiembre 11- reaviva de por sí la religión y le da contenido terrenal a la amenaza 'islámica'. O sea que el miedo, un miedo personal y tangible a otra bomba, otro virus u otro gas, vino a ser el motivo por supuesto principal de los votantes.

Había dos modos de enfrentar el terrorismo. El racional, o perseguir al terrorista y prevenir el terrorismo. O el instintivo, perseguir al terrorista aun a costa de crear más terroristas.

La disyuntiva es por supuesto crucial para la seguridad de los estadounidenses. Pero también es crucial para el resto de nosotros: para Afganistán y para Irak, para Israel y para Palestina, para Corea y para Irán, para Europa la vieja o la 'nueva', para Rusia y aun para Colombia.

Había dos caminos. Los norteamericanos escogieron por ellos y también escogieron por nosotros. Ahora nosotros y ellos hemos de vivir bajo el instinto de un incompetente que usará el poder más

grande que ha existido para cumplir los designios

de su Dios.

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