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Un vecindario inseguro

Lo paradójico es que América Latina siga siendo una de las regiones más pacíficas ante la guerra, y una de las más violentas por la delincuencia común

Semana
13 de septiembre de 2008

Casi sin darnos cuenta, Colombia ha empezado a ser un país más seguro que los del vecindario. Cosa de no creerlo y que parecía imposible hace apenas unos pocos años. Pero está ocurriendo. La razón simple es que mientras en nuestro país la seguridad ha mejorado espectacularmente en los últimos años, entre los vecinos se ha deteriorado profundamente en el mismo lapso.

Es probable que la súbita renuncia del ministro del Interior
de Venezuela, Ramón Rodríguez Chacín, tenga que ver con el imparable deterioro de la seguridad ciudadana en ese país. El hecho es que desde la llegada de Chávez al gobierno la tasa de homicidio por 100.000 habitantes prácticamente se ha duplicado llegando a cerca de 50, superando incluso la tasa de Colombia que ahora se ubica en 37, luego de haberse reducido casi a la mitad en los últimos años. Y la comparación entre sus respectivas capitales es aun más diciente: mientras Bogotá tiene una tasa de 18, Caracas tiene una tasa cuatro veces mayor, 87. Lo paradójico es que mientras los venezolanos sufren una creciente inseguridad interna y su gobierno demuestra una absoluta incompetencia para devolverles la tranquilidad, Chávez decide realizar con Rusia maniobras militares en el Caribe buscando compensar a los venezolanos con una vana sensación de seguridad externa, cuando en realidad esas maniobras lo que producen es intranquilidad entre sus vecinos más cercanos.

Pero además de Venezuela, ahora hay otros países del vecindario con tasas de homicidio mayores que la de Colombia: El Salvador tiene 55, Jamaica 49, Guatemala 45 y Honduras 43. Y Bogotá con 18 está en mucho mejor situación que Ciudad de Guatemala (103), San Salvador (95), Caracas (87), Tegucigalpa (56), Sao Paulo (55), Rio de Janeiro (53), Brasilia (38), Washington (34) y Lima (22). De continuar esta tendencia al alza la tasa promedio de homicidio de la región que hoy es de 26 y triplica la de Europa, podría llegar a ser de 30 en el año 2030, lejos de la tasa mundial que es de 9. Muy preocupante.

De otra parte, Colombia ha mejorado ostensiblemente su situación con respecto a un crimen en el que por muchos años mantuvo una ignominiosa delantera: el secuestro. En efecto, la disminución en un 80 por ciento de este delito en nuestro país y su auge reciente en el vecindario ha llevado a que al menos cinco países latinoamericanos nos superen en cantidad de secuestros en proporción a sus respectivas poblaciones. En su orden: México, Ecuador, Brasil, Haití y, otra vez, Venezuela. Que en Ecuador y en Venezuela ahora haya más secuestros que en Colombia era impensable hasta hace poco. Pero también ocurrió, como lo demuestra el último estudio de Pax Christi sobre el tema. Claro que nos quedamos con la mala fama. Ahora se habla de que un país se ‘colombianiza’ cuando en él crece el secuestro y en general su inseguridad interna. Y esto ocurre cuando precisamente los colombianos vamos de vuelta y empezamos a resolver en gran medida esos problemas. Y cuando en países como México se agregan a la historia universal de la infamia nuevas modalidades de secuestro como el denominado ‘virtual’, que consiste en extorsionar a una persona mediante una llamada telefónica en la que se escuchan gritos de auxilio de un familiar que supuestamente está en manos de los plagiarios.

Afortunadamente, el actual auge de la criminalidad urbana en la región no se ha expresado en la misma magnitud en nuestras ciudades. Así por ejemplo, mientras en Bogotá la tasa de hurtos por 100.000 habitantes es de 403, en México D.F. es de 904, en Santiago de Chile 2.163, en Rio de Janeiro 2.365, en Nueva York 2.414, en Sao Paulo 3.438, en Buenos Aires 4.458 y en Washington D.C. 5.220. Y, en general, la tasa de victimización es menor en Bogotá (21 por ciento), que en ciudades con fama de seguras como Buenos Aires (24 por ciento), y Santiago de Chile (31 por ciento).

Pero lo más paradójico es que América Latina siga siendo una de las regiones más desmilitarizadas del mundo y más pacíficas en relación con las guerras convencionales y al mismo tiempo sea, después de África, la más violenta por cuenta de la criminalidad derivada de la delincuencia común y la organizada. Desde esta óptica no se entienden bien los espectaculares aumentos recientes del gasto militar en países como Brasil, Venezuela y Chile, cuando los problemas están en otra parte. Afortunadamente, en la superación de su conflicto interno y en la recuperación de su seguridad, Colombia va por buen camino.
 

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