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Una comisión para acabar con la reconciliación

No pinta bien la comisión de la verdad. Hay mucho aspirante con prejuicios.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
22 de septiembre de 2017

De todas las comisiones de la verdad en las últimas décadas, tal vez ninguna es más celebre y respetada que la de Suráfrica. Fue presidida por el arzobispo y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu. Fue tan célebre que tanto el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC coincidieron en hacer una versión colombiana de la misma. Sin embargo, como toda copia barata, quedó mal. Para empezar, los miembros de la comisión fueron designados por el presidente Nelson Mandela y su gabinete surafricano. Nada de un comité de escogencia de mayoría extranjera. Se puso como norma fundamental que fueran imparciales y de un perfil político bajo.

En la lista de aspirantes a ser miembros de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición de Colombia hay mucho prejuicio y figuras públicas. Preocupan, en particular, varios postulantes extranjeros. 

Gimena Sánchez es directora del Programa de Colombia y los Andes de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA). Es una de las ONGs más relevantes, con excelente acceso e influencia en el Congreso de Estados Unidos y en el departamento de Estado. WOLA, y especialmente, Sánchez, fue opositor permanente al TLC y al Plan Colombia. Sánchez frecuentemente organizaba visitas de sindicalistas. defensores de derechos humanos y congresistas como Iván Cepeda, Alexander López y Piedad Córdoba a Washington. En múltiples ocasiones, Sánchez criticó la política de seguridad democrática y a las fuerzas militares.

WOLA es una entidad seria. Ha hecho importantes investigaciones en Colombia y ha cumplido a cabalidad su rol de denuncia como ONG.  Pero esa virtud es contraproducente en una comisión, cuyo objetivo debe ser presentar los hechos sin tomar partido. Conozco a Sánchez, la respeto, pero no creo que pueda ejercer con la necesaria imparcialidad, el rol de comisionada.

Mark Chernick es director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown. Ha seguido de cerca el conflicto colombiano por décadas. Me sorprendió ver su nombre dentro de los candidatos. Si bien Chernick tiene sus admiradores en la academia colombiana – es gringo y se preocupa por el país-, también tiene sus detractores. No se distingue precisamente por su neutralidad en sus apreciaciones sobre el conflicto. Fue uno de los profesores que se opusieron a que Álvaro Uribe dictara clases en la universidad en septiembre de 2010. Dijo: “estamos consternados que un hombre con ese nivel de acusaciones en su contra haya sido invitado a enseñar y estar afiliado a Georgetown”. La eventual elección de Chernick le quitaría credibilidad al trabajo de la comisión. 

Por principio considero un abrupto que quede cualquier extranjero en ella. Sólo nosotros podemos construir y conciliar nuestra verdad.

En Suráfrica, se buscó evitar que dentro de la Comisión quedaran personalidades políticas o polémicas. Su integración misma era una señal inequívoca de reconciliación. Temo que una posible selección de Gustavo Gallón, el presidente de la Comisión Colombiana de Juristas, envíe exactamente el mensaje contrario. Quizás no haya ninguna ONG colombiana que haya investigado más el conflicto. Gallón es un referente internacional como defensor de los derechos humanos. Pero - y no es cualquier pero- un sector de la sociedad lo considera un enemigo de las fuerzas militares.  Alguien que no es confiable ni objetivo en sus aseveraciones.

Un informe firmado por él, por Chernick, por Sánchez e incluso alguien como la periodista Claudia Julieta Duque – víctima de las chuzadas del DAS- estaría viciado. Ya sus opiniones son conocidas y serán valiosos insumos para los comisionados. No es saludable que sean juez y parte.

La comisión no requiere activistas sino científicos de los hechos. Si no, se generará muy poca verdad y menos convivencia.

En Twitter Fonzi65

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