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Una guerra cambiante

Con tenacidad de bacteria, el conflicto colombiano está mutando aún antes de que el antibiótico haya hecho efecto sobre la especie madre

Semana
13 de junio de 2004

Mucho se ha dicho que los generales pelean la guerra que ya pasó. Y en efecto: los cursos de estrategia se basan en las "lecciones" de la pasada contienda y en las tretas que entonces empleó el enemigo. Este desfase es a la vez comprensible y difícil de evitar, pero es también la causa de desastres que van desde las Termópilas hasta Dien Bien Phu o desde la batalla de Crécy a la masacre de Verdún.

Claro está que el desfase no es culpa de los generales. Son los jefes políticos y la opinión quienes tienden a guiarse por verdades pasadas. Para traer un ejemplo de nuestra historia: el Frente Nacional, tan alabado en estos días, fue un acuerdo para poner fin a la guerra entre conservadores y liberales. que se firmó cuando la guerra ya no era entre partidos sino una oscura pelea de "bandoleros, gamonales y campesinos" -en la exacta expresión de Gonzalo Sánchez-. Es más: hay quienes opinan que el Frente Nacional agravó la violencia porque cerró las puertas a los disidentes.

En todo caso el desfase se prolongó durante muchos años. Mientras las Farc engordaban y llegaban a todas partes, mientras surgían las autodefensas en los 80, Colombia mantuvo un pie de fuerza y un presupuesto militar entre los más pequeños de América Latina. El conflicto era cosa de campesinos lejanos, mientras en Bogotá prosperaban los negocios. Las Fuerzas Armadas dando la guerra solas, "el país mal, la economía bien", como nos explicaba don Fabio Echeverri.

Cacaos, presidenciables y opinión se metieron por fin en la guerra cuando la guerra se metió con ellos. La narcoguerrilla de los 90 nos enredó con Estados Unidos, el secuestro volvió al país invivible y las atrocidades de la Farc y el ELN nos llevaron al clímax. Y así, tras los años perdidos de Samper y el desfase baboso de Pastrana, Uribe recibió el mandato contundente de acabar o derrotar a la guerrilla.

Uribe está cumpliendo.Gracias a un liderazgo personal, un esfuerzo fiscal sin precedentes, la modernización de cada una de las fuerzas, la asistencia de Washington, el endurecimiento de las leyes y la colaboración de la ciudadanía, es evidente que las Farc tuvieron que pasar a la defensiva. La Fuerza Pública ha vuelto o casi a todos los rincones, puede uno viajar por carretera, hay menos muertos, tomas y secuestros, y en general la gente se siente más segura. También hay logros ofensivos. El ELN está casi vencido, las Farc perdieron en Cundinamarca, han caído cabezas (Trinidad, Sonia.), quizás hay más deserción y hay menos plata por cuenta de la coca. Sobre todo, está en marcha la Operación Patriota, que bien podría ser el punto de inflexión contra las Farc. Incluso hay quien anuncia el final de la guerra y quien escribe sobre el posconflicto.

Pero la guerra no se reduce a las Farc. Ni al ELN. Ni siquiera al trío Farc-ELN-AUC. Son, sí, tres organizaciones poderosas que debemos acabar por la vía militar o negociada. Y sin embargo, con tenacidad de bacteria, el conflicto colombiano está mutando aún antes de que el antibiótico haya hecho efecto sobre la especie madre.

El mutante consiste de un reguero de bandas o ejércitos privados, digamos, de entre 50 y 1.000 hombres cada una, al servicio de un "empresario de la violencia" que con ella controla una región, una comuna, un negocio, y que tiene pupilos en la política y en la administración. Aunque a veces usen el mote de "autodefensas" (o "guerrillas") como razón social, y aunque sus efectivos vengan (o sean) de las AUC o las Farc, estas bandas no tienen sombra de ideología y su único interés es la exacción.

En unos casos se trata de narcotraficantes puros y simples, que se disfrazan (o no) de autodefensas para poder hablar con el gobierno. En otros casos se trata de'ex' o 'semiex' paras, guerrilleros o traquetos que descubrieron cómo el fusil puede usarse para robar tierras, cobrarles a los tenderos, los taxistas o hasta los vendedores ambulantes.

Esta otra guerra llegó a todas partes. A Cúcuta y a San Andresito, a Barranquilla y a San Martín, a Barbacoas y a bahía Portete, a Tame y a Roldadillo, a Orito y a Curvanadó. A veces enfrenta a un grupo de las Farc con uno de los paras, a veces a los paras con los paras, a veces a una alianza entre paras y Farc contra la DEA, a veces a los narcos corrientes y molientes, a veces a matones sin motete, y siempre a la pobre gente que paga todas las guerras.

Me pregunto qué pensarán arriba del mutante.

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