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Una novela

Mauricio Vargas conoce desde dentro la política. Y de su novela saca el lector la información de que los gobernantes solo se ocupan de sus cuentas bancarias

Antonio Caballero
19 de diciembre de 2004

La novela que hace un par de semanas sacó Mauricio Vargas, hoy director de la revista Cambio, y en otro tiempo director de SEMANA, está muy bien escrita. Pero no es una novela.

Decía José Asunción Silva, gran poeta (y a veces algo cursi: qué quieren ustedes, si tenía una tienda de sombreros):

El verso es vaso santo:

poned en él tan solo

un pensamiento puro...

Creo que tenía razón. El verso -o sea: el poema- se debe usar solamente para decir la verdad. La propia verdad, la verdad propia del poeta, que es tan difícil de encontrar. Pero otro tanto sucede con los demás géneros literarios: cada uno sirve específicamente para algo, y no son intercambiables. El ensayo sirve para tal cosa, el drama para tal otra, la tesis doctoral para esto, el discurso de plaza pública para aquello, la novela para lo otro. Con esto quiero decir que no se debe decir en verso lo que se podría decir mejor en prosa. Por ejemplo, y sin salir de la literatura colombiana: las Elegías de varones ilustres de Juan de Castellanos no son un poema épico, sino una crónica histórica; y Pax, de Lorenzo Marroquín, no es una novela costumbrista, sino una sacada de clavo (como Los Elegidos de López Michelsen).

Traigo todo esto a cuento porque la novela La pesca del delfín, de Mauricio Vargas, no es una novela. La novela es cualquier cosa, de acuerdo. Pero es en primer lugar una forma literaria que sirve para decir lo que no se puede decir de ninguna otra manera: ni en el ensayo, ni en la tesis académica, ni en el artículo de prensa (ni aun en la serie larga de artículos de prensa numerados con números romanos). Y todo lo que dice Vargas en su novela lo ha dicho ya, y mejor dicho, en sus columnas y en sus artículos investigativos de prensa, y en sus libros de memorias políticas (el del "revolcón", el de los "tristes tigres"). ¿Para qué necesitaba entonces escribir una novela? Vargas es un gran periodista. Con lo cual quiero decir que tiene alma profunda de periodista, o sea, de alguien que quiere contar las cosas que suceden de verdad, y que se pueden contar. Pero no tiene alma de novelista: el que quiere contar lo que no se puede contar. ¿Quiere Mauricio Vargas contar sus propios polvos, como lo hace en su novela? Lo habría podido hacer, periodísticamente, en la revista Soho. Para sus reflexiones eruditas sobre el suicidio le hubieran abierto las páginas (periodísticas) de la revista El Malpensante. Y en cuanto a sus confesiones de deliquios de amor, yo no sé: pero creo que esas cosas se dicen mejor por carta.

Queda, sin embargo, el hecho de que Mauricio Vargas conoce desde adentro el funcionamiento de la política colombiana. Y de su novela -¿novela?- saca el lector, por ejemplo, la información de que los presidentes de Colombia, y sus asesores y sus ministros (y supongo que así sucede, a su imagen y semejanza, con todos los gobernantes de la historia en todos los países del mundo) sólo se ocupan de sus propios polvos y de sus propias cuentas bancarias. Y no piensan en nada más.

Cito una frase de la novela, de la página 211, en la que Vargas cuenta que el presidente de Colombia, su protagonista, "se acomoda en la silla ergonómica que había mandado traer del exterior al iniciar el mandato para garantizar que su espalda no sufriría más de la cuenta por el estrés de gobernar a

Colombia".

Se ve que eso es así, tal cual. Silla ergonómica: para no fatigarse en el trabajo. Traída del exterior: por supuesto: ¿acaso no se trata de un presidente colombiano? Para el estrés de gobernar a Colombia: Ahí sólo sobra, me parece, la palabra gobernar.

Pero estamos hablando de una novela. Aunque no lo sea.

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