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¿Una pausa que refresca?

Los únicos que deberían estar preocupados por la posibilidad de que se haga el referendo deben ser los uribistas, que serían los posibles derrotados.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
24 de agosto de 2013

Quisiera pensar con el deseo y creer que la pausa en las negociaciones anunciada por las Farc es de esas que refrescan y que, una vez hechas las consultas internas, van a llegar finalmente a la conclusión de que la mejor vía para refrendar lo que se pacte en La Habana es un referendo constitucional, como lo propone Santos, y no una constituyente, como hasta ahora lo creen ellos. 

Hay razones de peso para que las Farc cambien de parecer. La primera y acaso la más importante es que en el país no hay un ambiente para hacer una Constituyente para la paz como ellos la han propuesto, porque nacería con el karma de ser una Constituyente para las Farc. 

Esa clase de propuestas yo las dejaría para hacerlas desde la arena política, cuando las Farc hayan zanjado sus deudas con la sociedad y le hayan cumplido al país con la verdad que aún nos deben. Si este escenario se da, la idea de una constituyente tendría mucha más acogida porque se justificaría como el necesario reordenamiento institucional que debería tener Colombia para manejar el posconflicto. 

Otro de los argumentos de las Farc para sostener la tesis de la Constituyente es que por esa vía se blinda el proceso para evitar que el gobierno incumpla lo acordado en La Habana. Esa premisa también es bastante discutible. El cumplimiento de las promesas en una negociación como la que se está haciendo en La Habana no lo determina el procedimiento, sino la voluntad política que tenga el gobierno (y la guerrilla). 

Y en este caso, me atrevo a decir que, por primera vez en los 60 años que lleva esta guerra, es evidente la voluntad de los dos lados para terminar con esta cruenta confrontación. Puede que los colombianos no sepamos cuál es la política de Santos para enfrentar el fallo de La Haya o cuál es su modelo agrario, pero hay que reconocerle que en el tema de la paz ha sido un presidente decididamente audaz y sin titubeos. 

Lo mismo se puede decir de las Farc. Por las razones que sean, han llegado a la mesa con el convencimiento de que la lucha armada ya no es el camino para transformar este país. Y aunque aún les falta demostrar con hechos que su voluntad de paz no tiene reversa, tengo la convicción de que las Farc no se van a levantar de la Mesa sino hasta que logren la firma de los acuerdos con el gobierno. 

Otro de los argumentos que aducen las Farc para desechar el referendo constitucional es que tal como está planteado –la votación se haría el mismo día de las elecciones de 2014–, indicaría que Santos estaría utilizando este proceso en beneficio de su reelección. Ese argumento no solo lo esgrimen las Farc. También se lo he escuchado a Enrique Peñalosa y a varios uribistas que se quejan de lo mismo. 

En realidad esa queja se cae de su peso. Si el presidente Santos está buscando la reelección, como parece ser el caso, lo lógico es que eche mano de su bandera más importante y le saque todo el jugo posible. Sería absurdo y peligroso para el proceso que hubiera optado por el camino de la indiferencia y del compromiso a medias para congraciarse con algunas encuestas que sugieren cierto pesimismo frente a lo que está sucediendo en La Habana.  

No obstante, el hecho de plantear el referendo constitucional el día de las elecciones de 2014 tiene una razón que va más allá de la de ayudar a la reelección de Santos: se garantiza que la gente va a ir a las urnas y de esa forma se evitan escenarios como los sucedidos en Guatemala, cuando se realizó un referendo para refrendar unos acuerdos de paz que no tuvo los votos para pasar el umbral.
 
En realidad, los únicos que deberían estar preocupados por la posibilidad de que el día de las elecciones de 2014 se haga el referendo para refrendar los acuerdos que se firmen en La Habana deben ser los uribistas, que serían los posibles derrotados. Los demás, los que queremos el fin del conflicto, deberíamos respirar más tranquilos. 

Ojalá que esta sea de verdad una pausa que refresque. 

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