Está en curso la peor crisis política y diplomática en la que se haya visto involucrada Colombia, con repercusiones para toda América del Sur y el Caribe. Se originó en el acuerdo entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos para permitir mayor presencia de militares y equipos de alta sofisticación en siete bases – que pueden aumentar- militares, navales y aéreas de Colombia.
Los argumentos del presidente Uribe de que esta presencia militar es importante para luchar contra el narcotráfico, el terrorismo y otras “amenazas potenciales” ha tenido como respuesta una gran preocupación en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil.
No hay duda de que hay una situación delicada porque están implicados actores del mayor peso mundial y regional, Estados Unidos y Brasil,. Este último, tan cauteloso y parco en sus declaraciones, ha dejado ver de manera clara que no le gusta para nada la presencia militar en sus fronteras.
Este tema de presencia militar estadounidense en Colombia tiene como antecedente el despliegue la IV Flota en el Atlántico Sur, muy cerca de las fronteras marítimas donde Brasil ha descubierto las mayores reservas de petróleo en aguas profundas entre los estados de Espíritu Santo y Santa Catarina. Igualmente está el sensible tema de la Amazonia.
Otro asunto son las fricciones entre Colombia y Venezuela y Ecuador, que tienen como trasfondo supuestos apoyos y complicidades de estos gobiernos con las guerrillas colombianas. Los gobiernos de los países vecinos han dicho que un problema colombiano, como el de esta larga violencia, los afecta y que no tienen responsabilidad alguna. En cambio, Chávez considera que Colombia va a ser la “cabeza de playa”, para una agresión militar por parte de Estados Unidos y argumenta igualmente que la potencia tiene intereses estratégicos en el control de los yacimientos petrolíferos venezolanos que proveen el 15 por ciento del mercado estadounidense.
Por las razones o los intereses que sean, hay una situación grave y Colombia debe afrontarla. Primero, asumiendo que es un tema de la mayor delicadeza y que debe ser analizado y asumido como un compromiso de Estado. Esto implica debate en el Congreso de la República, ratificación del tratado vía Ley y control constitucional, por tratarse de un tratado que implica fuerzas militares extranjeras.
Segundo, Colombia debe enfrentar el debate en Unasur en la próxima cumbre de Bariloche y apoyar la tesis del presidente Lula de que este tema se debe discutir no solamente de manera bilateral Estados Unidos-Colombia, sino desde Unasur con el presidente Obama, por las claras preocupaciones regionales.
Lo que está en juego es la seguridad regional. De ahí que el trasfondo sea la construcción de un acuerdo regional de seguridad que dé tranquilidad y garantice mecanismos de seguimiento y compromisos de las partes. Este acuerdo podría ayudar a resolver momentos críticos y, a la vez, frenar, el deterioro de la situación, e impedir que aumente la desconfianza y se escale el armamentismo. Y, también, que América Latina se torne en un escenario de disputas de grandes poderes mundiales.
De esta crisis en curso, puede y debe salir algo muy positivo; una iniciativa de Unasur, con Estados Unidos, para ayudar a resolver por vías diplomáticas y políticas el largo conflicto armado colombiano. Es un buen momento para que la región ayude de manera propositiva a la paz de Colombia. Esto es posible, pertinente y necesario y para ello se requiere igualmente seriedad y audacia de las guerrillas colombianas, que deben dar pasos para buscar un camino de entendimiento político. Esdifícil, en medio del debate electoral, pero no imposible.
*Luis Eduardo Celis es Coordinador del Programa de Política Pública de Paz de la Corporación Nuevo Arco Iris
opinión
Unasur, Lula y Obama y la paz de Colombia
De esta crisis puede salir una iniciativa de Unasur para ayudar a resolver por vías políticas el conflicto armado colombiano.
Por: Semana