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Urbanismo rural del posconflicto

La esperanza es que los nuevos pueblos de la paz inauguren otras formas de relacionar el campo con la ciudad.

Margarita Pacheco M., Margarita Pacheco M.
29 de septiembre de 2017

La puesta en marcha de la Reforma Rural Integral del Acuerdo Final de Paz con las Farc tendrá que contemplar, también, opciones de ecourbanismo que incluyan formas participativas para planificar y construir, nuevos poblados donde se asientan hoy excombatientes, sus familias y copartidarios. Es la oportunidad para hacer realidad la planificación ambiental territorial, teniendo en cuenta saberes locales y características ecológicas de cada ubicación geográfica.

Para esto, es necesario conocer en qué estado están los recursos naturales locales, los ríos, el agua subterránea, los bosques, la biodiversidad de especies, los suelos, la ruta de vientos, del sol y las estrellas. Saber qué comunidades habitaron estos parajes, cómo vivieron y qué queda de sus sitios sagrados después de la colonización. Son muchas las determinantes históricas que se requieren conocer de un lugar para planear ambientalmente los nuevos pueblos de la paz.

Las Zonas Transitorias de Normalización, el nombre provisional dado a los campamentos rurales en el momento de la desmovilización, evolucionan ahora hacia lo que llaman los “Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación” (ETCR). Son asentamientos de excombatientes, ubicados en regiones de difícil acceso, construidos provisionalmente con muchas dificultades en terrenos arrendados o sin legalizar su tenencia. En la lenta transición de “Espacio anónimo” a Pueblo con nombre, el gobierno central adelanta trámites para la formalización y entrega de predios, pero aún sin definir cuál será la estrategia política del urbanismo rural del posconflicto.

Urge, entre muchas necesidades para planificar en el próximo gobierno, la cartografía básica, las estrategias de educación y de capacitación para el desarrollo económico local. Estos poblados deberán empezar a formar parte del sistema urbano nacional y de la red conectada, a si sea virtualmente, con ciudades y pueblos marinos y costeros del territorio nacional, para ir cerrando brechas entre espacios rurales marginales y ventajas de las ciudades. El urbanismo del posconflicto nos pone frente a un reto de cambio civilizatorio en el cual los jóvenes deseen retornar a la vida en el campo.

Por el momento, los ETCR (acrónimo burocrático de estos asentamientos) son poblados sin identidad geográfica y cultural. Representan una nueva forma de colonización laica de áreas rurales no interconectadas, pobremente comunicadas entre sí y en proceso de integración con veredas y corregimientos en vastos municipios. En varias regiones se está iniciando la etapa de concertación de alternativas de crecimiento espacial, de actividades productivas, educativas y de conservación de la biodiversidad. Soñando sin armas para la construcción de paz territorial.

El país deberá lanzar al ruedo un costoso pero necesario censo poblacional 2018, que actualice la situación real de la distribución de la tierra y de la población, así como la de actividades productivas en los territorios. Con base en esa información actualizada, se podrán formular políticas de eco-urbanismo que delimiten fronteras a la expansión de mega ciudades, ciudades intermedias, pueblos y caseríos, y permita definir modelos de crecimiento urbanístico en zonas rurales no interconectadas. El diseño de la infraestructura vial, fluvial, férrea y aérea deberá estar integrado y no separado del modelo de crecimiento y urbanización de las regiones.

Para el florecimiento de nuevos poblados sostenibles y respetuosos con el entorno natural, cabe imaginar una nueva arquitectura institucional en las regiones que hoy se planifican desde el centro del país. Colombia sigue siendo un Estado altamente centralizado en sus decisiones y con poco margen para que las regiones estén mejor preparadas y autónomas para tomar decisiones de desarrollo territorial.

El concepto de ecourbanismo, atractivo para proyectar el futuro de las ETCR en pueblos con nombre propio, incluye la oferta de hábitats con espacios públicos arborizados que inviten a encuentros de niños jugando, adultos y mayores compartiendo diálogos vespertinos y vida en comunidad. El concepto de eco-aldea, estudiado y experimentado en muchos lugares y climas del mundo, es uno de los modelos posibles de eco- urbanismo, integrados a la vocación agroforestal donde se puede desarrollar la transición energética y empezar reducir la dependencia del consumo de combustibles fósiles.
Si lo quisiera, el Ministerio de Minas y Energía bajo la óptica del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, podría ser pionero en subsidiar e incentivar energías renovables, instalaciones solares y eólicas en las edificaciones rurales.

Otros ministerios podrían apoyar sistemas locales de tratamiento de aguas residuales y de residuos sólidos, estimular la cosecha del agua lluvia, incentivar y facilitar el uso de vehículos colectivos eléctricos con sus respetivos sistemas de recarga en los pueblos. Esas innovaciones tecnológicas serían un atractivo para visitantes nacionales y extranjeros ávidos de admirar la biodiversidad liberada del conflicto en medio de poblados repletos de jóvenes entusiastas trabajando el campo.

Hoy día los avances tecnológicos en otros hemisferios permitirían adaptar innovaciones energéticas en este lado del trópico ecuatorial. La cooperación internacional de países como Alemania, Noruega, Dinamarca, Francia, Reino Unido y la misma Unión Europea, que apoyan la implementación de la Reforma Rural Integral en Colombia y la reducción global de emisiones de CO2, podría enriquecer la puesta en marcha de esa transición en las ETCR con potencial para convertirse en eco-aldeas de mostrar.

En resumen, el urbanismo rural del posconflicto deberá incentivar una arquitectura con personalidad propia, adaptada al paisaje y contexto sociocultural, con posibilidades de recibir visitantes extranjeros y nacionales interesados en admirar ecoaldeas y la variedad de su paisaje regional. La etapa de refugios provisionales de excombatientes podría evolucionar rápidamente hacia la consolidación de espacios urbanos del agro, bien equipados con servicios básicos y posibilidades de generar ingresos con productos del campo, ríos y mares.

Es el momento de reflexionar cómo se planteará la integración de estos nuevos asentamientos al sistema urbano nacional, en las distintas campañas políticas. Cómo se sacarán los productos agropecuarios de regiones aisladas y de difícil acceso para entrar en los mercados regionales y nacionales sin tanta intermediación. En época preelectoral se requiere poner atención al modelo de desarrollo urbanístico de ciudades del piedemonte Amazónico y de la Orinoquia, en plena expansión desordenada y sin control. La expectativa de nuevas vías proyectadas en medio de selvas y bosques, la ampliación de las fronteras ganaderas, de monocultivos extensivos y las exploraciones de petróleo y minería, hacen que la ciudadanía campesina se proteja con las consultas y las marchas para hacerse escuchar. La mayoría no se siente representada ni por los partidos políticos ni por los congresistas atornillados a sus curules. El ecourbanismo también replantea la educación política, la participación de las mujeres en las decisiones sobre el territorio y la representatividad de líderes en el Congreso.

Recordemos a Mocoa, uno de los tristes ejemplos del crecimiento desordenado y la tala indiscriminada del piedemonte amazónico, victimizada por la improvisación urbanística, la falta de contraloría sancionatoria por cambios de uso del suelo. La esperanza es que los nuevos pueblos de la paz inauguren otras formas de relacionar el campo con la ciudad.