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El espectáculo de las víctimas

Los acuerdos de paz con las Farc dejaron a mucha gente sin empleo, que no aprendió otro oficio y necesita de las víctimas para poder pagar sus facturas.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
20 de marzo de 2019

"La literatura libera la mente, pero la obscenidad te ata a la realidad”, dice el moribundo Buddy en la serie Ozark. Lo dice luego de que Johah, el inquietante niño del seriado, le ha leído un pasaje de Trópico de Cáncer la obra de Henry Miller que durante años fue prohibida en los Estados Unidos. El viejo Buddy, ex soldado, nudista, ex sindicalista y anarquista, lo ha visto todo en la vida pero aún le queda tiempo para echarle una mano a una pareja metida en operaciones de blanqueo de dinero, un oficio harto conocido por innumerables empresarios colombianos.  

Trópico de Cáncer fue elegida por la revista Time como una de las 100 mejores novelas del siglo XX. En los Estados Unidos fue llevada a juicio por obscenidad y pornografía. Un magistrado del Tribunal Supremo definió a Trópico de Cáncer como un pozo putrefacto en los que estaban depositados los escombros de la depravación humana. Superado el juicio la novela llegó a las estanterías gringas y la crítica literaria se rindió ante ella. Todo lo narrado por Miller es inseparable a la condición humana. Los buenos tienen algo de malo y los malos algo de bueno.

Ozark, nada tiene que envidiarle a la realidad periférica que ocurre en Colombia. Mafiosos, políticos corruptos, gente armada hasta los dientes, torturas, desapariciones, prostitución, asesinatos, pastores evangélicos, ex presidiarios, alcoholismo, aventureros, policías de doble moral, consumo de drogas, cultivos de amapola, sicarios y adolescentes sin más perspectiva que volverse criminales como sus padres. Ozark es un territorio periférico de los Estados Unidos en el que mandan los dueños de los negocios ilícitos y no los políticos de Washington. Como pasa en muchísimas regiones periféricas de Colombia.

En Colombia hubo gente que no hizo la guerra pero vivió de ella. Me refiero a cientos de personas que a través de diversos organismos nacionales e internacionales se ganaron la vida sin echar una bala. Vivieron del drama de las víctimas: secuestrados, mutilados por las minas, desaparecidos, prisioneros políticos, mujeres violadas, exiliados, desplazados y mas. Los acuerdos de paz con las Farc dejaron a mucha gente sin empleo. Gente que no aprendió otro oficio. Gente que necesita de las víctimas para poder pagar sus facturas. Es la realidad, tal como lo comenta Buddy, tendido en la cama y esclavizado a las mangueritas de oxigeno mientras escucha el fragmento de Miller en la voz del niño delincuente.

¿Es una obscenidad vivir de las víctimas? No lo sé, Viejo Topo, porque ni siquiera hay acuerdo sobre lo que significa la palabra “obscenidad”. Lo único que podemos decir, parce, es que sobre este asunto de las víctimas se juega a varias bandas. Unos viven de las víctimas sin ser víctimas de nada y las víctimas se dejan utilizar a cambio de unos minutos de notoriedad y unas calderillas con las que a duras penas compran media docena de empanadas callejeras.

Las víctimas como espectáculo. Espectáculo que cambia de escenario de acuerdo a la hora, día, estado de ánimo de la audiencia o los números en las encuestas: el plató de televisión, la autodenominada Comisión de Paz del Congreso, la cabina de la radio o la calle. Las víctimas en manos de charlatanes, periodistas amarillistas, mercachifles y operadores políticos.

Es por esta razón, Viejo Topo, que en Colombia la justicia y la reconciliación se anteponen. Pero esto te lo explico en la próxima columna.

Yezid Arteta Dávila

* Escritor y analista político

En Twitter: @Yezid_Ar_D

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