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Ojalá me equivoque

Sí, ojalá las predicciones del escritor de esta columna fallen y el futuro mundialista de Colombia no resulte tan oscuro.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
24 de abril de 2017

Ojalá me equivoque, pero creo que Colombia está a punto de repetir su historia. Hace 30 años empezaba a surgir la mejor generación de jugadores colombianos: Valderrama, Rincón, Leonel Álvarez, Andrés Escobar, Higuita; y detrás de ellos, Óscar Córdoba, Asprilla, el Tren Valencia. Cuando se despidieron de las canchas Colombia cayó en un bache futbolístico de más de una década y faltó a tres mundiales básicamente porque no había una selección sólida capaz de clasificar. Teníamos buenos centrales como Iván Ramiro Córdoba, Jorge Bermúdez y Mario Yepes, pero poco más. 

En 2014 llegamos a Brasil como una incógnita. Terminamos de quintos, pasamos invictos la fase de grupos y tuvimos el goleador del Mundial, y entonces creció una euforia justificada hasta cierto punto. Sigo creyendo que la calidad de la selección de los noventa fue superior a la de hace cuatro años, pero los hechos y las cifras demuestran que el equipo dirigido por Pékerman es lo mejor que hemos tenido.

Estar tan cerca de jugar una semifinal y contar con tan buenos jugadores en los clubes más importantes del mundo nos ha hecho creer que la importancia de nuestro balompié es superior a su realidad. Pese a James y Falcao, Bacca y Ospina, Dávinson Sánchez y Cuadrado, aún no somos significativos en la historia del fútbol. Es más lo que falta por recorrer que lo que hemos logrado. Ahí están Bulgaria y República Checa, Croacia y Perú, para recordarnos que no basta con tener generaciones espontáneas de figuras para pertenecer a la elite de este deporte. Todas las anteriores, en su momento, supieron brillar en los mundiales para luego no ser ni su sombra.

Al revisar los talentos que provienen de las divisiones menores resulta difícil imaginar cómo podríamos tener una nómina como la de hoy, que tiene campeones, goleadores, capitanes de clubes europeos, futbolistas que disputan las copas más importantes del Viejo Continente y que forman parte de las selecciones ideales de sus ligas. Falcao, Sánchez y Bacca están de salida; Cuadrado y Ospina ya tienen 30 años, lo que nos deja para el camino a Qatar con James, Arias y, quizá, Duván Zapata. El problema es que Zapata no es Falcao. Lo cierto es que en el país no se ven jugadores de primer nivel, como los de hoy.

Puede que en un par de años una selección juvenil nos sorprenda, rompa el molde y produzca futbolistas que acompañen a los sobrevivientes de los que clasificaron a los dos últimos mundiales: quedarán solo Dávinson Sanchez, Yerri Mina y Jeison Murillo para sacar la cara. Ellos serán el Yepes, Córdoba y Bermúdez de nuestros tiempos, pero estaremos cojos porque ya sabemos que solo con buenos centrales no se clasifica a una copa del mundo.

Cierro esta columna con mis palabras iniciales: ojalá me equivoque. Hablamos en 2022.

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