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Venezuela: purgatorio e infierno de María Ángela Holguín

Es larga e irreparable la lista de daños que ha recibido la canciller por los vaivenes en su interacción con las autoridades de Venezuela y por los costos de la dantesca problemática que se extiende a lo largo de los 2.219 kilómetros de esa frontera

Germán Manga, Germán Manga
13 de febrero de 2018

En su octavo año en el cargo la canciller María Ángela Holguín ya puede anotar en su hoja de vida el peor fracaso de su gestión y quizás de toda su historia diplomática: Venezuela. Desde su posesión en 2010 ha sido su mayor fuente de dificultades y poco o nada ha cosechado de esa eléctrica y peligrosa relación, que para ella pasó del arrumaco de los primeros tiempos con Chávez y con Maduro, -en contraste con la línea dura de Uribe-, hasta los duros arañazos de lado y lado en las últimas épocas.

Hoy se entiende fácilmente que el motivo principal del timonazo fue el apoyo de Cuba y Venezuela al proceso con las Farc.  Rehén de “la paz”, bajo María Ángela la diplomacia colombiana perdió prestigio y respetabilidad al apartarse del resto del mundo en la condena a los graves atropellos de ese régimen de narcotráfico, corrupción y violencia, que produjo la ruina material y moral de uno de los países más ricos de América Latina.

¿A cambio de qué? En los gloriosos nunca recuperamos los mercados del que fuera nuestro segundo socio comercial pero además las Farc y ELN consolidaron su presencia en su santuario. Se disparó el crimen en la frontera -las rutas de la coca, el contrabando de ganado, medicinas, alimentos y gasolina-. Ahora, en los dolorosos, todas esas variables empeoran con ocasionales irrupciones de militares venezolanos a nuestro territorio y el tema fronterizo volvió a ser instrumento de política y motivo de disparatadas acciones y declaraciones de Maduro y su gente.

Pero hasta ese panorama sombrío parece un tema menor ante la perspectiva del arribo a Colombia de centenares de miles –quizás millones– de venezolanos en la ruina.  El cambio abrupto en las reglas para su admisión activó la estampida, pero sobre todo hizo evidente que ni la Cancillería ni la Presidencia han tenido ni tienen una política clara y apropiada para enfrentar un problema de tanta gravedad, que en definitiva es la transferencia directa a nuestro país de los costos de la ineptitud de Maduro.

Sorprende al respecto la cándida respuesta de la ministra Holguín en reciente entrevista en El Tiempo con Yamid Amat, cuando afirmó que solo ahora, -más de dos años después del inicio del cruce masivo de inmigrantes en la frontera- iniciarán la “caracterización” de los venezolanos en nuestro territorio para saber “quiénes están, en dónde están y con qué tipo de documentación cuentan”.

Es fácil afirmar, con base en la historia, que somos el mismo pueblo y que es hora de la reciprocidad porque Venezuela albergó en las últimas décadas a muchos colombianos –la cifra exacta está en discusión-.  Como los parientes en necesidad que llegan a dormir en el sofá los miles de inmigrantes son acogidos con simpatía y buena voluntad que se disolverán en poco tiempo -en especial en los sectores más humildes- cuando se entienda que los pobres venezolanos competirán con los pobres de aquí por los 70 billones de los subsidios y por los exprimidos presupuestos del gobierno en salud o educación, también amenazados por los recursos que demanda el proceso de paz con las Farc.

Está por verse dónde ubicarán y de dónde saldrá el dinero para crear espacios y oportunidades a tantos inmigrantes cuya vida seguirá siendo azarosa entre nosotros con la suerte a merced de un gobierno que en ocho años no ha podido concluir la reconstrucción de Gramalote -un municipio de apenas 6.000 habitantes-, ni desde finales de 2016 organizarles la nueva vida a los 12.000 desmovilizados de las Farc.

Esa falta de visión, de responsabilidad y de política también tiene costos retroactivos. El derrumbe de Venezuela era una gran oportunidad para atraer inversión y gente calificada al estilo de lo que hicieron Canadá o Australia para acoger la diáspora de millonarios chinos de Hong Kong con motivo del regreso de ese territorio a dominio comunista en 1999. No creamos condiciones favorables ni privilegiadas para que los venezolanos de mayores recursos se establecieran aquí. Se fueron a Estados Unidos, España, Italia, Portugal, Chile y Argentina y el flujo de los que montaron empresas como Locatel, Farmatodo o Clean & Clean se detuvo cuando inexplicablemente la canciller Holguín eliminó las visas “Mercosur” que lo hicieron posible.

Capítulo especial los delincuentes. Oportuna y acertada la alerta del fiscal Néstor Humberto Martínez -1869 capturados en flagrancia entre enero de 2017 y febrero del 2018-, que entraron al país como Pedro por su casa. En Venezuela las malas políticas del gobierno acabaron la economía, pero fueron los criminales los que volvieron el país invivible. El crimen organizado y los temibles “pranes” que desde las cárceles manejan redes de secuestradores, asesinos y asaltantes. Disminuidos sus ingresos por la ruina y por el éxodo venezolano, su expansión o venida a Colombia es una amenaza macabra, quizás imposible de detener.

Tampoco hay políticas ni acciones exitosas de la Canciller para enfrentar a las agresivas organizaciones de tráfico de personas que han proliferado durante su administración para mover por nuestro territorio cubanos y haitianos y en los últimos tiempos africanos y asiáticos desde Venezuela y Ecuador hacia Centroamérica, por Urabá, un problema de dimensiones descomunales que ella se empeña en mantener de bajo perfil.

Es claro que las decisiones más importantes en política exterior las toma el presidente pero también que es larga e irreparable la lista de daños que ha recibido la canciller por los vaivenes en su interacción con las autoridades de Venezuela y por los costos de la dantesca problemática que se extiende a lo largo de esa frontera de 2.219 kilómetros de extensión. Dijo a Yamid que logró ayuda de las agencias del sistema de Naciones Unidas y de los gobiernos de Brasil y Turquía, en procesos de facilitación migratoria. Podría invocar también la colaboración de San Toribio Romo para resolver, en los meses que le quedan en la Cancillería, una situación que ni ella ni el gobierno lograron entender, ni prevenir, ni resolver en los últimos años.

@germanmanga

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