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La visita de Francisco al país del Sagrado Corazón

El país que recibirá a Francisco es diferente al que encontró Pablo VI en 1968 y la Iglesia que él encarna es distinta a la que existía al final de los ochenta .

Juliana Londoño, Juliana Londoño
24 de julio de 2017

Pasada la expectativa por el futuro de James Rodríguez y después del exitoso desempeño de Urán y de Nairo en el Tour de Francia, el país empieza a prepararse para la visita del papa.

Francisco es latinoamericano y ha tenido el valor de dar los pasos para desmontar el tinglado de los cardenales del círculo vaticano que ha persistido como un rezago del tiempo de los Borgia. Al poco tiempo de su elección advirtió que si la Iglesia católica no se renovaba, quedaría convertida en una ONG.

Ante el estupor de algunos, se atrevió a decir que él “no era infalible” y decidió modificar la farisaica posición de muchos años de la Iglesia católica, de hacerse “la de la vista gorda” ante el impune abuso de menores por parte de algunos sacerdotes y religiosos.

Sea la visita de Francisco de carácter político, pastoral o una mezcla de ambas, el marco en el que viene su santidad es diferente al que existía cuando Pablo VI visitó Colombia en 1968. Ahora Colombia es un país laico, aunque de gran mayoría católica, en el que un canciller no perdería su puesto, por decir antes de la visita papal que está de acuerdo con la píldora anticonceptiva, como le pasó a Germán Zea Hernández en 1968, ni los presidentes anualmente renuevan la consagración del país al Sagrado Corazón.

Virgilio Barco, como presidente, se empeñó en la modificación del Concordato, algo parecido a un sacrilegio. Empezando por acabar con las disposiciones que impedían a los colombianos que hubieran contraído matrimonio, casarse por segunda vez, bajo el riesgo de irse para la cárcel, acusados de bigamia, a menos que apostataran (¡!). Los separados que quisieran casarse nuevamente tenían pocas opciones adicionales: conseguir la anulación de su matrimonio, que era más difícil que lograr una canonización; casarse en Venezuela, Ecuador, República Dominicana o Panamá; o simplemente, vivir juntos, lo que era un escándalo social, fuera de que la pareja estaba condenada “al fuego eterno” a la par de los que practicaban el control de la natalidad, considerado como un “pecado mortal” como el asesinato y las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

Para la modificación del Concordato, el canciller viajó a Roma y se entrevistó con Juan Pablo II. El papa no tuvo objeción, pero le advirtió al ministro que el problema era la severa oposición de la conferencia episcopal colombiana.

En una de las cartas cruzadas sobre el tema con el presidente Barco y el canciller, el presidente de la conferencia, el cardenal Alfonso López Trujillo, le dijo al mandatario “…no puedo ni debo ocultarle el profundo malestar de la Iglesia colombiana y no pensaría que fuera su intención causarle a la Iglesia heridas”. Más adelante se lamenta de que “…el ministro de relaciones exteriores agita las tesis del gobierno sobre el matrimonio civil…e indaga…sobre la forma de someter a plebiscito lo atinente al divorcio del matrimonio católico y la Dirección Nacional Liberal lo propone, como uno de los puntos claves para la reforma de la Constitución en lo atinente a las relaciones entre el gobierno y la Iglesia”. Concluye diciendo “¿Que podría hacer usted…y que podría hacer yo, le ruego indicármelo, para evitarle al país una nueva causa de tensión y de perturbación mucho más grave de lo que cabe imaginar?” Eso que los carteles de la droga estaban en su apogeo y la guerrilla proliferaba a diestra a siniestra.

Sin duda el país que visitará Francisco es diferente al de 1968 y la Iglesia que él encarna es también distinta de la que existía a finales de los años ochenta…Afortunadamente, de todas maneras, Colombia sigue siendo el país del Sagrado Corazón, sino dónde estaríamos…

(*) Profesor de la facultad de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario.

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