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¡Viva el Plan Colombia!

Permitir a los aviones de Estados Unidos usar nuestras bases contra el narcotráfico en reemplazo de la de manta debería tener una contraprestación.

Semana
21 de marzo de 2009

Coincido con la queja del vicepresidente Santos, pero no con su solución. Es cierto que Colombia en ocasiones ha padecido un trato indigno por parte de funcionarios y congresistas de Estados Unidos durante las negociaciones y la ejecución del Plan Colombia. Pero la solución no es terminar con ese Plan, que sigue siendo muy conveniente para el país.

Más aun, hoy más que nunca es necesario profundizar y fortalecer la cooperación entre Estados Unidos y Colombia.

En efecto, el mundo y, en particular, América Latina, están viviendo una activa diplomacia que cambiará el tablero de las alianzas estratégicas. En Suramérica, Brasil ha realizado una alianza de cooperación estratégica de gran alcance con Francia, que incluye la construcción de un submarino de propulsión nuclear. Venezuela estrecha su acercamiento con Rusia, no sólo para la compra de armas, sino ofreciendo su territorio como punto de apoyo logístico a la armada rusa. El tema de la defensa nacional se está dinamizando con la reciente creación del Consejo Sudamericano de Defensa, liderado por Brasil. Colombia no se puede aislar en medio de esta dinámica general. Por ello, tanto por razones estratégicas de largo plazo, como por motivos pragmáticos de corto plazo, Colombia necesita fortalecer la cooperación militar con Estados Unidos. Y para esto la continuidad del Plan Colombia es hoy un imprescindible instrumento.

Así pues, el asunto no es de unos dólares más o unos dólares menos, que los necesitamos todos y no nos sobran, sino de definiciones estratégicas de corto y largo plazo. La ayuda de Estados Unidos fue clave para lograr el reciente fortalecimiento y la modernización de nuestras Fuerzas Militares, básica para la recuperación de nuestra seguridad. Sin ella difícilmente lo hubiéramos logrado. Sin embargo, afortunadamente, en relación con esta ayuda externa Colombia no ha sido víctima del síndrome del país "asistido", que en ocasiones puede asemejarse al vínculo del drogadicto con la droga: le genera dependencia, requiere de dosis cada vez mayores y le ocasiona pérdida de autonomía. En nuestro caso, un manejo serio y responsable del tema de la seguridad nos ha permitido realizar un grandioso e inédito esfuerzo interno para allegar crecientes recursos propios, de tal forma que cada vez dependemos menos de la ayuda externa, estamos muy preparados para su disminución gradual, y hemos conservado nuestra autonomía en lo que tiene que ver con la recuperación de la seguridad interna y el control del Estado sobre el territorio.

Pero el costo del éxito en seguridad, hay que reconocerlo, ha sido la imposición desde fuera de una fracasada estrategia de lucha contra el narcotráfico basada en una estéril fumigación de los cultivos ilícitos. Estéril porque, aun cuando los cultivos se han reducido a la mitad, ahora producimos el doble de cocaína que hace 10 años. En consecuencia, y de común acuerdo con Estados Unidos, es necesario revisar y reorientar esta frustrada estrategia, lo que debe ser parte de un ajuste general del Plan Colombia. Ahora su principal propósito debe ser consolidar los importantes avances logrados en la recuperación de nuestra seguridad nacional. Es necesaria la definición de nuevos énfasis y prioridades. Por ejemplo, un esfuerzo mucho mayor para garantizar la guarda y el blindaje de nuestras fronteras.

No obstante, estos convenientes ajustes en la cooperación bilateral no deben hacernos perder de vista que para ganar respeto y ampliar nuestra capacidad de maniobra estratégica a nivel regional, Colombia debe ampliar y proyectar su alianza con Estados Unidos. Nuestra participación en misiones humanitarias en Afganistán, con la cooperación de España, nos acerca a la Otan y robustece nuestros lazos con Estados Unidos. Permitirles la utilización de nuestras bases militares a sus aviones en la lucha contra el narcotráfico, en reemplazo de la base de Manta en Ecuador, debería tener una significativa contraprestación.

Que Estados Unidos ha perdido influencia en la región, es cosa sabida; que hacia ellos es creciente la desconfianza, también. Por eso Colombia debe hacer valer en todos los terrenos su condición de aliado leal y firme en Suramérica. Y lo primero es exigir un trato más respetuoso de la contraparte y rechazar imposiciones basadas en la incomprensión o en la soberbia. Pero, con la dignidad en alto, y aunque suene paradójico, debemos tener claro que la forma más eficiente de garantizar nuestra soberanía nacional, es mantenernos como fuerte aliado bajo la sombrilla protectora de los Estados Unidos. Y para esto es necesario mantener Plan Colombia. n

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