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Final, final, no va más

En la era posobjeciones, los defensores de los acuerdos de paz no pueden pretender que no se va a cambiar una coma, ni el Gobierno que tendrá carta blanca para modificarlos a su antojo

Lucas Pombo, Lucas Pombo
25 de abril de 2019

El lunes será el fin de la película. Después de meses y meses de un Congreso monotemático (y de esta columna monotemática) podremos pasar la página de la Ley Estatutaria de la Jurisdicción de Paz para concentrarnos en lo importante. La voz del Secretario del Senado cerrando la votación tiene que marcar también el paso de la página. Ya se agotaron los canales legales y constitucionales para discutir las objeciones, dejando como balance unas instituciones desgastadas y enfrentadas y una polarización comparable a la de tiempos del Plebiscito.

La división que hay hoy entre los del "sí" y los del "no" (aunque parezca una frase escrita en 2016) parece insalvable y va a implicar un estancamiento de la vida democrática si no se encuentran válvulas de escape. No nos equivoquemos, las modificaciones a los acuerdos de La Habana van a llegar, ese fue uno de los mandatos con los que el presidente Duque fue elegido. Ni las bancadas independientes y de oposición pueden actuar con terquedad y pensar que todo seguirá igual, ni el gobierno y su coalición pueden pensar que su victoria en las elecciones presidenciales y en el plebiscito les da un cheque en blanco para dar reversa a un compromiso de Estado que cuenta con la bendición del grueso de la comunidad internacional.

 Acuerdo nacional es una expresión que ha sido usado tantas veces que ya suena vacía; sin embargo, hay que insistir  en este nuevo capítulo posobjeciones. Es posible. En octubre del año pasado Gustavo Petro, Álvaro Uribe, verdes, liberales, conservadores, casi todas las fuerzas políticas llegaron a unos acuerdos mínimos para reformar la JEP. En ese entonces el acuerdo plasmado en una ley estatutaria se hundió por falta de trámite en medio de un mar de proyectos pero al menos quedó la esperanza de una salida negociada al pantano de la intransigencia que termina llevándose también los temas y proyectos sobre los que sí hay puntos comunes y que mejoran la vida de los colombianos.

Es hora de que el presidente Duque, tal y como lo hizo después del resultado de la Consulta Anticorrupción, convoque a todas las fuerzas políticas, sin excepción, para que se acuerden unos mínimos que permitan que la Jurisdicción de Paz empiece a funcionar con la confianza del más amplio sector posible de la sociedad. Sin duda el camino será largo y desgastante, como lo fue la negociación con las Farc, pero necesario si queremos avanzar en la agenda de país. En el horizonte deben estar las víctimas, sus derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación y la seguridad jurídica de los excombatientes de las Farc, el resto es carpintería.

Los ganadores en esta etapa de la vida nacional no serán los intransigentes ni los fundamentalistas, por más aplausos que esas posiciones hoy traigan . La historia terminará premiando a quienes en momentos en los que parecía imposible, buscaron caminos de diálogo para salvar el proceso de paz y los derechos de las víctimas incluso si eso significó no siempre tener la razón ni ganar todas las batallas.

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