Buena parte de la genial concepción de Bolívar consistió en apreciar, desde los albores del siglo XIX, que la independencia y soberanía de Colombia se podrían mantener bajo la protección de Inglaterra, potencia dominante del universo, y en contra de las aspiraciones expansionistas de América del Norte. Así como Canning y los estadistas europeos temían homogeneización del hemisferio americano bajo la tutela de los principios republicanos, y en contraposición con las monarquías, Bolívar temía, al propio tiempo, que la vieja hostilidad entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña se arreglara intempestivamente para establecer un eje anglo-sajón de inmenso poderío y graves proporciones amenazadoras para la tranquilidad del continente.
Por ello, la diplomacia bolivariana consistió en apartar la influencia incipiente de los Estados Unidos en Centro y Suramérica, y en fomentar la de la Gran Bretaña que en aquellos tiempos estaba impulsada por los principios liberales de la democracia y el libre comercio.
CLAYTON-BULWER: El estudio de las relaciones anglo-americanas durante el siglo XIX resulta por tanto apasionante, no solo por la forma dialéctica como esas relaciones condujeron, fin de siecle, hacia una síntesis imperialista, sino también porque tuvieron una honda repercusión sobre la soberanía colombiana.
Estas relaciones, que evolucionaron a partir de 1776 en forma negativa, produjeron la guerra de 1812 y estuvieron a punto de enfrentar militarmente a las dos potencias navales en varias ocasiones durante el siglo XIX, se resolvieron finalmente en un acuerdo pragmático hacia 1895, cuando las dos naciones entendieron que sus objetivos estratégicos eran concordantes. El Tratado Clayton-Bulwer, firmado a mitad de siglo, había logrado para Inglaterra un "derecho de igual influencia" en cualquier ruta interoceánica futura y se convirtió, por lo tanto, involuntariamente, en la garantía real de la integridad del territorio colombiano, que el Tratado de 1846, con los Estados Unidos, ya establecía. Mientras estuvo vigente el Clayton Bulwer, Panamá estuvo segura. En 1901, el Tratado Hay-Paunoefote reemplazó al anterior, consagró el retiro definitivo de los intereses británicos en América, y estableció la hegemonía de la influencia de los Estados Unidos sobrel el hemisferio. Eso era, precisamente, lo que el Libertador había querido evitar. Dos años después se perdió Panamá, cuando ya Norteamérica tenía la seguridad de que podría controlar exclusivamente el botín de su nuevo imperio.
El imperialismo, que había entrado en escena, como un poderoso explosivo en la última década del siglo, no fue únicamente una teoría de la expansión política. Estaba basado en profundos conceptos racistas, estimulados por la guerra de Inglaterra contra los Boers, por las aventuras en la India y por un tradicional desprecio anglo-sajón hacia los pueblos españoles. Kipling, a quien de jóvenes conocimos por sus románticas y heroícas narraciones orientales, "Kim" y "El Libro de las Tierras Vírgenes", impulsaba con su poesía el imperialismo más inmodesto: "Aceptad la carga del hombre blanco" le rogaba a los norteamericanos -como una misión moral que esclavice a los hombres primitivos que son "mitad demonio y mitad niños". "Mediocre poesía" -conceptuó Teodoro Roosevelt, "pero tiene sentido desde el punto de vista expansionista". Palmerston, el ministro inglés, arquitecto del Imperio, y que detestaba morbosamente a los norteamericanos, fue sin embargo el primero en dar el viraje hacia la amistad. Comprendió que Inglaterra no lograría dominar, en América, extensos territorios coloniales y que le convenía, entonces, ser aliada del imperialismo norteamericano que los ingleses habían logrado, empero, detener con el Tratado Clayton-Bulwer, en momentos en que Nicaragua y Honduras habían solicitado, formalmente, la anexión a los Estados Unidos. Y estimuló, entonces, la abrogación del Tratado. "Durante mucho tiempo escribía a Clarendon, he sentido la convicción íntima de que con el curso del tiempo la raza anglo-sajona se convertirá en dueña de la totalidad del continente americano, Norte y Sur, en razón de sus cualidades superiores al compararla con los degenerados españoles"... Russell y Malmesbury pensaban que los Estados Unidos deberían poseer a Centroamérica y hasta Palmerston, el archi-enemigo, pensó antes de 1860 que estaría bien que México fuese anexado a la Unión.
IMPERIO Y MORAL: El "impulso imperial": como lo llama el historiador Bradford Perkins en su obra clásica e ingenua "El gran acercamiento Inglaterra y los Estados Unidos 1895-1914" -se interpretó en los Estados Unidos cada vez más como una obligación moral, derivada de la superioridad racial anglo-sajona, combinada con una ideología darwinista que sustentaba el incipiente racismo. La unidad de religión y de principios políticos convirtió al eje anglo-americano en formidable adversario de las soberanías americanas y a la vuelta del siglo, debilitada económica, moral y políticamente, Colombia perdió Panamá para saciar el apetito de los protestantes. Fue, después de perdida la Costa de Mosquitia, la última mutilación proveniente de nuestra ausencia de diplomacia, que había sido tan exitosa en los tiempos de Bolívar.
"White, Anglo Saxon, Protestant" sigla añorada por la aristocracia imperial norteamericana.

opinión
W.A.S.P.
Por: Semana