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WE WANT BUSH

La fuga de Pablo Escobar nos habría salido costosísima en un gobierno demócrata.

Semana
12 de octubre de 1992


PARA LOS COLOMBIANOS, QUE JUZGAmos de manera superficial la política norteamericana, las preferencias iniciales apuntan a un triunfo de Bill Clinton sobre George Bush en las próximas elecciones norteamericanas. Nos gusta más Clinton por unas apreciaciones emotivas que incluyen su excelente "look", sus maneras informales en mangas de camisa, su juventud, su corte de pelo y hasta, por que no decirlo, sus aires de infidelidad. En contraste, Bush nos resulta aburrido, Bárbara Bush vieja y el conjunto muy poco emocionante. A juzgar por las encuestas, lo mismo le pasa al público norteamericano, que no ha podido convencerse de que la reelección de esta pareja es garantía de que los próximos cuatro años van a ser mejor que los cuatro anteriores.
Sin embargo, para los colombianos el asunto Bush-Clinton es mucho más trascendental, y desde luego mucho menos superficial de lo que imaginamos. A Colombia le convendría mucho más un triunfo del primero sobre el segundo, en todos los aspectos en los que a nuestro país le interesa una relación con los EE.UU.: en el aspecto político, en el comercial, y en el campo del narcotráfico.
Para comenzar por el campo económico, el espíritu fuertemente proteccionista que desde siempre ha caracterizado a los demócratas riñe significativamente con las aspiraciones colombianas de formalizar con los EE.UU.; unas relaciones de libre comercio antes de finales del siglo. A eso se suma que Gore, compañero de fórmula de Clinton, es un obsesivo en materia ambiental, lo que está bien, pero además partidario de utilizar el comercio como herramienta para promover la protección del medio ambiente, lo que está mal. Por ese camino, muchos productos colombianos se vararían en la frontera de los EE.UU., o porque no llenan los requisitos ecológicos, o porque se alega que no los llenan para proteger de la competencia a la industria doméstica norteamericana. Aunque Clinton por ahora ha negado su espíritu proteccionista, ya ha dado dos pistas de que lo tiene: sus críticas al tratado de libre comercio con México y Canadá, porque perjudica a los trabajadores norteamericanos, y su extraña propuesta de "clavarle" un impuesto a las inversiones extranjeras en los EE.UU.
Desde el punto de vista del narcotráfico, los demócratas han mantenido un pérfil bajo frente al tema. Pero se sabe que de llegar al Gobierno reorientarían la inversión hacia una campaña contra el consumo y la demanda, lo que está bien, pero disminuyendo la ayuda económica y comercial a los países que padecen la producción de la droga, que está mal. Los demócratas incluso pensarían en establecer criterios de desempeño en la lucha contra la producción, y país que no los cumpla se enfrentaría muy probablemente a sanciones comerciales crecientes. La fuga de Pablo Escobar, por ejemplo, nos habría salido costosísima en un gobierno demócrata, en contraste con uno republicano, que nos demostró comprensión y apoyo. Para Bush, la ayuda comercial y militar a Colombia es importante, hasta el punto de que en ese marco se gestó la iniciativa andina, que contiene un paquete de preferencias comerciales como expresión de solidaridad con Colombia.
Y más aún: Bush tiene un compromiso formal para impulsar un nuevo pacto cafetero como estímulo a la lucha contra el narcotráfico. Nadie asegura que Clinton, convertido en Presidente, respete este pacto.
Pero quizás una de las ventajas más despreciadas por los colombianos de una posible reelección de Bush se da en el campo político, no tanto por lo que el gobierno republicano pueda ayudarnos, sino por lo que puede evitarnos de un gobierno demócrata.
En este tema, Clinton se parece a Carter: hace un énfasis fundamental en los derechos humanos y en la democracia, y un posible gobierno suyo estaría dispuesto a ejercer un papel internacional activo para defender estos ideales. La posición republicana es mas realista: primero viene la seguridad de los EE.UU.
Aunque en principio suene extraño, nos ha ido mejor con los realistas que con los idealistas. Un gobierno de Clinton potenciaría la capacidad negociadora de la guerrilla colombiana. Hasta tal punto es cierto, que ya las Farc (y esto es chiva) están trabajándole intensivamente a construir una relación estrecha con los grupos de derechos humanos en Washington (varios de sus representantes se la pasan allá) y con los "staffers" de los congresistas demócratas, un poco en la dirección del modelo salvadoreño, basado en que una confrontación con el gobierno colombiano no necesariamente implica una con los EE.UU.
Con ello la guerrilla busca abrirse un espacio de maniobra en el que se vuelve muy vulnerable la posibilidad de una "democracia guerrillera", alimentada por un gobierno norteamericano demócrata que más que ver con buenos ojos, casi que presionaría un diálogo del Gobierno colombiano con una guerrilla violentamente beligerante.
Como puede apreciarse, que Bush le gane a Clinton es importante para Colombia. Más importante aún de lo que sugiere esa vieja frase de cajón que dice que más vale malo conocido que bueno por conocer.

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