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¿Y ahora qué?

En el movimiento ciudadano contra el golpe caben los muchos uribistas que creen en el Estado de derecho y los antiuribistas si son demócratas

Semana
5 de diciembre de 2004

Fue un golpe de estado. Un golpe de estado sumamente popular y aprobado en el Congreso. Pero fue un golpe de estado.

Los más cínicos decían que se trataba de una reforma impersonal y que la reelección existe en muchas democracias. Pero en los debates quedó penosamente claro que se trata de reelegir a Uribe porque lo está haciendo bien y el pueblo así lo desea.

Si la reforma fuera impersonal, el Presidente no habría feriado puestos ni aplazado leyes urgentes para abrirle camino en el Congreso. Pero en efecto dio un golpe de estado porque hizo cambiar la Constitución para quedarse en el poder. Y el argumento del querer mayoritario es chimbo porque las reglas de un Estado de derecho no se cambian cada vez que lo pidan las encuestas.

A este golpe le faltan dos remaches: eliminar la posible competencia de algún gobernador o algún alcalde, y de una vez dejar que a Uribe lo reelijan para un tercer período. El Senado y la Cámara no estuvieron de acuerdo en estos detallitos, pero ahí está la 'Comisión de Conciliación' con mayoría de bolsillo.

Luego vendrá la Corte, que es el mayor peligro para esta mala idea: y es que algunos magistrados saben qué cosa es eso del Estado de derecho. Quizá unos digan que hubo vicios de procedimiento y otros opinen que el Congreso no puede cambiar de régimen político -como de hecho lo hace esta reforma-. Pero, claro, el gobierno se cuidó de nombrar amiguetes en la Corte y en todo caso ahora busca el modo de aquietarla o de callarla.

El año y medio de gobierno que falta será malo por dos buenas razones. Una, que en vez de presidente tendremos candidato. Otra, que a ningún aspirante le conviene que Uribe lo haga bien -y esto incluye a los señores uribistas-: vendrá la resistencia soterrada de moros y cristianos.

Pero Uribe ganará las elecciones por tres razones gordas. Una, que parte con el 70 por ciento de apoyo en las encuestas. Otra, que de su lado están el presupuesto, los nombramientos, las licitaciones, los consejos comunitarios, la televisión, los 2.500 kilómetros de carreteras, los cacaos y los gringos. Claro que habrá una ley estatutaria, pero esa ley será para morirse de la risa -o en todo caso no habrá cómo cumplirla-.

La tercera razón -por si faltara- es que las otras campañas llevan camino de ayudarle a Uribe. Mezcla de clientelismo y populismo, la actual oposición no logra despegar; Serpa y Navarro, sus candidatos mejor perfilados, despiertan tal resistencia que aumentarían los votos para Uribe. Mockus y Peñalosa son sustitutos retocados de Uribe, pero un original vende más que una copia. Los demás aspirantes no tienen chance de llegar al partidor. Y en todo caso la dispersión entre ellos le daría el empujón final al candidato-presidente.

Quedan pues dos maneras de frustrar este golpe de estado. Una no es improbable, pero es indeseable. La otra es casi imposible, pero sería bella.

La primera es que Uribe pierda imagen a causa de un escándalo, un reventón fiscal, un fracaso en Ralito, un repunte de las Farc, un estallido social o algún otro revés. Son las cosas que "aún están por verse", como dice la gente cuando dice que nada está escrito; pero son cosas que nadie puede querer para Colombia.

La otra vía es un gran movimiento ciudadano contra el golpe de estado que se cierne. No contra Uribe: contra la reelección automontada. Aquí caben entonces los muchos uribistas que creen en el Estado de derecho, caben los antiuribistas siempre que sean demócratas y caben los no alineados mientras tengan conciencia ciudadana.

En su propio interés, los aspirantes a la Presidencia de todos los colores firmarían un pacto para unas elecciones sencillamente democráticas, vale decir, en ausencia de Uribe. Estas elecciones podrían realizarse durante 2005 (el Presidente no puede postularse sino en 2006) y el ganador se enfrentaría sólo a Uribe. De modo alternativo o quizá complementario, podría pactarse el voto en blanco para que las elecciones de 2006 tengan que repetirse sin Uribe.

El movimiento supone un esfuerzo supremo de lucidez y generosidad por parte de los líderes, y un gran esfuerzo de aprendizaje y disciplina por parte de la

gente. Por eso dije que es casi imposible; pero sería

muy bello.

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