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Marco Tulio Gutiérrez

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… Y el mundo cambió…

Lo que apenas parecía un vocablo, terminó siendo realidad; el mundo cambió y cambió para siempre, estas transformaciones nos hacen reflexionar sobre lo que viene para nuestras vidas y para nuestro país.

Marco Tulio Gutiérrez Morad
27 de octubre de 2020

Hace apenas unos meses cuando asomó el horror de la pandemia, todos incluimos en nuestro lenguaje cotidiano la expresión del cambio y la reinvención, desde marzo de 2020, hemos hablado de toda una gama de cambios y de modificaciones que irían haciendo paso mientras todos los días la normalidad pasó a constituirse como un extraño episodio de desarraigo y confusión, sin embargo, y como el aluvión, de manera lenta e imperceptible, hoy en día somos una sociedad diametralmente distinta a la de hace un año, un conglomerado que en un abrir y cerrar de ojos se adaptó a la virtualidad, desde los pequeños estudiantes de jardines infantiles hasta los más versados profesionales en sus estudios continuados o doctorados ajustaron sus jornadas académicas al rigor de la tecnología, así mismo, el trabajo virtual pasó de ser una medida contra la proliferación del virus a una verdadera opción laboral, aplicable hoy en casi todas las empresas del país y del mundo, un esquema que en muchos casos ha traído enormes beneficios en cuanto a índices y resultados empresariales, en donde el rendimiento se ha incrementado y optimizado, por la misma eficiencia de aplicación del tiempo. Antes del teletrabajo, las circunstancias para llegar tarde a las labores eran el común denominador; que el TransMilenio, que la vía estaba cerrada, que las protestas, en fin. Hoy solo es necesario prender el celular o el computador para estar reunido con diferentes personas alrededor del mundo.

Estamos ante una situación inédita en nuestro contexto político, se viene con toda la contundencia la campaña presidencial de 2022, una campaña que a la luz de este nuevo mundo poscovid, se llevará a cabo al interior de las redes sociales y cada vez más lejos de la gente, desafortunadamente esta circunstancia incrementará la desmedida polarización que invadió nuestro entorno, unas redes repletas de odio visceral, intolerancia, un debate en el que pareciere que las ideas propias quedaron relegadas al pasado, en el que independientemente de la ideología, solo se intenta minar e intimidar al opositor con abstracciones como son las expresiones del “castrochavismo” o la política de los “enemigos de la paz”, descripciones que tal como si estuviéramos en la novela de George Orwell, 1984, evocan la figura de Emmanuel Goldstein, sin saber si este es un verdadero enemigo del Estado o solo una invención para incrementar el miedo de una sociedad que ha sido concebida para no opinar.

Por otro lado, las redes sociales terminaron tornándose en epicentros de la difamación y de la desinformación. Las más infames y dolosas agresiones en contra de cualquier opositor o contradictor, se intentan justificar dentro de la óptica constitucional del personalísimo derecho a expresar opiniones, sin embargo, mostrar archivos íntimos de un tercero sin su previa y expresa autorización, o soslayar la presunción de inocencia mediante cualquier dañina imputación, no son expresiones de opinión, sino la flagrante y diáfana laceración de derechos fundamentales escondidas subrepticiamente tras el supuesto ejercicio de un garantía constitucional.

Esta nueva realidad ha modificado dramáticamente la dinámica de la política nacional, el debate y la deliberación con un Congreso de la República funcionando bajo un sistema de alternancia o semipresencial, hace que la discusión se desnaturalice y termine ubicada en escenarios totalmente extraños a aquellos en los que se deberían efectuar, hoy los ciudadanos no vemos una discusión de ideas al interior del salón elíptico del Congreso, sino hilos en Twitter, publicaciones en Facebook y al final todo termina siendo fermentado, como un fatídico coctel molotov, con alguna noticia falsa o algún mensaje de cadena que recibimos en nuestro teléfono celular que termina desviando totalmente la atención a la realidad, para centrarnos en estrategias que buscan inmiscuirnos dentro de un reino de imprecisiones y falacias.

Dentro de esta nueva realidad, la práctica y el ejercicio del derecho cambió, modificaciones que debieron haberse materializado hace muchísimos años llegaron de manera forzosa con la pandemia, en Colombia estamos hablando de elementos virtuales y tecnológicos para la administración de justicia desde finales de los años noventa, y solo hasta ahora, a regañadientes, tuvimos que adaptar un sistema eminentemente mecánico y presencial a uno virtual, en el que las salas de audiencia fueron reemplazadas por aplicaciones digitales de videollamadas, en las que la destreza y técnica del litigante queda relegada a una aparición en cámara, que obviamente no desdice del profesional del derecho, pero una cosa es padecer el rigor de un curtido abogado interrogador en vivo y en directo y otra estar sometido a pantallas que se congelan, a caídas de la señal y a circunstancias que sin duda, hacen que la técnica deba evolucionar a estas instancias tecnológicas, sin duda estamos ante un gran desafío para aquellos abnegados penalistas o litigantes en derecho civil, que todos los días libran colosales batallas legales y que gracias a la nueva realidad, esa cotidianidad que otrora se llevaba a cabo en los juzgados del centro y al calor de las cafeterías colindantes a los despachos judiciales, ahora se desarrollará al frente de un computador.

Estamos ante un mundo que efectivamente cambió y lo hizo para siempre, quien iba a imaginar que el fútbol se reactivará sin público en los estadios, pero lo que parece más extraño, grandes eventos como las eliminatorias y las finales de la Copa Libertadores de América, como ya sucedió con la Copa de Campeones de Europa, se jugarán sin espectadores. Los artistas se adaptaron a la virtualidad y los espectáculos y conciertos no han cesado pese a las prohibiciones por el distanciamiento social y por el contrario se volcaron a la virtualidad y a la difusión digital, en donde el espectador desde la comodidad de su casa, puede ver en línea a su artista de predilección.

La práctica de deportes como el tenis o el golf sin la posibilidad de contar con los auxiliares son circunstancias que llegaron para quedarse, y en ese entender el que quiera jugar golf deberá llevar su propia talega y quien quiera jugar tenis deberá recoger sus propias pelotas, pues sin duda nuestro mundo cambió y el regreso a la normalidad es este, no hay opciones diferentes, la pandemia nos trajo solo una posible interpretación de cómo es la vida ante la agresividad e inclemencia que durante ocho meses ha cobrado la vida de más de 30.000 compatriotas.

P.D.: Chile salió masivamente a expresarse en las urnas, y con un porcentaje superior al 70 por ciento de los votantes, de manera apabullante, se derogó el antiguo orden constitucional de 1980, régimen que por las mismas circunstancias en que nació, solo vino a regular la vida republicana el 11 de marzo de 1990, es decir, diez años después de haber sido promulgada, un régimen que si bien, edificó las bases de un país próspero, su génesis siempre tuvo la mácula de no haber sido fruto de la voluntad popular, sino una redacción unilateral de la junta militar, ratificada mediante un plebiscito que dejó más dudas que certezas.

Resultado de una masiva movilización engendrada por los estudiantes, que terminó encendiendo el descontento generalizado de una sociedad fatigada con aquella Constitución, que si bien sirvió para catapultar al país austral como un referente regional, fue concebida dentro del rigor de un régimen autoritario, que sigue siendo el oscuro recuerdo para un país que vio cómo el 10 por ciento de su población tuvo que salir al exilio y de cómo Chile fue escenario de un sistemático aparato de terrorismo estatal, al que se le atribuyen miles de muertos de opositores y contradictores.

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