Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN ON-LINE

Bienvenidos al destino

Abrir una ventana para concluir con los 'Reparas' lo que comenzó Álvaro Uribe

Yezid Arteta, Yezid Arteta
13 de abril de 2016

Piensa que te he dado una piedra lisa para que hagas en ella algo para el recuerdo. Podrías hacer un grabado con un cincel y un martillo o escribir una frase con pintura y pasarle por encima una capa de barniz. Haz un grabado para que nuestro pacto o nuestra historia perdure por generaciones, sugiero, la pintura y el barniz se gastan con la lluvia, el sol y la intemperie. Conseguiré un cincel y un martillo, respondes.

Los hitos, por lo general, se graban en piedra porque la idea es que se vuelvan eternos y muchísimos años después un guía pueda explicarle a un grupo de estudiantes o turistas: en este sitio fue donde blablá, blablá. Terminar, de una vez por todas, con todas las guerras y guerritas en Colombia es un hito para grabar en piedra. Observando, desde lejos, quisiera poner las cosas en su sitio, sin engañarme y sin el deseo de engañar a nadie. Les propongo que jueguen con las siguientes papeletas:

Primera papeleta: El inconfundible perro de pueblo que en una calle polvorienta sale ladrando a toda carrera tras un coche y de repente el conductor frena para recoger a un pasajero. El perro también frena y observa al coche detenido, pero no sabe qué hacer con él y entonces se devuelve a esperar otro y sigue así hasta morir de viejo o aplastado por una rueda. El gobierno y las FARC alcanzaron al coche, pero no saben cómo subirse en él y llegar hasta el final del recorrido.   

Segunda papeleta: En el último capítulo de la 6ª temporada de The Walking Dead, por fin aparece Negan, el clásico villano -mezcla de pervertido y loco- armado con un bate de béisbol cubierto de púas. El lugarteniente de Negan les dice a Nick y su gente: «Ya estáis aquí, bienvenidos al destino, dadnos las armas». En Colombia hay algunos ambientes que saben mucho de guerra y otros que no saben nada, pero apuestan por ella. Para los primeros la guerra es una oportunidad para hacer negocios (seguridad privada, compra venta de armas, contratos de material de intendencia y raciones, etcétera), y para los segundos es una oportunidad para hacer demagogia política con la promesa de acabar con la guerrilla por la vía de las armas.

Tercera papeleta: La tentación de lo imposible. Título del ensayo de Mario Vargas Llosa sobre Los Miserables de Víctor Hugo. Los que piensan y sueñan con ir más allá de esa prisión llamada «realidad pura». Sueñan con una paz bucólica en las que todos los hechos de violencia son esclarecidos, todas las verdades se ponen al descubierto, todos confiesan, todos los problemas socioeconómicos del país son resueltos. Estos soñadores se ven con el correr de los años como encantadores abuelos sentados en los parques mientras observan a sus nietos subiendo por las escalerillas y bajando por los toboganes.

Cuarta papeleta: El último samurái, la película interpretada por Tom Cruise. Fue mencionada por Gustavo Petro en un artículo que escribió luego de su reunión con las FARC en La Habana, para llamar la atención sobre la «paz chiquita». Hay una negociación avanzada con las FARC y comenzará otra con el ELN. Los «Reparas» reaparecen y atacan en los antiguos bastiones de los «Paras» que negociaron con el ex presidente Álvaro Uribe. Una parte considerable del ejército y la policía ataca a los «Reparas» y otra mira hacia otro lado para que puedan hacer sus diabluras. Gente en la calle marchando y contramarchando por los acuerdos alcanzados con la guerrilla.

Si tuviera la opción de elegir, lo haría por la cuarta papeleta que, en resumidas cuentas, es conseguir mediante las actuales negociaciones con la guerrilla y una oferta diferenciada a los «Reparas» y a los grupos de poder local un acuerdo de paz realista y grabado en piedra cuya finalidad sea, según el artículo de Gustavo Petro, la «deconstrucción del enemigo». Abrir una ventana para concluir con los «Reparas» lo que comenzó Álvaro Uribe. Se trata de juntar las cosas viejas con las nuevas y sin ignorar que hay un submundo en ciertas regiones del país que, sin desconocerle su pasado terrible, podría abrirse al progreso. El Japón de los samuráis es un ejemplo lejano, pero la Nicaragua de los «Contras», los «Recontras», los «Recompas» y los «Revueltos», no es más cercana. Japón y Nicaragua hicieron a su manera una «paz grande» grabada en piedra.   

Lo más fácil es congraciarme ciegamente con la propia ideología y aferrarse a posturas numantinas que, ahora o dentro de poco, llevarán al país a una especie de club de perdedores. Hay momentos en que es necesario aparcar el fanatismo y la rabia y echar una mano a una forma de humanismo redivivo que impida que el país, todo, se hunda. Salvando al país, estamos salvando la ideología propia y aprendemos que uno de los fines de la política no es el de suprimir la libertad sino el de cohabitar y polemizar con los otros. Luego, es el pueblo quien decide.