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El relato de las FARC

Todo depende de cómo hagan las cosas los ex combatientes de las FARC.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
1 de junio de 2016

La guerra con las FARC terminó hace meses y muchos analistas y agentes políticos no parecen enterarse. Gente que vivía de escribir u opinar en favor o en contra de las FARC se rasca la cabeza tratando de encontrar un nuevo leitmotiv para no volverse obsoletos. A un segmento político carente de agenda e ideas se les acabó el “caballito de batalla” y puede volverse como una especie de jarrón chino que nadie sabe para qué sirve y el día menos pensado los dueños de casa, nuevos ricos pasados de revoluciones, lo ven como un estorbo y en un ataque de juicio o de locura deciden volverlo pedazos o lo regalan a un familiar más pobre. El nuevo rico piensa que ha tirado el dinero y el pobre piensa que el jarrón es un encarte porque la casa es estrecha. 

A veces la política es imprevisible y lo que parecía seguro deja de serlo. Otras veces las cosas se agitan de tal manera que lo que antes se veía novedoso, grande, brillante y limpio, de repente empieza la gente a observarlo rutinario, pequeño, oscuro y sucio. O viceversa. Pasa con los partidos y movimientos políticos y con quienes los lideran. Puede que algo se mueva con el debut político de los ex combatientes de las FARC o puede que no pase nada. Todo depende de cómo hagan las cosas los excombatientes de las FARC. Depende también de cómo se muevan sus amigos y adversarios políticos. 

Piensa, Timochenko, que van tripulando un barco y desde cubierta observan a miles de fanáticos, curiosos y gente de toda índole esperando en el puerto. Algunos los esperan con una banda de músicos mientras otros desean mentarles la madre y habrá algunos reptiles arrastrando sus colas entre la muchedumbre. No faltaran los intelectuales que les plantearan, desde el minuto uno, los enredos de toda la vida y les dirán: no hay salida, ni una puta salida.

Piensa, Timochenko, que en las bodegas del barco pueden ustedes traer cosas nuevas que llamen la atención, seduzcan y desconcierten a la gente que espera en el puerto o pueden exponer las baratijas de siempre y encontrar eco en los frikis de  siempre. Con un poco de gracia e ingenio se puede montar o desmontar una imagen. Lo viejo, dandole una vuelta, se puede convertir en lo nuevo. Ustedes, Timochenko, son viejos echando bala pero nuevos en la política de estos tiempos cinematográficos en los que la imagen vale tanto como el discurso y la forma de decirlo.

Más que decir, Timochenko, hay que relatar. Un relato bien hecho que consiga voltear el relato que otros hicieron de ustedes. La mayoría de colombianos que está dentro y fuera de la frontera interiorizaron el relato que hicieron de ustedes: no tienen humanidad. La lucha de las FARC tuvo episodios en los que mostraron, como en toda lucha, lo mejor y lo peor del ser humano.

Hay personajes en Colombia con un prontuario perverso y oscuro, pero sin embargo son consentidos por la opinión pública porque han tenido la habilidad de contar un relato que por momentos parece épico y trascendental. En cambio hay gente que tiene historias de vida condenadamente bellas pero nadie los voltea a ver porque carecen de la chispa para echar el cuento.  

Hace unos días conversé en España con una amiga colombiana que iba a visitar a un posible amante danés que conoció por Facebook. He visto el noticiero que las FARC hacen desde La Habana y me sorprendió que hayan copiado el mismo formato de los de RCN y Caracol TV, me dijo. Y…qué, le pregunté. Esperaba algo nuevo que los diferenciara, respondió. Entiende que estaban en el monte y están trabajando con las uñas, dije para justificar a los creativos de las FARC. Ella se encogió de hombros y concluyó: sería bueno que hicieran algo chévere y no imitaran lo viejo. Esto también vale para la política.

Un relato chévere como el que hizo Diego “El Cholo” Simeone con el Atlético Madrid. “El Cholo” se hizo cargo de un equipo en bancarrota moral y le hizo creer a los jugadores que eran los mejores del mundo y le hizo creer a la hinchada que esos once chicos de la calle iban a tomarse por asalto el trono de los clubes más ricos y aristocráticos del mundo. Con su relato, “El Cholo” Simeone, llevó a “los Colchoneros” hasta las cumbres. Lo mismo hizo Tommy Lee Jones, veía hace poco, en su filme Los tres entierros de Melquíades Estrada en la que él como protagonista se cree un relato que le cuenta un jornalero mexicano que luego muere asesinado y se ve forzado a cumplir la promesa de llevar el cadáver hasta un pueblo y entregarlo a una mujer que no existe.  

Sería chévere que las FARC armaran un buen relato y evitaran así envejecer antes de tiempo.

En twitter: @Yezid_Ar_D

Blog: https://yezidarteta.wordpress.com/author/yezidarteta/

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