Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

#YoMarcho

Porque razones sobran en este país para protestar, y a la protesta ciudadana se le escucha, presidente Duque. No somos vándalos, somos millones de inconformes e indignados los que saldremos a la calle a ver si así usted escucha a su país.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
18 de noviembre de 2019

El paro del 21 de noviembre plantea un reto enorme para el gobierno de Iván Duque porque, tal como está previsto, será la movilización ciudadana más grande que se recuerde en los últimos años. En esta ocasión los que convocan a protestar no son los estudiantes, los sindicatos, los indígenas, las organizaciones sociales, las víctimas. Son todos ellos y muchos, muchísimos más, la iglesia católica, los partidos políticos, los artistas de todo arte y hasta la miss Colombia. 

Pero al gobierno y a su partido el Centro Democrático, el paro les parece una afrenta que intentan deslegitimar con la estrategia del miedo. Que es una maniobra del Foro de São Paulo que intenta desestabilizar a las democracias de América Latina, dicen, que los anarquistas, que los violentos. A los ministros les ha tocado medio desmarcarse de semejante absurdo para comenzar a encarar a regañadientes la fuerza de un movimiento legítimo, pedir pactos de no violencia a los diferentes sectores y comenzar a hacer mitigación de daños.

En lugar de desgastarse en el intento por demostrar que no existen razones para la protesta, el gobierno tendría que escuchar qué es lo que tantas voces juntas están gritando, cuál es el malestar, por qué tantos estamos tan inconformes. Sí, Chile está incendiado, Bolivia también, pero al leer lo que allá pasa desde una perspectiva del nuevo coco internacional, del comunismo bolivariano, cierra los ojos a la comprensión del fenómeno colombiano y, por tanto, a la respuesta adecuada para la ciudadanía que va a exigir desde las calles que las cosas cambien porque no están bien. Nada bien. 

A estas alturas de la convocatoria, los motivos para marchar trascienden el que fuera punto de partida para decretar el paro, lo que los sindicatos llaman “el paquetazo”, que son las reformas pensional y laboral que se han planteado. Para cumplir con los parámetros de la OCDE, a los genios neoliberales no se les ocurre más que subir los impuestos a la clase media, bajar los salarios por debajo del mínimo y dificultar cada vez más el acceso a la pensión de los mayores. No, presidente Duque, esa no es una respuesta sensata en el país que ocupa el cuarto lugar en desigualdad en el mundo, antecedido apenas por Sudáfrica, Haití y Honduras. Este país no aguanta más que en materia tributaria se siga privilegiando a los ricos mientras no se hace nada para cerrar la fábrica de pobreza que significa la corrupción.

Pero el paro también es la expresión de otros dolores que le pesan al país, no en el bolsillo sino en el corazón. Los asesinatos de líderes sociales, el genocidio desatado contra los pueblos indígenas, la guerra del narco enquistada en los territorios donde el Estado fue incapaz de copar el espacio que dejaba una guerrilla histórica. ¿Cómo iba a ser capaz, si desde este gobierno parecen más ocupados en reescribir la historia que en aprender de ella? ¿Cómo, si se niegan las víctimas y la guerra, se va a poder responder a sus heridas abiertas? Iván Duque y su patrón, su gran lastre, nunca entendieron que el país tuvo una ilusión que había que tratar con cuidado, y ha malgastado tiempo y energía en objetar o inutilizar la implementación del Acuerdo de Paz. Los territorios, al garete; los niños, a su suerte violenta en la pobreza.

Volvimos a los tiempos del ejército que responde sin dios ni ley a un enemigo guerrillero mientras otros bandidos campean y traquetean a sus anchas. Bombardeos monumentales para dar de baja a un comandante, aunque mueran menores de edad; asesinatos de reincorporados en guarniciones militares; un ministro de Defensa indigno y una cúpula militar que encubre violaciones a los derechos humanos y justifica como colaterales los efectos criminales de su guerra. 

Este paro es un grito unánime de hastío por un discurso de odio que desde el gobierno y su partido descree de la diversidad, de la memoria, de la reconciliación; que no escucha el clamor de la inequidad y que decide el bochorno ante el mundo de reconocer a presidentes autoproclamados mientras apoya el vergonzoso y anquilosado embargo a Cuba. ¿Más motivos para marchar? La mermelada diplomática entregada a tuiteras impresentables de rancia estirpe uribista. El intento de entregar 1,2 billones de pesos a Sarmiento Angulo como pago por la corrupción que sus empresas propiciaron. La defensa del fracking y de la aspersión con glifosato. Los retrocesos en la entrega de tierras a las víctimas del conflicto. El despojo en los campos por los bandidos de nuevo cuño.  

#YoMarcho porque razones sobran en este país para protestar, y a la protesta ciudadana se le escucha, presidente Duque. No somos vándalos, somos millones de inconformes e indignados los que saldremos a la calle a ver si así usted escucha a su país.

Noticias Destacadas