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Algo de luz para admiradores de columnista Carolina Sanín (y que adopten su hijo imaginario)

Semana
30 de agosto de 2010

 
Casi a la media noche del sábado, un amigo en Washington le puso a otro, de Bogotá, un mensaje en su facebook:

“A ver si se te cura esa traga maluca”, con el link de la columna dominical de Carolina Sanín en El Espectador, esta vez titulada “Sin luz”.

Sus amigos cercanos saben que el destinatario del mensaje es un rendido admirador de la columnista.

“Al regreso del trabajo me esperaba la noticia de que me habían cortado la luz porque no la había pagado”, podía leerse en el muro.

El admirador respondió lacónico, 90 minutos después: “La acabo de leer. Es tarde. No estoy curado aún. Tal vez en la mañana cuando la lea de nuevo”.

Yo lo llamé a las 9 de la mañana, porque los hechos lo ameritaban. No contestó.

La columnista cuenta que, buscando que le reconectaran rápidamente la electricidad, inventó tener un niño recién nacido, al que le acababan de hacer una cirugía de hernia umbilical, y al que tenía que “calentarle el tetero, y mi fogón es eléctrico”.

Ver: www.elespectador.com/columna-221454-sin-luz

Al medio día, el admirador escribió en facebook que prefería hablar “privadamente” del asunto. Me devolvió la llamada, pero todavía no sabía qué pensar sobre la imprevisible columna.

En la noche, contó que estaba procesando mal el hecho. “La he dado a leer a gente que no la conocía o no la sigue y el diagnóstico es demencia”.

Entonces se me ocurrió una manera de animarlo: “¿y si es un recurso para algún cuento de ella?” (Es cuentista y crítica literaria).

No lo había pensado. ¿Una especie de broma literaria o performance a lo contemporáneo?

Algo así. Ficción en un medio de realidad, y luego mete la realidad de la reacción a la ficción (60 comentarios en El Espectador) en un cuento.

Puede ser. Pero peor: esa clase de juegos me parecen pedantes.

Mejor pedante que demente, ¿no?, o demente con propósito literario.

Un indicio en apoyo de mi hipótesis es que la columnista dice: “La luz volvió a mi casa antes que yo” (después de enviar por fax la invención del niño herido).

Eso no parece creíble. El servicio no se reconecta por un sistema central. Requiere intervención humana en el sitio, y a la hora que ella hacía la diligencia (“Llegué cuando estaban a punto de cerrar”), es improbable que le hayan programado un operario tan rápido para la reconexión (lo sé por experiencia). ¿O tan convincente fue la historia?

Digo yo, con ganas de dudar. A los admiradores incondicionales de Carolina Sanín les sugiero que adopten su hijo imaginario, y lo llamen Francisco o Tomás.

En secondlife.com pueden crear una vida virtual para Carolina, donde no le corten la energía eléctrica, su hijo supere el no ser deseado y ellos, sus admiradores, la mantengan informada.

“Hace semanas que no leo el periódico ni veo el noticiero, y por tanto me siento fuera de contexto, haré una confesión en vez de dar una opinión”.

Especialmente, pueden preservar la vida de Francisco o Tomás. Ella lo creó y lo presentó a sus lectores. No dejen que lo abandone, lo desaparezca, lo mate.

Como Carolina terminó con “no estoy confesando solamente para pagar sino también por repetir”, tendrán que estar atentos a cómo repite, en la vida real, en su literatura o en secondlife, si se le miden.