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La coyuntura actual de la ampliación del aeropuerto del Dorado: un nuevo ejemplo de las malas decisiones pública

Semana
6 de junio de 2009



Hace unas semanas escribía sobre la calidad de las decisiones que se toman por parte de los políticos y cuyo costo compromete el bienestar de todos los ciudadanos. Igualmente mencionaba lo siguiente, en referencia al Metro y el Transmilenio:

 “Hasta cuando, la indiferencia y la inconsciencia de todos nosotros va a seguir alcahueteando esta superficialidad inaudita?. Porque no podemos hacer oportunamente las preguntas pertinentes para evitarnos tener que lamentarnos por las consecuencias de decisiones públicas mal tomadas que comprometen nuestro futuro?.”

Traigo a colación este tema en esta oportunidad para tocar otro que ha surgido recientemente en la revista Semana y que ha sido motivo de algunos comentarios en otros medios de comunicación. Me refiero a la decisión de permitir  la demolición del aeropuerto del viejo Terminal del Dorado para dar luz a la nueva infraestructura de pasajeros como parte de la concesión adjudicada a Opain, empresa que se gano el contratos el año pasado.

Para entender mejor este tema, me he tratado de informar sobre el proceso que dio origen al descomunal enredo en el que hoy se encuentra el contrato ante el pronunciamiento de la Procuraduría General de la Nación, en relación a la invalidez del cambio contractual que facilitó la modificación de condiciones para hacer la demolición. Y el tema es pertinente porque es un caso que de nuevo muestra la manera tan irresponsable como se toman las decisiones que afectan los proyectos de infraestructura en nuestro país.

En el año 2004, según entiendo y como consecuencia del Plan Maestro realizado por Aeropuertos de París en el 2000, los estructuradores del proyecto, bajo los criterios de tráfico, funcionalidad y capacidad, definieron que el nuevo aeropuerto de Bogotá se debía hacer partiendo de la estructura existente de la terminal de pasajeros.

Además, los asesores jurídicos del Ministerio de Transporte y de Areocivil, establecieron una perla adicional: un contrato de concesión a 20 años, no podía ser modificado desconociendo que el mundo cambia a cada vez a mas velocidad. La falta de visión y previsión de quienes diseñaron este proceso y del Ministro Gallego, son inauditos. Las consecuencias: el monumental enredo, como lo califiqué al principio, que hoy tiene comprometido el desarrollo de las obras.  

Y para rematar, en esta etapa del proceso inicial, no se tuvo en cuenta para nada a Bogotá. Todavía me acuerdo los gritos de desesperación de Carmenza Sandías, en ese entonces Secretaria de Planeación, evidenciando los graves problemas que podría tener para la ciudad la manera como se estaba desarrollando el proceso a espaldas de una visión mas amplia del impacto que esta obra iba a tener para la capital del país.

Estas condiciones crearon una camisa de fuerza totalmente innecesaria que muestra la miopía con la que se toman las decisiones por parte del Ministro de Transportes Gallego y de la Aerocivil. El Dorado es otra de las perlas de este ministro que tanto daño le ha causado al desarrollo de la infraestructura de nuestro país  con el tácito beneplácito de su jefe, el Presidente Uribe. . Sobre estas premisas no cuestionadas oportunamente por la opinión pública, se sacaron los pliegos y se convocó la licitación. Pero veamos las consecuencias.

Para una persona como el Ministro Gallego, ingeniero calculista en su vida pasada en Medellín, no se le debía escapar el hecho que la intervención de una estructura que fue construida hace mas de 50 años, bajo unos parámetros de diseño que hoy no son aceptados a la luz de las nuevas normas estructurales, es una alternativa demasiado costosa e ineficiente que explica el porque la renovación urbana en viejos edificios es tan difícil de realizar. Esta realidad debería haber sido un factor determinante para no tomar esta ruta y generar una restricción tan seria que condionaba las propuestas hacia el futuro.

Pero lo mas increíble del caso es que se limitó la creatividad de los participantes iniciales y la posibilidad de haber contado con propuestas innovadoras y con visión grande para hacer una inversión que era tan importante para Bogotá y para el país. Y el tema además da risa cuando comparamos la inversión proyectada de US $ 700 millones  contra mas de US $ 20,000 millones que costo  el aeropuerto de Benjin en la China inaugurado el año pasado.

Hoy, según la información que dispongo, el contrato se encuentra en el limbo jurídico y operativo y la Terminal de Pasajeros está suspendida. La incertidumbre generada ha paralizado una serie de decisiones de inversión relacionadas con servicios complementarios que una obra de esta naturaleza genera. Y cuando mas se necesita que se mueva la inversión en Bogotá, ante la desaceleración de la construcción, esta obra que debería marchar muy rápidamente, está suspendida. Se repite la historia de otras mega obras anunciadas por Uribe que hoy no muestra señales de vida.

Este caso muestra una vez mas porque la debilidad de la gestión institucional representada en malas decisiones que afectan el desarrollo de nuestro país y de Bogotá, es la razón de fondo por la cual no avanzamos a la velocidad que el mundo actual exige y desperdiciamos una ingente cantidad de recursos. El subdesarrollado definitivamente es un problema de actitud mental. Y cerraría esta nota resaltando lo que dije al principio: la falta de hacer las preguntas oportunas por parte de una ciudadanía mas consiente, es lo que permite que se tomen decisiones que comprometen nuestra viabilidad como sociedad.