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La Navidad

Semana
6 de diciembre de 2008

¡Llegó el espíritu navideño a Pura Vida! Y cómo no, en esta época de intercambio de regalos, al ritmo de villancicos invariables, con panorama dorado, verde y rojo; cuando se retoma la hermosa costumbre de ofrecer en lugares públicos en un carrito con botellas de whisky dirigidas hacia abajo, cuando se reafirman amistades y nexos familiares, expresando y compartiendo esperanzas. Sin embargo, para otros no es una época idílica, recuerda pérdidas y momentos mejores, incluso un amigo, no muy cercano, podríamos decir un conocido lejano, suele llamarla: “La Puta Navidad”. De todas maneras, siguiendo la tendencia laica de este blog, decidí tomar vacaciones, tratando de complacer tanto a los que la disfrutan, como a los que la detestan; por ello primero relataré algunos aspectos históricos de esta creación de los primeros cristianos, que por razones de mercadeo de la nueva religión, la asociaron inicialmente con las fiestas paganas romanas conmemorativas del solsticio de invierno, que muchos pueblos de la antigüedad también festejaron.

 

Y hace diecisiete siglos se creó Papá Noel: el viejito canoso, sin afeitar, que ríe a carcajada batiente vestido de rojo con ribete blanco, cinturón y botas negras. Nicolás, obispo de la ciudad de Mira, en Turquía, fue famoso por su generosidad, aun así, perseguido y encarcelado por el emperador Diocleciano. Cuando Constantino asumió el poder, bautizó Constantinopla a Bizancio y liberó al prelado, quien al morir, un tiempo después, fue canonizado como San Nicolás y surgieron relatos de tradición oral sobre sus milagros, entonces se volvió patrono de Rusia y Grecia, al igual que de sociedades benéficas de niños, solteras, marineros, mercaderes y prestamistas; además construyeron iglesias dedicadas a su culto, pero sus obras se interrumpieron con la Reforma, cuando esas mismas regiones se hicieron protestantes; excepto en Holanda donde lo llamaron Sinterklaas, fusionando la nueva leyenda con mitos nórdicos sobre un mago que viajaba en trineo tirado por renos premiando o castigando a los niños según su conducta durante el año. En el siglo XI unos mercaderes se robaron las reliquias y las llevaron a Bari, en Italia, convirtiéndola en centro de su peregrinaje, que en la actualidad se llama San Nicolás de Bari. Luego, en el siglo XVII, emigrantes holandeses llevaron esta tradición a Estados Unidos donde adaptó el nombre de Santa Claus, para comodidad de los angloparlantes; allí el símbolo navideño terminó de formarse y la costumbre renovada regresó a Europeos donde cambiaron su nombre otra vez: en Francia a Père Noël y en España a Papá Noel, que posteriormente se difundió por América Latina. Ahora el anciano bonachón recorre la Tierra en un trineo distribuyendo regalos y estimulando fantasías, una estrategia comercial que moviliza millones cada fin de año, un verdadero ícono de la sociedad de consumo que puede encontrarse en cualquier centro comercial.

 

Por último, me dedicaré durante las próximas tres semanas a la culinaria y, por supuesto, a los licores que la acompaña: se trata de sugerencias para construir menús propicios para esta época, con recetas y combinaciones de vinos que me parecen afines. El primerio, de comida típica que podría servir para homenajear al pariente exiliado quien viene de visita en esta temporada; el segundo, está pensado para la cena del 24 de diciembre, teniendo en cuenta que es una ocasión familiar donde los niños son protagonistas, así que la comida debe ser deliciosa y de baja intensidad de mano de obra; para terminar con preparaciones estupendas para la comida del 31, el encuentro de final de año para los adultos.