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7 Papeleta: Catalina Botero y los derechos

Semana
3 de octubre de 2008

Entrevista a la generación de la Séptima Papeleta

 

¿Qué  hay de 'Los hijos de Núñez', de los "muchachos atolondrados" que en mala hora tumbaron la Carta de 1886, de la 'Guardia pretoriana' de la Constitución del 91?

 

A esa generación pertenecen miles de colombianos que en 1989 y 1990 participaron en el  movimiento estudiantil que desembocó en  la Constituyente de 1991. Entrevistaré a los que salían en las fotos y a muchos que no, de Bogotá y otras ciudades.

 

Si, como puede argumentarse, esa generación mantiene una influencia en distintos aspectos de la vida del país, resultará saludable, en términos democráticos, acercarse al relato que tienen de sí mismos y a lo que desean para Colombia de aquí al 2010 (y más allá).
 
Esperaría que sean muchos menos los que se preocupen por las respuestas y que todos se 'diviertan' con las fotos dobles, 1990-2008, de los entrevistados.  Las fotos son la única innovación respecto de la serie "El cine de los otros" que hizo Ricardo Silva también en semana.com
 
"Los derechos son el fundamento de una sociedad viable y civilizada": Catalina Botero
 
Catalina siempre estuvo tras bambalinas, ejerciendo un papel clave en la Corte Constitucional como magistrada auxiliar (1992-1993, 1995-2000, 2005-2008), hasta que los medios, jurídicos, generales y de sociedad, también se rindieron ante su carisma con motivo de su elección como Relatora Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en julio de este año.
 
En la Corte Constitucional, llegó a ser Magistrada Encargada en el 2007. Con un mejor sistema para integrar las ternas de candidatos a las Cortes, Catalina sería una postulada "obligada" para la Constitucional. En la Defensoría del Pueblo dejó huella de seriedad como directora de Promoción y Divulgación de los Derechos Humanos.
 
Su pasión son los derechos de la gente. Suena 'retórico', pero su caso está respaldado por una abundante producción bibliográfica de calidad académica, que incluye las necesarias discusiones con los economistas. 
 
Abogada de UniAndes con estudios de doctorado en la Universidad Carlos III de Madrid, Catalina es una referencia de los constitucionalistas que son tal vez el mejor producto de la generación de la Séptima Papeleta.
 

 

DM:¿Cuál tragedia le despertó o marcó más la conciencia de pertenecer a un país asediado? Eran los 80s.

 

CB: El exterminio sistemático de todos los líderes de izquierda democrática y la indiferencia de la mayoría de la gente en las grandes ciudades por ese hecho. Ese momento marcó la degradación de este conflicto que vivimos y la indiferencia –por decir lo menos - de quienes podían haberlo frenado a tiempo ha costado miles de vidas inocentes y millones de personas humildes desplazadas y despojadas de sus tierras.

 

También la barbaridad de la toma del Palacio de Justicia por la guerrilla y la crueldad y el desprecio por la vida humana que representó la contra toma. La imagen de esos tanques disparándole al Palacio sabiendo que había gente viva adentro no se me va a olvidar en toda la vida. Tampoco la voz de Reyes Echandía rogando el cese al fuego. Esas son cosas que lo marcan a uno en el alma y que no se olvidan nunca.

 

DM: ¿Qué hizo el domingo 11 de marzo de 1990 y, en general, en el movimiento estudiantil?

 

CB: El domingo 11 de marzo repartí papeletas por todo Bogotá. En el movimiento estudiantil hacía de todo. Desde levantar plata y conseguir apoyos para poder hacer las reuniones estudiantiles regionales y nacionales, hasta ir de una en una a todas las universidades para establecer las redes de estudiantes que promoverían la séptima papeleta. Hacía carteles, servía el tinto, hablaba por radio, convencía a estudiantes de otras universidades, hacía de todo. 

 

DM: ¿De qué forma y en qué medida su vida posterior se relaciona con ese hecho de la juventud?

 

CB: En todas las formas. En lo político, fue una experiencia descomunal. Trabajo político en serio y en el sentido más noble de la palabra. Fue además la constatación de que en este país cabíamos todos y que no hay que pensar igual para trabajar juntos por objetivos comunes como la profundización de la democracia.

 

Había estudiantes de todas –todas– las ideologías, las carreras, los sectores sociales, las regiones del país, los credos religiosos, y sin embargo, trabajábamos juntos, 24 horas al día, sin necesidad de eludir las diferencias o de esconderlas o de intentar suprimirlas.

 

Una experiencia como esa enseña que el pluralismo, la tolerancia genuina y respetuosa, la valoración de las creencias e ideas del otro, son condición esencial para la convivencia democrática. Pero además en lo personal fue definitivo: probablemente mis amigas y amigos más cercanos, los que uno sabe que van a estar siempre, pase lo que pase,  son las personas con las que trabajé en el movimiento estudiantil. 

 

DM:  ¿A qué compañeros activistas estudiantiles recuerda?

 

CB: A muchos. A Alejandra Barrios, a Ana María Ruiz, a Claudia López, a Fabio Villa, a Juan Carlos, al Mono, al Duche, a Memo, a Darío, a Daniel, a Diego, a los Oscares, a Carlos, a Paca, a Alma, a Pilar, a muuuuchos amigos.

 

DM: ¿En qué situación quisiera que esté Colombia el 20 de julio de 2010?

 

CB: Me gustaría que se frenara el desmonte acelerado de la Constitución de 1991 y del Estado social de Derecho. Que los jueces logren mantener su independencia e imparcialidad. Que se aclaren los vínculos de los políticos con las mafias y que tengan que pasar muchos años en la cárcel por haber puesto al Estado al servicio de los paramilitares, los narcotraficantes o los guerrilleros.

 

Que le devolvieran los cuatro millones de hectáreas que les quitaron a las personas desplazadas y que el Estado se hiciera cargo de implementar proyectos sinceros y poderosos de reparación para las víctimas del conflicto. Que los grupos armados al margen de la ley estuvieran desmantelados y que pudiera existir una verdadera y equitativa competencia democrática para acceder a los cargos de elección popular que ese año deben ser elegidos.

 

Pero sobre todo me gustaría que se frenara la cultura del odio y la intolerancia que a veces parece dominar ciertos discursos y que se impulsara en serio y de manera genuinamente democrática una cultura basada en la verdadera tolerancia y en el respeto por los derechos de todos como fundamento de una sociedad viable y civilizada.