Home

Blogs

Artículo

Terror a la intimidad

Semana
12 de septiembre de 2010


<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8" /><meta name="ProgId" content="Word.Document" /><meta name="Generator" content="Microsoft Word 12" /><meta name="Originator" content="Microsoft Word 12" />

k rel="colorSchemeMapping" href="file:///C:%5CUsers%5Chp%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_colorschememapping.xml" /> Normal 0 21 false false false ES-CO X-NONE

Jorge Luis Borges escribía expresiones inolvidables del talante de “odio los espejos y la cópula porque multiplican a los hombres”, figura en Tlon, Uqbar, Orbis Tertius, también empleó “la falacia del coito” en su alusión al pasaje de Lucrecio que sembró para siempre las dudas sobre la sinceridad de Venus con sus amantes, y en otro lugar remató con “la muerte, es sólo un olvido definitivo”. En todo caso, palabras doloridas referentes a los sabores y sinsabores del amor: a la necesidad de los enamorados de deshojar margaritas, de pasar los días y las noches preguntándose, me quiere, mucho, poquito, nada; me quiere, mucho, poquito, nada; me quiere, mucho, poquito, nada. Y es que parecería que los románticos amores, tan idealizados en las producciones cinematográficas de todo el mundo, y en especial de los pensadores de Hollywood, en nada se parecen a la cotidianidad de las relaciones de pareja, sin importar su estado civil, después de todo, estar enamorado implica vulnerabilidad y celos, pues siempre se exageran los atributos y virtudes del ser amado, además incluye depender y necesitar de otra persona considerada valiosísima y de atractivo inconmensurable; así que el amor exige tolerar la incertidumbre que implica tal devoción a otro adulto independiente, con vida por fuera del tálamo de la pareja, con trabajo y demás, entonces es imposible controlar todo movimiento del amado, en especial en este mundo globalizado y lleno de tecnología, como teléfonos celulares y la Internet que pone a disposición de cualquier persona una gran variedad de herramientas sociales, que además, al registrarse en ellas prueban la seguridad de las claves de acceso con la finalidad de garantizar la privacidad, y, como todos saben, los passwords más seguros son los que combinan números y letras. Así que amar es exigente, y según veo, con los años y la experiencia, la gente se hace cada vez más escéptica, y el terror a la intimidad más apremiante, con el tiempo la desconfianza crece y afecta a hombres y mujeres, por igual. En las parejas aquejadas por el miedo al compromiso, como suelen llamar a este pavor en los libros autosuperación, la angustia aumenta como la espuma del champú y busca a donde pegarse hasta que invade toda la relación, la infesta de recelo y desconfianza, así que cualquier imprecisión o ligereza se transforma en un ardid, una mentira grave, una traición inminente. En todo caso, se trata un temor constante agotador y exigente que deteriora y maltrata. Además pone a quien la padece en una paradoja interesantísima porque aun cuando subyace el miedo de que la relación se rompa, a la vez está motivado por el anhelo genuino de que la pareja perdure, pero la convicción de que el final se avecina es tan firme que llena al aterrorizado enamorado de una forma letal de angustia que en efecto destruye la unión de maneras inconscientes, insidiosas y muy creativas, todo en pos de controlar el final, lo que busca es saber cómo, cuándo y dónde morirá la relación. Un recurso cruel y persecutorio del pensamiento que así se transforma en una profecía de obligatorio cumplimiento. Y no es solamente que el muestreo de los casos de amores fallidos es incontable, además quien padece de terror a la intimidad tiene razón: la pareja siempre terminará, todos moriremos algún día. Pero ahora me refiero a los miedos, inseguridades y resentimientos que ya están en la mente de las personas y que al contrastarlos con la estadística sobre la vaguedad fundamental del amor les da una apariencia de argumentos lógicos, de hierro, incontrovertibles, así que quien padece esta angustia tan particular sufre, y mucho, en especial porque el hambre de intimidad es universal y persistentente, aún entre los monjes budistas más ascéticos y recluidos, en todo caso ellos también tienen grupos, comunidades, maestros y narradores de sus logros, proezas y aciertos, incluso en el campo espiritual. Así que la pareja siempre sufre las consecuencias de las heridas pasadas. Pero no por eso hay que desfallecer, el terror a la intimidad, como cualquier otro asunto de la mente, no es un callejón sin salida. El ser humano es gregario como muchos otros mamíferos, así que está dotado de la necesidad instintiva, biológica, de amar y ser amado, entonces cuando se encuentran parejas amorosas, viables, deseosas de vivir bien y con satisfacción, se justifica tratar al otro de la mejor manera posible, es razonable seducirlo, que nunca quiera abandonarnos, pero también es necesario pensar en darle la oportunidad, se requiere hacer el esfuerzo sobrehumano de darle el beneficio de la duda, hasta conviene trabajar sobre el tema con el psicoanalista, todo depende de qué tan motivado se está en conservar la relación a largo plazo. Y todo a cambio de un poco de amor.