JULIO ANDRÉS ROZO

Caquetá, mi primer destino de turismo sostenible luego de la cuarentena

Julio me cedió su espacio para compartir con los lectores de su columna en Dinero mi experiencia como turista en el departamento de Caquetá. Esta es mi cuarta visita en un periodo de un año, y mi primera salida extensa fuera de Bogotá en el contexto de crisis sanitaria.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
8 de octubre de 2020

Le he dado vueltas a la información que quisiera transmitir a través de esta tribuna prestada, y por el momento solo se me ocurre describir lo que he visto. Para comenzar, alzo la mirada desde el computador y me estrello con un bosque que termina en el horizonte. Un árbol de hojas naranjas que se localiza junto al portón del lugar en el que me encuentro, es el único elemento que contrasta con los múltiples verdes de los árboles. Conforme pasan los días voy identificando nuevas tonalidades en el bosque, producto de las sombras que imprimen las nubes y los cambios en la luz con el paso de las horas.

Ahora noto que, en los breves espacios entre una reunión virtual y otra, acudo menos al WhatsApp y al periódico online, y me dedico más bien a observar y escuchar la belleza que regala el territorio caqueteño. También reorganicé mi agenda de trabajo para desconectarme a las 5:30 pm y tener tiempo para caminar hasta el mirador y disfrutar del atardecer con la ciudad de Florencia de fondo.

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Mi conocimiento sobre Caquetá era nulo hasta hace un año y recuerdo todavía la sorpresa que sentí cuando supe que los departamentos amazónicos representan más del 40% del territorio nacional. Pero un dato, aunque sorprendente, no deja de ser un número vacío que dice poco cuando no viene acompañado de una experiencia movilizadora; en mi caso, esto ocurrió en mi primera visita a Florencia, cuando tuve la oportunidad de caminar varias de las reservas naturales cercanas a Florencia, cruzar ríos y bañarme en cascadas impensables desde Bogotá.

Estas reservas las recorrí de la mano de jóvenes que se han capacitado en el Sena en guianza y turismo sostenible, y quienes tienen un compromiso impresionante hacia la conversación de su entorno. Ellos tienen un deseo impresionante por hacer del turismo sostenible y responsable la principal fuente de ingresos para ellos y sus familias.

En el diálogo con ellos me cuestionaba constantemente sobre cómo podría ser parte de esta transformación pues, finalmente, como colombianos también tenemos una responsabilidad en la conversación de nuestros bosques y ecosistemas estratégicos. No tengo todavía una respuesta contundente, pero creo que apostar por el turismo de naturaleza y por destinos poco explorados como Caquetá, es un primer paso. Por ejemplo, haber conocido San José del Fragua en la pasada época de navidad fue impresionante y quedó siempre en mi mente y en mi corazón. 

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Otra alternativa que experimenté y de la que doy fe que funciona porque la practico para hacernos corresponsables de la conservación de este bello territorio, es la compra y el consumo de productos locales que son fuente de sustento para familias que han decidido romper con la tradición de reemplazar el bosque por potreros. Yo he empezado a introducir productos como el copoazú a mi desayuno y no me voy de Florencia sin una buena reserva de quesos de la región. Sin embargo, falta mucho por hacer para que estos productos se posicionen en el mercado y puedan competir con otros productos nacionales e internacionales que probablemente tienen una menor calidad pero que, por disponibilidad y precios, resultan más atractivos.

Esto último me hace pensar en la experiencia que viví hace unos días cuando llegué a Florencia por la vía vieja que conecta a Caquetá con el departamento de Huila. Cruzar la cordillera oriental fue una experiencia en sí misma, no solo por los bellísimos paisajes que se pueden disfrutar y los enormes abismos a filo de carretera. Mientras manejaba La Ponderosa, la camioneta Samurai de Julio Andrés, tratando de maniobrar por la carretera destapada, me encontraba con rostros de hombres y mujeres muy jóvenes y pensaba si acaso ellos no se sintieron atrapados en este territorio, en las épocas pasadas del conflicto armado.

Y ahora que transitamos hacia un nuevo momento y trabajamos todos juntos como sociedad, posicionando estos bellos destinos como territorios de oportunidades, le apostamos a que todos los colombianos puedan vivir lo que yo vengo viviendo desde hace un año. Hay muchas cosas por mejorar y todos lo sabemos:  mejorar la vía alterna que conecta a los departamentos de Putumayo, Caquetá y Huila con el centro del país para que más turistas puedan disfrutar lo que yo he disfrutado, para que más productores locales puedan conectar sus productos con los consumidores colombianos.

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Estos son retos conocidos en donde todos, empezando por el Gobierno Central, somos parte de la solución para que los emprendedores caqueteños puedan posicionar sus productos en Bogotá, Medellín y Cali a precios competitivos.

Quiero cerrar contándoles que solamente veo oportunidades para la bella Caquetá. En mí tienen una embajadora más que sea útil para motivar a cientos y miles de colombianos para que miren hacia esta región, así como yo lo hice hace un año atrás. Lo que se vive en el territorio es una sed de emprendimiento y ansias de progreso que va en evolución.

Ver tanto el vivero de Julio Andrés y Germán, como las abejas de Felipe, son alicientes esperanzadores de que la conservación de la Amazonía colombiana es posible por medio de procesos de restauración de los ecosistemas degradados.

Caquetá es, como dice uno de sus lemas “más de lo que te imaginas”. Yo hoy puedo decir que trascendí de la imaginación a la vivencia. Es por ello que quiero y me alegraría que sean más colombianos los que tengan la oportunidad de contar a su manera la experiencia transformadora que significa pisar este territorio, tal y como yo lo estoy haciendo ahora al escribir esta columna.

Julie