JULIANA SÁNCHEZ

La pandemia de la ansiedad

Reconocer las formas en que se manifiesta el estrés y la ansiedad es la mejor manera para navegar la incertidumbre.

Juliana Sánchez Trujillo, Juliana Sánchez Trujillo
20 de mayo de 2020

El coronavirus sin duda ha puesto a prueba muchas de nuestras creencias, hábitos y estilos de vida, llevándonos de alguna manera a valorar lo básico, a encontrar en la tecnología nuevas formas de trabajar y por supuesto creando nuevas formas de vivir. Sin embargo, aun cuando hay muchos positivos que se pueden resaltar, también están las grandes consecuencias negativas que ha traído para la economía, los sistemas de salud y por supuesto la salud mental, haciendo cada vez más evidente la verdadera pandemia de los últimos tiempos: la ansiedad.

Recientemente, tuve la oportunidad de conocer el término de inflamación emocional, que se refiere a ese estado de alerta continua, de ansiedad que traen los niveles descomunales de estrés a los que hemos acostumbrado a nuestros cuerpos, la desesperanza y frustración que traen las guerras, los problemas medioambientales, sociales, políticos y económicos que vemos todos los días en las noticias. La realidad, es que vivimos tan ansiosos y acostumbrados a estarlo, que a veces ni siquiera reconocemos que lo estamos.

Los síntomas de esta inflamación emocional son un sentido constante de alerta, una hiperactividad que nos hace creer que nuestro valor subyace en nuestra capacidad para producir, agitación, paranoia y problemas para dormir, que se parecen bastante a los síntomas del estrés postraumático.  Para reconocerlo, es importante saber que su manifestación puede darse de varias maneras. Primero tenemos a los reactores nerviosos; personas cuya ansiedad se manifiesta a modo de nervios, mentalidad fatalista, constante preocupación y un sexto sentido que está constantemente indicando que algo va mal. Los nerviosos deben darse el espacio para entender sus emociones y mantenerse tan alejados como puedan de las noticias para no agravar sus emociones. Por otro lado, está el revolucionario; aquellas personas cuya inflamación se manifiesta en hiperactividad y estilo de vida agitado, como consecuencia, viven con listas de cosas por hacer interminables y con un constante estrés por moverse más rápido para cambiar el status quo. Desde afuera esto podría verse como productivo, pero en realidad es una forma de no detenerse a pensar sobre lo que realmente les molesta. Por su parte, los reactores derretidos, muestran su inflamación a través de la rabia, la irritación y la indignación; estas personas viven con la frustración a flor de piel y esto se manifiesta en su terquedad o en constantes demostraciones de esa ira acumulada como respuesta a la injusticia del mundo. Finalmente, están los reactores evasivos; aquellas personas que tienden a congelarse, alejarse, ignorar o desconectarse de lo que está pasando y de lo que sienten, teniendo como resultado sentimientos de desesperanza, impotencia o resignación que generan desmotivación, letargo y falta de concentración.

Sea cual sea la manifestación de su inflamación, es importante reconocerla, darse espacio para entender lo que siente y cuándo lo siente, respirar y conectarse con la fuente de motivación y sabiduría que yace en cada uno de nosotros. En tiempos de crisis, entender de dónde vienen nuestras reacciones y las de las personas que nos rodean, nos permite tener mayor control de las situaciones, pero además estar alerta a los detonantes que pueden hacernos perder el curso y llevarnos a un estado emocional debilitante.