MIGUEL ÁNGEL HERRERA

El centro y los empresarios

Estamos entonces ante la posibilidad de que los dos polos políticos dominantes de nuestro país empiecen a considerar nuevos matices ideológicos, si es que sus declaraciones contienen intenciones sinceras de llevar a Colombia hacia un debate menos polarizante.

Miguel Ángel Herrera, Miguel Ángel Herrera
19 de noviembre de 2020

El centro, como espacio político, se puso de moda por estos días con las declaraciones de Uribe, las señales de Petro y las reacciones de Fajardo, en el sentido de estar abiertos a sellar alianzas con sectores y candidatos que quieran construir una coalición de centro. Es un reconocimiento tácito de que la gasolina tanto de la derecha como de la izquierda, por sí sola, no serán suficientes para ganar las presidenciales de 2022.

Estamos entonces ante la posibilidad de que los dos polos políticos dominantes de nuestro país empiecen a considerar nuevos matices ideológicos, si es que sus declaraciones contienen intenciones sinceras de llevar a Colombia hacia un debate menos polarizante, convulso y destructivo, políticamente hablando.

Para el pujante sector empresarial, que es protagonista del desarrollo económico de la nación, es un nuevo escenario porque su pensamiento y actuación -cuando de elecciones se trata- se ha movido históricamente entre la derecha y la centroderecha, apuntando generalmente al sostenimiento del status quo mediante el respaldo a las posturas ideológicas de la derecha.

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El centro, como opción política, es más que un punto medio o una mera combinación de las ideas de derecha e izquierda, como lo entendemos en Colombia. En el mundo, los movimientos políticos de centro tienen una ideología clara e ideas propias. El presidente Macron en Francia, el primer ministro canadiense Justin Trudeau y el nuevo partido Ciudadanos en España podrían ser buenos ejemplos.

Los empresarios y los amigos del capital privado en Colombia suelen preferir los partidos de derecha porque defienden la libertad. Quieren estar libres de las regulaciones excesivas o injustificadas, de la tributación punitiva o de la coerción por parte del gobierno. También creen en la libertad que necesita el ciudadano como consumidor o como agente que decide su propio destino económico. En este sentido, los empresarios creen en la libertad de mercado como la cura para muchos males.

A la izquierda, por su parte, los empresarios suelen temerle pese a que su valiosa promesa es la igualdad. Es un fenómeno sociopolítico, porque la mayoría de nuestros empresarios no es enemiga de un desarrollo equitativo. A lo que le temen realmente es a que el gobierno se expanda sin límites en la búsqueda desenfrenada de la igualdad. Y que en esa carrera invada los espacios de la libre competencia y la autodeterminación de los mercados. Es decir, les temen más a los medios que a los fines.

Vemos entonces que el tamaño del Estado/gobierno y la naturaleza de los mercados son dos cuestiones claves en la discusión socioeconómica que se nos avecina electoralmente, ante la tendencia de los partidos dominantes en Colombia de incluir en el debate a quienes quieren alejarse de los dos extremos.

Sin embargo, la clase política criolla no está acostumbrada a pensar, proponer y ganar desde el centro, y menos desde un centro moderno, liberal y progresista. Nuestro “centro”, bien representado por Fajardo, por ejemplo, es tibio y ambiguo. Tiene imagen, pero no identidad. En nuestro país, ser de centro es no pertenecer ni a la derecha ni a la izquierda. Simplemente eso.

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De manera que estamos por ver qué planteamiento de centro harán nuestros políticos y, particularmente, qué implicaciones habría para el desarrollo empresarial del país.

Los centristas modernos abogan por un Estado/gobierno que sea del tamaño que requiera la visión de alcanzar la libertad política y económica, pero con conciencia social. Es una libertad promercado, más que proempresa, reconociendo que ninguna economía ha crecido sostenidamente sin ayuda del mercado, pero advirtiendo que en algunos casos los mercados no regulados pueden ser fuente de inestabilidad. 

Adicionalmente, los centristas creen en la competencia, pero regulada a través de políticas eficaces antimonopolios. Y en materia de igualdad, el centro apunta a cubrir las necesidades básicas para que todas las personas tengan las mismas oportunidades, sin atacar a los grupos privilegiados.

Los partidos de centro más evolucionados reconocen que el libre movimiento de personas, bienes y servicios aumenta la eficiencia, la competitividad y el crecimiento, pero al tiempo reconocen el valor de la vida en comunidad, cuya viabilidad depende del papel del Estado. Comunidad entendida como célula social, política y ambiental que requiere de normas claras que respondan a los retos actuales para la defensa y la sostenibilidad de la nación, por encima de los intereses globales.

El centrismo responsable y serio no incurre en el populismo, que es ‘el coco‘ de los empresarios colombianos. Económicamente, desde el centro no se promete lo inasequible, como mantener nuestro actual régimen pensional; los políticos de centro están dispuestos a incurrir en déficits que las próximas generaciones tendrán que asumir. No se van con la finta de que la macroeconomía sólida, por sí sola, es buena para la sociedad, pero tampoco la estigmatizan.

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Necesitamos, en este contexto preelectoral, un verdadero centro -cuyos aspirantes aún no conocemos- y empresarios dispuestos, no solamente a entender y valorar el centro como espacio político, sino a ejercer control sobre las propuestas de derecha e izquierda, que con piel de centro van a querer perpetuarse (en el caso de la derecha) o mover el péndulo (en el caso de la izquierda).

Los sectores productivos podrían tener una gran oportunidad de demostrar su verdadero compromiso social, si se aproximan sin prejuicios al centro, si este llega a existir de verdad. Mientras tanto, la clase empresarial debería resistirse a los lobos vestidos de ovejas.