CLAUDIA VARELA

El Pelusa: fenómeno de liderazgo

La noticia impactó, murió un grande del fútbol, quizá el más grande. Las mejores gambetas, la pasión irrepetible, el gol más tramposo de la historia y, en el mismo partido, el más virtuoso.

29 de noviembre de 2020

Amo el fútbol, siento que es una buena analogía de la vida en la que no siempre ganan los mejores, pero sí los que meten goles. Desde niña me encanta. La fuerza de los jugadores y los equipos y, por supuesto, la pasión de los hinchas.

Cuando vi la noticia de la muerte de Maradona pensé que era fake news. Aunque nunca lo sentí precisamente como un ejemplo de ser humano, en el mismo instante en que leí la noticia sentí tristeza y se me olvidó de repente su vida personal, sus malas decisiones. Y pensé: al final, ¿quién soy yo para definir que las decisiones de otros son correctas o incorrectas?

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Me dediqué en los últimos dos días a entender a ‘El Pelusa‘ en su despedida. Leí artículos, vi ESPN desde la visión argentina, vi su funeral en la Casa Rosada para tratar de entender qué tipo de personaje puede generar en este siglo una reacción tan apasionada. Hoy, la sociedad no le perdona nada a nadie. Los juicios de valor son lo primero que viene a la cabeza, pero con Dieguito todos quieren olvidar lo malo.

Vi una Argentina que olvidó la covid-19. Niños, adultos incluso personas en muletas… ríos de gente que querían despedirlo. Una pizza que decía AD10S, camisetas de todos los clubes, lagrimas de corazón y una frase que se repetía en la mayoría que quería despedirse del ícono: "¡Gracias, Diego!".

Sentí tristeza por él. Por los argentinos que son tan orgullosos de su fútbol, de su bandera, de su vino, de todo lo de ellos. Mientras algunos radicales en las redes hacían comentarios tipo “lo merecía por drogadicto”, también observé cómo todos se unían en las alegrías que les dio el ‘barrilete cósmico‘, no solo a sus compatriotas, sino al mundo entero.

Maradona fue más que un jugador de fútbol excepcional. Tenía una magia increíble, un carácter incluso arrogante, pero encantador, porque todos caían a sus pies. Un pibe de barrio que desde los doce años soñaba con jugar un Mundial.

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Hizo lo que quiso. Lo hiciera bien o mal, siempre consideró que su misión era jugar al fútbol y pidió perdón por sus errores. La vida le hizo vivir cosas muy duras desde lo personal, pero fue un guerrero con consistencia.

Sentí algo de envidia por los argentinos, lo confieso. No solo porque vieron nacer al mejor jugador de fútbol, sino por la capacidad de sentir una pasión tan grande y de unirse alrededor de un solo tema. No vi a un solo argentino (quizá ocurrió, pero no lo vi) hablar mal de Maradona. No lo juzgaron, no entraron a decir lo malo que hizo. Todos hablaron de las alegrías que les dio y agradecieron al unísono por ser representante de su casta guerrera.

Tal vez nos hacen falta héroes en esta época. Tal vez no tenemos esos seres casi santos que merecían tanta devoción, pero puede ser el momento para que aprendamos que los seres humanos estamos llenos de luz y de sombra. No he conocido a nadie perfecto y, por tanto, no tengo la inmunidad creada para decir que Maradona fue esto o aquello.

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El video de AFA inicia diciendo: "Diego, te tengo que contar algo, hoy es uno de los peores días de mi vida, quise gambetear mil veces la noticia como vos, pero no pude". El mismo video termina con: "Soy argentino y hoy necesito estar al lado de otro argentino para no extrañarte tanto".

Grande Diego. Tu vida fue lo que quisiste que fuera, enseñaste valor, consistencia, fútbol implacable. Las grandes pasiones llevan a excesos y, tal vez, a ti no te importó. Como sea que fuese Dieguito, dejó un tema de inmortalidad que vislumbro en muy pocos líderes actuales.

Grande Argentina por su fútbol, por su pasión, por perdonar y ver más el brillo que la sombra en sus ídolos. 1960.