CLAUDIA VARELA
La culpa es de ellos
Entender que cada quien sea responsable de sus propias decisiones y que nuestros niños también lo asuman es un primer paso para cambiar una cultura donde jamás la culpa es mía porque siempre “la culpa es de ellos”.
Soy una total convencida de que parte del secreto de hacer buenos negocios está en la observación de los demás y el entorno. Fijarse de manera atenta en cada contexto conlleva a que el conocimiento del otro nos lleve a entender más, vender lo que queremos y lleguemos a mejores negociaciones.
Observo todo el tiempo. Soy fanática de los comportamientos y culturas, no solo organizacionales, me gusta ser consciente de los patrones de repetición cultural y cómo se apropian de nuestros hábitos de manera diaria y casi eterna, ya que pasan de generación en generación.
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En una sola mañana escuché tres tipos de conversaciones diferentes, entre gente de muy diversas procedencias pero todas reiterativamente repetían la misma frase. En el supermercado, en un ascensor, en un pasillo de una oficina y luego en Facebook se repetía la misma afirmación aparentemente muy colombiana, sin estrato socioeconómico alguno: "la culpa es de ellos".
Me tomé el tiempo de analizar las situaciones y, la verdad, en ninguno de los casos la culpa era realmente de “ellos” que implica tácitamente, no es mía es de otros. Esta manera de ver las cosas es la forma incluso en que están creciendo hoy los niños. Raras veces la responsabilidad es propia porque siempre hay una buena excusa que podemos poner en manos de un tercero.
En las conversaciones informales que me inspiraron esta columna jamás escuche siquiera un cercano entendimiento de la situación, solo un afán increíble por definir que alguien afuera era el culpable. Así mismo cuando veo el tráfico de la ciudad, el alcalde es el culpable (puede ser bien cierto este ejemplo pero no solo el actual sino los últimos 20) pero jamás el taxista que para en la mitad de la calle a recoger gente, las grandes camionetas que estacionan en calles transitadas, los ciclistas que aparecen en la mitad de la autopista o los peatones que cruzan por donde se les ocurrió. La “culpa” jamás es propia, siempre es del alcalde, el gobierno, el vecino.
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A veces en problemas típicos de colegio he llegado a escuchar a padres que culpan a la institución porque sus hijo son irresponsables o irrespetuosos con los profesores. También he escuchado a parejas infelices que culpan al otro de sus malas decisiones in tener en cuenta que el libre albedrio es nuestro principal diferenciador con el mundo animal.
En el mundo laboral no podemos permitir que unos se culpen con otros. Normalmente cuando las cosas están bien el problema no es muy grande y todos comparten los éxitos, pero al momento de tener crisis es cuando empieza esta inequívoca falta de responsabilidad propia y la “culpa” resultando siendo ajena.
El gran reto está en generar sub-culturas en el marco organizacional que permitan salir un poco de esta falta de autoevaluación y nos lleven a pensar en proyectos más colectivos y menos individualista, aunque es realmente complejo porque de alguna forma nuestra cultura nacional está hecha para no ser responsable ni de sí mismos.
La libertad propia debe conciliar con el derecho ajeno. El mundo es compartido y cada cosa que hacemos como individuos puede impactar a los demás así no los conozcamos. Entender que cada quien sea responsable de sus propias decisiones y que nuestros niños también lo asuman es un primer paso para cambiar una cultura donde jamás la culpa es mía porque siempre “la culpa es de ellos”.
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