MARIO VALENCIA

Los números de la parranda bancaria colombiana

Una vez más, la realidad demostró que las crisis no se resuelven por arte de magia de las fuerzas del mercado, sino por cuenta de la mano visible del Estado.

Mario Valencia, Mario Valencia
9 de octubre de 2020

El lunes 9 de marzo de 2020, la caída de las bolsas de valores del mundo sonó como una advertencia de una nueva crisis, que terminó por desencadenarse con la pandemia.

El colapso simultáneo de la oferta y la demanda llevó a movilizar varios billones de dólares de recursos públicos para atender la emergencia, en planes de estímulo y subsidios nunca antes vistos.

Una vez más, la realidad demostró que las crisis no se resuelven por arte de magia de las fuerzas del mercado, sino por cuenta de la mano visible del Estado.

Lo que resulta odioso es que, en medio de semejante tragedia, los mercados bursátiles hayan continuado registrando ganancias y completamente desligadas de la economía real, alimentados por la enorme liquidez proporcionada por los bancos centrales.

En efecto, quizás las medidas más activas adoptadas en Colombia en medio de la emergencia han corrido por cuenta del Banco de la República y un aumento de la oferta monetaria de más o menos 4%. De marzo a septiembre, redujo en 250 puntos básicos la tasa de intervención, redujo el encaje en dos puntos porcentuales, autorizó la compra de títulos públicos y privados, aumentó las reservas internacionales, vendió oro y todo esto con baja inflación.

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Como la decisión del Gobierno Nacional, bajo la orientación del ministro Alberto Carrasquilla, fue no salvar a las empresas (excepto a Avianca) ni a las personas, los números dan cuenta de que en medio de la caída más profunda en la producción y en el empleo, desde que se tienen registros, el sistema bancario anda de juerga.

Aclaro: no celebraría la quiebra de ningún banco y me preocupan las consecuencias negativas de la reacción en cadena que tendría en el resto de la economía y en el ahorro de la sociedad, pero es injusto que, por cuenta de la indolencia gubernamental, se haya ‘Konfigurado’ un rentable negocio con base en las necesidades de millones de personas que están luchando por sobrevivir.

Según la Superintendencia Financiera, entre el 20 de marzo y el 25 de septiembre, los bancos desembolsaron $160,72 billones, en 131,5 millones de operaciones de crédito, de los cuales el 65% del monto fue a empresas, que tuvieron que tomar estos créditos a tasas de interés, en promedio, 8 veces mayores que la establecida por el Banco de la República. En algunas modalidades, como el microcrédito otorgado a microempresas -las más afectadas por la cuarentena- la diferencia de tasas de interés entre el 6 de marzo y el 25 de septiembre fue de 55 puntos básicos adicionales; más caro que antes de la emergencia.  

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En un país de 50 millones de habitantes, con 1,5 millones de empresas muy meritorias pero débiles y 4 millones de desempleados a agosto, 25 bancos están de plácemes, de los cuales 5 acaparan el 72,6 % de los activos totales con ganancias por $3,4 billones a julio, gracias a la decisión oficial de no intervenir para salvar al país de la catástrofe que se está generando.

No hay duda que una de las reformas más importantes y urgentes que se requieren (en lugar de obsesionarse con recortar derechos a los trabajadores) es la del sector financiero, para corregir la desconexión que tiene con el resto de la sociedad.