La aparición y propagación del covid-19 tiene en números en rojo a la economía mundial. Son múltiples e inesperadas las secuelas que ha generado esta enfermedad en los indicadores bursátiles de todo el mundo, desvalorizando las acciones de múltiples empresas, y afectando el valor del petróleo que alcanzó su nivel más bajo en un año. Algunos analistas pronostican que la demanda del crudo puede bajar hasta 2,5 millones de barriles diarios.
Para tener en cuenta, la Consultora Capital Economics, con sede en Londres, recientemente publicó un informe en que el estimaba que el brote del coronavirus costará más de US$280.000 millones en solo los primeros tres meses del año. En el mercado local, el impacto de esta especie de neumonía también ha golpeado la economía. Finalizando la semana pasada el dólar subió más de $65 y la Tasa Representativa del Mercado se ubicó en $3.507.
En más términos prácticos, el coronavirus también está poniendo en jaque el bolsillo de los colombianos. Por ejemplo, hoy un tapabocas en las droguerías que antes no costaba más de $1.000 o en el peor de los casos $2.000, se vende a más de $3.000 o $5.000 y eso cuando se consigue, porque aparentemente está agotado; del mismo modo las personas que tienen su dinero en fondos pensionales y algunos ahorradores también están perdiendo el valor de sus ahorros por causa de este fenómeno.
Frente a estas condiciones, surge una pregunta: ¿Qué tiene que ver que el costo de un tapabocas en Bogotá o el fondo privado de pensiones de un trabajador de una empresa en Sogamoso o París con la propagación del coronavirus que se originó en China? Muchos responderían “nada que ver”, porque estamos acostumbrados a pensar en los términos tradicionales de una inquebrantable relación de dependencia entre una causa y un efecto, que recuerda el viejo y aburrido modelo determinista.
Pero el fenómeno del coronavirus nos está mostrando la verdadera cara de nuestra realidad, donde todo se relaciona con todo y en la que la incertidumbre es una condición inseparable de nuestras vidas. Ante esta coyuntura, estamos obligados a actuar sin el conocimiento pleno de las consecuencias de nuestras acciones y a estar alertas para enfrentarnos a un proceso de cambio permanente.
Bien decía Lorenz, famoso científico americano precursor de la teoría de la complejidad, “si una mariposa bate sus alas en el Amazonas se puede producir una tormenta en Nueva York”, al explicar lo que él denominó “el efecto mariposa” que denota que, en este nuevo mundo interconectado y globalizado, un pequeño y aparentemente alejado fenómeno, como el covid-19, puede traer gigantescas consecuencias; como el inicio de la propagación de este virus en todo el mundo y de paso la afectación de toda la economía local a internacional.
Amigos empresarios y emprendedores, esta es la nueva realidad a la que debemos enfrentarnos. El desempeño de nuestras unidades de negocios, sean estas grandes, medianas o pequeñas, que es el factor con el que se va construyendo nuestro bienestar, está sujeto a los vaivenes de esta nueva e incierta realidad.
Los invito a que, en medio de esta incertidumbre, no sigan gastando plata ni tiempo en seguir buscando la fórmula mágica que asegura el éxito, o en encontrar una estrategia redentora o una ventaja competitiva que les permita sobreponerse a sus competidores o escoger alguna de las fórmulas secretas que ofrecen los magos de la estrategia competitiva. Tampoco, escuchen a tantos “gurús”, quienes aseguran tener una varita mágica con la que logran, por medio de una cultura que alinee los intereses de los colaboradores, un desempeño óptimo y singular.
Llegó la hora de aceptar que la incertidumbre es la condición natural e ineludible a la que siempre estamos enfrentados. Ella nos obliga a emprender acciones sin el pleno conocimiento de sus resultados; nos obliga a innovar y emprender nuevas acciones para obtener el aprendizaje que fortalece el patrimonio intelectual con el que se mejora el patrimonio financiero.
Espero que el virus del determinismo no llegue a sus empresas, como el coronavirus, que amenaza con propagarse en Colombia. ¡Pilas!
*Doctor en Estrategia y Dirección General de Harvard University