SERGIO GUZMÁN

Para los bancos perder es ganar un poco

El sector bancario está jugando con fuego. Los bancos operan de forma común y corriente como si no estuviéramos atravesando la peor crisis económica y social de los últimos 26 años.

Sergio Guzman, Sergio Guzman
18 de agosto de 2020

Si el sector no cede pronto, podrá esperar más regulación o, lo que es peor, la conformación de un nuevo banco estatal de primer piso.

No quiero sonar alarmista, pero es importante que el sector financiero tome conciencia del momento crítico en que se encuentra el país. Vuelve y juega que desde el Congreso se está aprovechando el fervor populista de la crisis económica para buscar imponer una mayor regulación al sector financiero, que se está convirtiendo lentamente en un enemigo común de políticos buscando causas benévolas y villanos por doquier.

Parece ser que el sector financiero está posicionándose para ser uno de los grandes ganadores de la pandemia. Es decir, estarán entre quienes mantengan una mínima rentabilidad debido a que percibirán ingresos por parte de personas naturales y jurídicas que paguen sus productos financieros, o en efecto las ventas de activos embargados por causa de carteras vencidas.

La sensación que está en el aire es que los bancos nunca pierden. Que no perdieran cuando la economía se contrajo 15,7% durante el segundo trimestre de 2020 más que un escándalo, parece un insulto.

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Tres eventos han ocurrido desde el inicio del año que apuntan a una mayor regulación bancaria: la Ley de borrón y cuenta nueva, el incremento de subsidios estatales y el génesis del debate sobre la renta básica. Los tres temas tocan fibras sensibles dentro del sector financiero, por lo cual han enfrentado una oposición férrea desde Anif y Asobancaria utilizando argumentos que conocemos. Parecería irónico decirlo, pero en este clima económico y político perder sería, para los bancos, ganar un poco.

La Ley de borrón y cuenta nueva es un adefesio. Lo he dicho y me sostengo en ello. Es contraproducente para la inclusión financiera y también incrementa el riesgo financiero general llevando a un incremento de tasas. Sin embargo, es el mal menor ya que mantiene la estructura general del sistema financiero intacto, pero obliga a los bancos a cambiar su modelo de análisis de riesgos y podría representar mayores costos.

El incremento de los subsidios estatales a través de los bancos ha aumentado la transaccionalidad del sector financiero, pero también ha sugerido que los bancos están recibiendo una inyección de capital muy económico por parte del ejecutivo que, a través de transferencias directas y garantías, se compromete ante todo con la viabilidad del sistema financiero en medio de la crisis.

Como van las cosas, los bancos tramitarán cada vez mayores transferencias estatales, lo cual pondrá en la lupa los cobros de comisiones, seguros, cuotas de manejo y demás tasas administrativas que existen entre los productos financieros. Esto podría desembocar en más y mayores regulaciones que limiten los ingresos del sector financiero a corto y mediano plazo.    

Finalmente, la propuesta de crear una renta básica universal llevará a algunos a preguntarse si es necesario que las transferencias estatales sean desembolsadas únicamente a través del sistema financiero privado, o si es más conveniente que el Gobierno, aprovechando los enormes flujos de dinero, cree un nuevo banco público o expanda significativamente el papel que juegan las instituciones estatales existentes como el Banco Agrario, Findeter, Bancoldex y la Financiera de Desarrollo Nacional.

Los opositores a la idea, por supuesto, recordarán las calamitosas quiebras de bancos estatales en los 90 y los casos de corrupción de las existentes entidades financieras estatales. De igual forma se discutirá que a través del sistema privado hay mayores eficiencias y existe ya una infraestructura construida, algo que sería muy costoso para el Estado. Además, es muy poco probable que, durante el Gobierno de Iván Duque con Alberto Carrasquilla al mando del Ministerio de Hacienda, tal idea cobre vida.

No obstante, el asunto al que me refiero tiene un mayor plazo. Viene ganando fuerza la idea de que los bancos son el enemigo número uno, haciendo que sea importante que el sector entienda el creciente sentimiento popular negativo hacia sí mismo y que implemente medidas inmediatas para evitar ser presa de los políticos populistas que están aprovechándose de la debilidad comunicacional del sector y la crisis económica para imponer una agenda regulatoria nociva.

Esto es particularmente relevante a la luz de las venideras elecciones presidenciales y legislativas de 2022, pues el periodo legislativo 2020-2021, que apenas comienza, será un escenario ideal para que los congresistas promuevan nuevamente una plataforma electoral populista que les dé renombre ante la opinión pública, luego de una primera legislatura en 2020 insatisfactoria e inefectiva para responder a la crisis actual. Es muy probable que venga una nueva arremetida legislativa contra el sector financiero. ¿Qué tan preparados están los bancos para ello?

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