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Otoño en el pasado

Jaime Arracó Montoliu reseña 'Huesos en el jardín' de Hening Mankell.

Revista Arcadia
10 de diciembre de 2014


No existen certezas absolutas, pero Henning Mankell ha dicho que Huesos en el jardín es la última novela que publicará con el inspector sueco Kurt Wallander como protagonista. Este título fue escrito exclusivamente para el público holandés y en 2004 se publicó en esa lengua. Su autor explica en el epílogo del libro que sintió que esta historia seguía viva después de haber sido adaptada a la televisión por la bbc, por lo cual en 2013 se publicó a nivel mundial, como ha pasado con las más de diez novelas que componen la serie de Wallander.

La ubicación cronológica en la colección es anterior a El hombre inquieto, obra que ponía punto final a la labor detectivesca del policía sueco más famoso de las dos últimas décadas.

Es otoño en Escandia, año 2002, Wallander vive con su hija Linda en un apartamento que el inspector aspira abandonar con prontitud para finalmente retirarse en una casita a las afueras de la ciudad. Sueña con un perro que le haga compañía, quién sabe si una mujer que le serene y acabe con sus manías.

Aparece la oportunidad de ver esa casa que tanto desea y después de visitarla está casi decidido a comprarla. Es en ese momento, mientras organiza sus ideas, cuando surge la historia. El detective siempre piensa como tal y la escrupulosa observación de los espacios hace que se tope con una mano enterrada en el jardín de la casa. La mano resulta ser parte de un esqueleto entero. Hay caso. Y toda la comunidad tendrá algo que aportar.

Los hechos surgidos de las pesquisas admiten una lenta comprensión para definirse realmente y lo que en un principio es inopinable resulta ser una mera anécdota. En la comisaría se van trazando rutas de trabajo. El cadáver lleva más de 50 años enterrado. Aparece otro cadáver. Aparecen dietarios, fotografías, nombres que ayudarán en la investigación de un caso que ya ha proscrito. Se trabaja en otra época, se rastrea el pasado, el registro de la historia que tiene cada identidad. Porque la historia la construyen las personas. El legado de las familias, la inmigración y trashumancia provocadas por la Segunda Guerra Mundial, la xenofobia, la memoria de la comunidad son algunos de los temas que se plantean en esta novela corta.

La investigación está puesta entonces en la retentiva de cada uno de los implicados, personas ancianas y no tanto que de alguna manera se verán comprometidas por un pasado no tan conocido como creían. Los archivos de residentes, los cambios de propiedad de la casa y al final, también la colaboración de personajes pintorescos se presentan como contribuciones decisivas. Todo hace pensar que no habrá culpables, que la energía y tozudez puestas por el equipo de detectives están más alentadas por la curiosidad de saber quiénes son las personas enterradas que por descubrir quién cometió los asesinatos. Wallander está en sintonía con las fuerzas del universo y gracias a esto va dando volantazos en su camino hacia la verdad, a medida que los pensamientos reposados de este replantean los sucesos. Llega el invierno lleno de rudeza como iba presintiendo el policía. No sabía que también sería compasivo.

La experiencia policial reforzada por el conocimiento de la sociedad que vive serán determinantes para concluir un caso en el que el detective vive un inesperado caso de violencia que, creo yo, le hará creer más que nunca en un destino ya escrito. Es una lectura imprevisible, una escritura concisa con humor serio y a veces fatigado. Un protagonista de mente ágil, cascarrabias, que se conoce a la perfección y que dejará un vacío difícil de llenar nuevamente.