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Colombia: entre la pobreza, la crítica y la proactividad.

Semana
16 de diciembre de 2011

Cortesía: Bogotaoccidente.com

 

Esta imagen por si sola no nos da una idea sobre el tema que trataremos en este entrada (aunque si nos la da sobre la situación a la que se ha llegado por la incompetencia gubernamental en materia de políticas públicas eficientes con buen uso de los recursos económicos), así que podemos complementarla con la siguiente cita que acompaña a la foto, extraída del portal de noticias Bogotá Occidente

 

 

El señor de la primera fotografía hace, de manera voluntaria y quizás sin ninguna técnica, lo que la Alcaldía Local de Engativa no puede: tapar los huecos.

El voluntario lo hace para aliviar el paso de los vehículos, mientras la autoridad local se enreda en procesos burocráticos y ubica los proyectos en un listado que pareciera nunca acabar. El señor cobra unos pocos pesos, mientras sufre la inclemencia del Sol, la Localidad cobra los impuestos por adelantado y nunca atiende con oportunidad las necesidades de sus gobernados. ¿Cual de los dos es mejor en atención al ciudadano?

Por supuesto, para muchos, esto no debería pasar de un queja airada pero justificada sobre la situación de ineficiencia de los responsables de las instituciones políticas encargadas de servirle a la ciudadanía en las necesidades apremiantes que tienen (que se han agravado con los últimos sucesos de la ola invernal que han golpeado al país). Para este autor, en cambio, lo retratado en la foto y lo escrito en la cita deja ver, entre líneas, una muestra de una proactividad poco vista que no debería quedar restringida a la simple anécdota crítica sino que podría ser una idea importante puesta en práctica para la solución de varios problemas que aquejan a la nación.

 

Lo anterior también trae a colación uno de los planteamientos más importantes de Kenji Orito Díaz (más conocido en Bogotá y Colombia como "El japonés de Ciudad Bolivar." ): como la pobreza del colombiano es, más que todo, un asunto mental, entonces siempre estamos esperando la ayuda (llámese así, o limosna, o regalo, etc..) de alguien, de quien sea (el vecino de al lado, el tendero, el narcotraficante, el empresario privado, el Estado...) con el pleno convencimiento de que esa ayuda es merecida. Y claro, como esa ayuda no llega o tarda mucho en llegar, nos despachamos en críticas más o menos fuertes contra los que consideramos responsables de nuestra desgracia.

 

Por lo que, nuevamente, regresamos a la imagen del "tapahuecos", de quien no me importan ni sus motivaciones para hacer ese trabajo ni los resultados que muestre (lo hará por altruismo puro o como una nueva forma de disimular su pedido de limosna y puede que la calle reparada resista un siglo o un día). Lo que me importa es ver que alguien hace algo para solucionar el sempiterno problema distrital de la masiva cantidad de cráteres y huecos, y que lo hace sin apoyo alguno, ya no digamos de las instituciones citadinas, de la comunidad que suele usar esa calle.

 

No hay duda de que comienza a ser hora de que la comunidad nacional, en vez de refunfuñar por el abandono al que el estado colombiano la somete, entienda que las instituciones oficiales tienen asuntos que atender más importantes que el solucionar nuestros problemas más inmediatos y que es momento de pasar de la eterna espera asistencialista a la acción definitiva. Es hora de que las comunidades que sufren el día a día con el problema del mal estado de las vías empiecen a recolectar dinero, contraten ingenieros civiles para que haga estudios sobre como arreglar la vía de manera duradera, luego consigan una empresa de obras civiles que cumpla con esa labor (bajo la vigilancia estricta de esa misma comunidad) y permitan que otras personas les ayuden con ese objetivo (incluso si son las instituciones oficiales mismas, interesadas con el proyecto). El resultado no solo se limitará a la vía reparada exitosamente, sino en el fortalecimiento del tejido social de los beneficiados y en la generación de un novedoso sentimiento: el sentido de pertenencia. La cual, es necesario decirlo, es un primer paso clave en la lucha contra la corrupción en el país (por aquello de que si una persona siente una obra civil o un proyecto político como propio, no tolerará que le sea robado)

 

Y claro, con las vías reparadas, ya podremos centrarnos en otros aspectos que nos preocupan como sociedad (la seguridad, la generación del empleo, la cultura, etc..) para ser solucionados con nuestras propias manos. Pero, dado que sucedería así, también sería justo reclamarle a los gobernantes de turno la exención de los impuestos a pagar de acuerdo al problema solucionado desde que el dinero invertido no salió del distrito en su totalidad sino de la comunidad que se apersonó de la situación.

 

En las personas quedará la opción de mejorar el entorno en el que viven, o el no hacerlo y dedicarse a refinar su crítica, aquel deporte tan propio del colombiano...

 

Julián Pineda Ceballos

http://opiniontangente.blogspot.com