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GRANDES RETOS EN EL CAMINO HACIA UNA PAZ DURADERA

Semana
21 de septiembre de 2012

(El presente ensayo escrito por la politóloga Colombiana Dionne Alexandra Cruz Arenas se encuentra publicado en el Centro de Investigación para la Paz de Argentina., por su importancia me permito reproducirlo en este espacio)

 

por: DIONNE ALEXANDRA CRUZ ARENAS. Politóloga con énfasis en Gestión Pública. Grado M.B.A. Magister en Administración de Empresas y Especialista en Pensamiento Estratégico y Prospectiva. Catedrática universitaria. Consultora nacional e internacional de entidades públicas, privadas y del tercer sector. Analista política para medios radiales y televisivos. Bogotá D.C.,

 

“No hay camino para la paz, la paz es el camino” Mahatma Gandhi (1869-1948)

 

Este ensayo pretende analizar las circunstancias que llevaron a que el gobierno colombiano presidido por Juan Manuel Santos Calderón entrara en un proceso de negociación con las guerrillas, así como las dificultades y retos que en el porvenir, debe sortear la nación colombiana para alcanzar una paz duradera. Palabras clave:
Casi 50 años del surgimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC EP, la guerrilla más antigua de Latinoamérica, y en el camino, intentos infructuosos de negociación en los que en todo caso, nunca se ha detenido la confrontación armada de lado y lado. Hoy parece que el panorama empieza a cambiar, y esto lo suscita no sólo el Presidente Juan Manuel Santos, sino las circunstancias que rodearon su elección, así como el desarrollo de los últimos sucesos en el campo de batalla y el cansancio además de los contendientes, de la nación colombiana, sumada a las presiones internacionales de una activa sociedad civil que ya no reconoce fronteras para hermanarse entorno a la salida política al conflicto armado colombiano. Este ensayo está dedicado a analizar las razones que conducen a este nuevo escenario, así como


los retos que supone la consecución de una paz sostenible y duradera, particularmente para los actores sociales que constituyen la nación colombiana.

 

LA TRANSICIÓN HISTÓRICA URIBE – SANTOS MEDIADA POR LA OLA VERDE

 

El candidato Juan Manuel Santos lucía como el perfecto y natural sucesor de la herencia uribista, construida a lo largo de casi una década de gobierno; ex ministro de Defensa en las mejores épocas de la célebre y hoy, política de Estado de la Seguridad Democrática, el electorado cautivo del ex presidente Álvaro Uribe Vélez se sentía tranquilo al elegir a quien sería el garante de la continuidad en el estilo de conducir los destinos de la nación; un suerte de predictibilidad política, o bajo la comprensión de los teóricos norteamericanos de la Ciencia Política sobre sistemas de gobierno presidenciales, la aplicación del concepto de identificabilidad electoral, entendida como la capacidad de los votantes para realizar una elección informada antes de los comicios, basada en la facultad para calcular el abanico probable de gobiernos que puedan resultar de las elecciones2, en la conformación del gabinete ministerial o en relaciones con el Congreso. Para este caso, en la conducción de los asuntos relacionados con la política de seguridad y defensa, atribución constitucional plena del Presidente de la República.
Pues bien, no era tan sencillo el cálculo de continuidad, toda vez que en la coyuntura había hecho su aparición una fuerza electoral de grandes dimensiones que alcanzó cerca de 4 millones de votos. 4 millones de electores conscientes que encarnados en la figura de un reconocido líder político, el profesor Antanas Mockus, se manifiestan de forma clara y contundente sobre la necesidad de cambiar la forma de hacer política. Más allá de las posibilidades de conquista del poder de esta nueva fuerza, denominada la ola verde, o de la viabilidad política que le pudiese conceder a este proyecto innovador, su cabeza más visible, la
(2 SOBERG, Matthew y MAINWARING, Scott. Capítulo 1. “Presidencialismo y democracia en América Latina: revisión de los términos del debate” En Presidencialismo y democracia en América Latina. Paidós. Buenos Aires: 2002. Páginas 40 y 41).
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ciudadanía votó más que a favor, pues no se tenía mayor conocimiento acerca de la propuesta programática del Partido Verde, en contra de las prácticas políticas señaladas como propias del gobierno saliente al que se le acusaba de haber vulnerado el principio de separación de poderes al cambiar el equilibrio constitucional introduciendo la figura de la reelección presidencial inmediata, de ser responsable de persecuciones e interceptaciones a líderes opositores, periodistas y hasta Magistrados de las Altas Cortes3, de entregar los presupuestos públicos destinados a los campesinos más humildes y necesitados, a las familias más prestantes del país, propietarias de grandes extensiones de tierra, de haber impuesto la premisa del todo vale para conjurar la guerra, animando a las fuerzas a entregar resultados en número de bajas a cualquier precio, lo que se tradujo en centenares de ejecuciones extrajudiciales, conocidas como falsos positivos.4
El candidato Juan Manuel Santos pese a ser el más votado de la historia política del país5, recibe el mensaje de esos 4 millones de electores; esta vez no ganaron, pero es claro que están inconformes y que han logrado sembrar la semilla de la inconformidad mediante la indignación con una forma de hacer política que se perpetuó durante 8 años y cuyas repercusiones estarían vivas a lo largo de varios años después. Para un hombre que ha crecido en el seno de una de las familias más poderosas del país, propietarios del periódico de mayor circulación e influencia nacional, sobrino nieto del ex presidente Eduardo Santos (1938 – 1942), y con una trayectoria académica, profesional y política tan destacada, era claro que el estilo no podía ser el mismo, y que la supervivencia de las élites tradicionales en el poder político de Colombia, así como su posibilidad de pasar a la historia con la dignidad que supone ser un estadista y no sólo un jefe degobierno, dependían del viraje en la forma de hacer política y de conducir los destinos de la patria.
En efecto, en el discurso de posesión del presidente Juan Manuel Santos pronunciado en la histórica Plaza de Bolívar el 7 de agosto de 2010, hace algo más de dos años, afirmaba que los Padres de la Patria, hombres y mujeres, sentirían desilusión porque doscientos años después no hemos alcanzado la justicia social ni consolidado la paz, soportes de la verdadera libertad, esa libertad por la que ellos vivieron y murieron. “Yo aspiro, durante mi gobierno, a sembrar las bases de una verdadera reconciliación entre los colombianos”. Un tono sustancialmente distinto al acostumbrado por el ex presidente Uribe de corte beligerante y radical. Más adelante señalaba “De un desarme real de los espíritus, construido sobre cimientos perdurables que no alimenten falsas esperanzas, que no permitan más engaños y que no conduzcan a nuevas frustraciones en un país que, desde lo más profundo de su alma ensangrentada, lo que más desea es la paz”. Para luego reafirmar su voluntad de conseguir una salida negociada al conflicto: “A los grupos armados ilegales que invocan razones políticas y hoy hablan otra vez de diálogo y negociación, les digo que mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia, y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa. Eso sí –insisto– sobre premisas inalterables: la renuncia a las armas, al secuestro, al narcotráfico, a la extorsión, a la intimidación. No es la exigencia caprichosa de un gobernante de turno. ¡ES EL CLAMOR DE UNA NACIÓN!”. 

 

LAS EJECUTORIAS DEL NUEVO GOBIERNO: DESAFIANDO EL PASADO
El rápido restablecimiento de las relaciones con las naciones vecinas, Venezuela y Ecuador, a la cabeza de su destacada canciller, María Ángela Holguín, la recuperación de las buenas maneras y del respeto a los poderes judicial y legislativo, la conformación de una Mesa de Unidad Nacional, y la puesta en marcha de una estrategia exitosa de liderazgo regional con alcance global, corresponden de manera calculada a ese viraje y constituyen una respuesta del sistema político a las exigencias de cambio que la ciudadanía demandó en las elecciones. Juan Manuel Santos sabe muy bien que un gobernante no lo es sólo para quienes lo han elegido, sino para todos, incluso aquellos que eligieron a su oponente, y en el caso colombiano, para quienes guardaron un silencio que grita por si mismo manifestado en la amplísima abstención electoral del 57%. El Presidente Santos se alejó progresivamente de su antecesor a tal punto que desencadenó la ira de quien suponía iba a mantener el poder tras bambalinas, y empezó a efectuar los cambios que le permitirán pasar a la historia en áreas tan sensibles y complejas como la reparación de las víctimas de lo que se ha reconocido es un conflicto armado, y no una mera amenaza terrorista, lo cual embarga impactos en el tratamiento del orden público y abre la compuerta para la exploración de salidas dialogadas; la restitución de tierras en un país que ha aplazado la reforma agraria como uno de los elementos estructurantes del desarrollo socio económico de cualquier nación; y la creación con el apoyo del legislativo de un marco jurídico para la paz que se antepone en absoluto a un pasado guerrerista que data de las épocas del Estatuto de Seguridad del ex presidente Turbay Ayala (1978 – 1982), que cobija el Plan Colombia durante el gobierno de Andrés Pastrana (1998 – 2002), paradójico por su alto componente militar y el intento fracasado de un proceso de paz, y fortalecido por la Política de Seguridad Democrática, formulada por la ex ministra de Defensa Martha Lucía Ramírez, e implementada por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez (2002 - 2010) .
Pero el devenir histórico le daría la oportunidad de oro para poner sobre la mesa la necesidad imperiosa de avanzar hacia la paz, ya que la estrategia ya estaba en marcha desde el inicio del gobierno como lo ratifican hoy generales retirados a quienes se habría invitado a construir el camino desde el principio, o miembros de su gobierno que ya habían trabajado en este campo, es el caso del saliente ministro de ambiente, Frank Pearl, Alto Consejero Presidencial para la Reintegración Social y Económica de Personas y Grupos Alzados en Armas del ex presidente Uribe, incluso se menciona a un empresario valle caucano que habría sido terminante para hacer el enlace inicial con las FARC.

 

CONFLICTO EN EL CAUCA: LA OPORTUNIDAD ANHELADA
A principios del mes de julio de este año, la situación en el Cauca era insostenible, 400 tomas guerrilleras en Toribio, Jambaló, Silvia, Caloto, de afectación generalizada, confrontaciones permanentes entre fuerzas regulares e irregulares con el saldo de muertos, heridos, viviendas y espacios comunales destrozados y territorios ancestrales irrespetados; un territorio en conflicto y en grave crisis humanitaria, por ser un espacio de alta presencia de pueblos indígenas, quizá los más organizados del país, la comunidad del Pueblo Nasa, los pueblos guambianos o Misak (en su lengua), agotados y agobiados porque además de lo anterior, sus hijos son reclutados por unos y otros, y su supervivencia se ve amenazada. Hay que señalar que estas comunidades tienen una larga tradición de defensa de sus territorios ancestrales, lo que les ha acarreado una lucha que data de 5 siglos atrás, y de experiencias de resistencia civil que han sido ampliamente documentadas.(7)
La crisis se agudizó cuando las comunidades indígenas decidieron que para acabar con la confrontación debían sacar a unos y a otros, eliminar las bases militares y la presencia de la fuerza pública en sus territorios así como de las guerrillas y de cualquier grupo al margen de la ley. Desde luego, esta resolución tendría repercusiones nacionales e internacionales que pondrían sobre el tapete la importancia de abrir el debate sobre las atribuciones constituciones y legales que supone el ser un Estado que reconoce la multicuturalidad y la autonomía de los pueblos indígenas, en la administración de sus territorios y en la provisión de justicia, versus la facultad que tienen las fuerzas militares para mantener el orden
(7 Ver BELTRÁN, Mauricio. “La experiencia de Toribío, Cauca” En ¿Qué ha pasado con la participación ciudadana en Colombia? Compiladores y coautores Velásquez, Fabio y González, Esperanza. Inter American Foundation – IAF y Fundación Corona. Colombia: 2003. Páginas 395 – 398. CD Rom con el texto completo.)

público, la seguridad y la convivencia, supeditadas claro al poder civil, uno de los asuntos que será objeto de las mesas de diálogo que se acaban de instalar en Popayán, capital del Cauca, entre los pueblos originarios, los representantes del alto gobierno y los garantes de las Naciones Unidas y de la Organización de los Estados Americanos – OEA. El pasado 15 de agosto, el Presidente Santos se reunió por segunda vez con los pueblos indígenas en el emblemático Resguardo La María, y además de comprometerse con iniciar un proceso de negociación que tocara puntos centrales sobre tierras y territorio, pronunció un discurso que por su contenido, merece el calificativo de histórico, al pedir perdón por los crímenes que ha cometido el Estado contra las comunidades indígenas; pero lo mejor vendría después cuando les propone que lo acompañen en la búsqueda de la paz convirtiéndose en sus aliados, a lo que los pueblos reiteran una vez más su deseo de contribuir como actores protagónicos de este proceso. Una salida insospechada que demuestra su talante de Jefe de Estado y de gran diplomático, al convertir un problema que ya alcanzaba dimensiones preocupantes en un escenario de oportunidad a su favor, y por qué no, a favor del país en la medida en que la consecución de la paz es ya un anhelo nacional. Años y años de guerra han dejado una huella indeleble en el resquebrajado tejido social y nos acercamos poco a poco al estadio que el desparecido maestro antioqueño Estanislao Zuleta (1935 – 1990) predecía: “Sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra y maduro para el conflicto, merece la paz”.

 

EL PORVENIR: UNA ESPERANZA QUE EXIGE GRANDES ESFUERZOS DE LA NACIÓN COLOMBIANA
Según una encuesta realizada por el Centro Nacional de Consultoría (CNC) y divulgada por el Noticiero CM&, el 74,2% de los consultados es partidario de que el Presidente Juan Manuel Santos inicie diálogos de paz con las FARC.8 Se trata a
(8 Una muestra de 600 personas consultadas vía telefónica en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga.)

todas luces de una amplísima mayoría favorable a la búsqueda de una salida negociada al conflicto armado que hace tan sólo unos años era mucho menor; en las épocas de mayor apertura, no superaba el 50%. La arremetida guerrillera en los departamentos del Cauca, Nariño, Putumayo, Meta y Valle del Cauca, lejos de conducir al país por una senda de radicalización y respuesta negativa a cualquier alternativa distinta al aniquilamiento militar, bajo el liderazgo del Jefe de Estado, ha conseguido un clima propicio en el Congreso de la República, lo cual reafirma una vez más la fortaleza de la Unidad Nacional, y con el apoyo de los medios de comunicación, especialmente del periódico EL TIEMPO y de Noticias Caracol(9), aquello que durante años fue pensado como un escenario improbable, más allá de las actuaciones de los grupos al margen de la ley, por la multiplicidad y complejidad de intereses entorno a la mantención de la guerra como fuente de recursos principalmente financieros, está más cerca que nunca.

 

(Dado que este espacio no permite material con más de 20 mil caracteres la totalidad de este ensayo se puede leer enhttp://www.centropaz.com.ar/principal.htm  en los liks: Publicaciones -Paz)