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Ley de tierras, el otro karma del Presidente Santos

Semana
19 de febrero de 2012

En los primeros 18 meses de gobierno del Presidente Juan Manuel Santos Calderón, el fenómeno de "la niña" lo llevó a de decir casi con desespero que ese era el karma de su administración. 


Pero hoy cuando las aguas parecen amainar y el cielo está un poco más despejado, la ley de víctimas y restitución de tierras parece convertirse en el otro karma del jefe del Estado.

Reparar a quienes han sido víctimas y han sufrido el desplazamiento y el despojo de tierras y demás pertenencias, es un propósito loable y justo. ¿Quién podría discutir la necesidad de devolver lo que la guerrilla y el paramilitarimo le arrebataron a centenerares de familias campesinas que quedaron en la mitad del conflicto armado con el Estado?


Alrededor de la propiedad urbana y rural hay demasiados kilómetros de inequidad e injusticias en Colombia y todo cuanto se ha hecho en los últimos 40 años por democratizar la tierra y repartirla mejor para fines productivos y erradicación de la pobreza, han sido anuncios de campañas electorales que se quedan en letra muerta.


Las reiteradas reformas agrarias han sido un fracaso y lo que dispone el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural son catálogos de buenas intenciones que si algún día benefician a alguien, esos son los mismos grandes propietarios y empresarios de siempre. Las familias aventajadas que han convertido la tierra en grandes globos cercados para su beneficio personal, son las que gozan de la financiación y la asistencia técnica privilegiada.


El campesino es quien ha puesto su mano de obra para la explotación sin que le retorne lo que produce. Cuando el campesino ha querido defender la tierra, lo que han devuelto son fosas para enterrar a sus seres queridos o un camino vecinal para que salga huyendo despavorido antes de que lo maten a balazos o bajo el zumbido de una motosierra.


El campo colombiano es extenso como amplio es su potencial para generar riqueza y desarrollo. Tierras de diversa índole en cada una de las regiones en que se halla dividida la geografía colombiana, le dan a Colombia una envidiable fortaleza en el plano internacional. Pero qué tristeza da ver como desperdiciamos lo que tenemos, mientras que países como Francia hacen maravillas en cortos espacios y en zonas con grandes limitaciones de agua. Aqui hacemos a un lado el recurso natural que en otras partes es precario, pero que convierten en camionadas de divisas y prosperidad diarias.


La ley de víctimas y restitución de tierras no es una reforma agraria, es apenas la lógica natural de resarcimiento de un Estado que fue incapaz de proteger la vida, bienes y honra de los pequeños cultivadores colombianos en los cuatro puntos cardinales del país. Es algo que se tiene que hacer y punto. Esa deuda social es del Estado y por ella tiene que responder. Qué bueno que sea este gobierno el que haya decidido jugársela por esta ley, pero que tanto le funcionarán en este momento los recursos económicos, los jueces agrarios, el sistema notarial, y la confianza de la gente?


Detrás de las tierras despojadas se esconden unos intereses monumentales, detrás de los cuales se encuentran guerrilla y paramilitares arropados con la manta de un ejército de testaferros que ayer se prestaron a todo tipo de vagabunderías. Y están también ciertos empresarios  aparentemente legales, que hicieron y hacen su agosto con unas tierras rematadas a precio de huevo.


No es fácil hacer una revolución bajo el terror de las balas, la intimidación y la complacencia de una buena parte de las instituciones. No es fácil relegitimar ni reincorporar a la actividad agropecuaria normal, unas tierras que han sido prestadas a la ilegalidad con tan magníficos resultados para el crimen organizado. A Juan Manuel Santos se le abona toda la buena intención, pero el gobierno podría estar ad portas a un gravísimo fracaso no por falta de voluntad politica ni por ausencia de leyes, sino porque operativamente es casi imposible regresar a sus verdaderos dueños lo que hoy algunos convirtieron en una fuente inagotable de riqueza e inequidad. Estos últimos defenderán hasta con las uñas, eso que ayer se ganaron sea cual se la vía por la que lo lograron.


El ex Presidente Alvaro Uribe Vélez ha dicho que esa ley de tierras puede volvese una nueva fuente de odios entre campesinos y empresarios tradicionales del campo. Otros creen que el gobierno está haciendo demasiada política con ese instrumento por definición noble y altruista. Ahora, si se trata de distraer al país del tema de la reelección presidencial e introducir otros vocablos a los vaivenes políticos en el 2012, la ley de tierras es una excelente excusa. Santos prometió que este año no hablaría de reelección y qué mejor que esta ley para cumplir la promesa. Coloca en primer plano de la agenda presidencial la ley de tierras, agita las banderas partidistas, sale a la plaza pública, organiza marchas campesinas y ofrece contra viento y marea hacer efectiva esa ley. Para que más. El año entrante podría ser más fácil hablar de reelección presidencial. Pero primero, tienen que ser evidentes los buenos resultados de la ley de tierras.


Aqui es donde puede estar el segundo gran karma del Gobierno Santos. ¿Funcionará o no funcionará la ley de tierras? Dios quiera que sí.