Nutella es un ser profundamente sensible. Sabe perfectamente cuándo estar cerca de alguien y cómo. Por esos días, entendió que Raquel era el centro del universo y que todos tratábamos de darle lo mejor. También ella.Unas semanas después de haber recibido la noticia más difícil de nuestras vidas apareció Nutella. Nuestra hija, Raquel, de 16 años, había sido diagnosticada con leucemia, y a pesar de que tratábamos de poner la mejor cara, los cuatro estábamos abatidos. Dos cosas nos salvaron de la desesperanza: la fuerza invencible de Raquel y la reciedumbre sobrenatural de María Cristina, que cada noche recogía lo que quedaba de nosotros y nos reconstruía. Rafael, que entonces tenía 8 años, y yo avanzábamos por el camino que iban abriendo ellas.Lee la columna completa aquí