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Agua para todos

Edgar Quiroga lidera un equipo que ha revolucionado la distribución de agua potable en comunidades de bajos recursos.

22 de octubre de 2001

El Instituto Cinara, de la Universidad del Valle, nació en los años 80 de la mano de un visionario llamado Gerardo Galvis. Con un grupo de colegas ingenieros sanitarios y de estudiantes Galvis sacó adelante la idea de crear un centro donde se produjera ciencia y tecnología en agua potable, y a la vez ésta se pusiera al servicio de la gente. Cinara, hoy dirigido por otro ingeniero, Edgar Quiroga, de 47 años, que ha estado vinculado al proyecto desde que era estudiante, tiene funcionando dos estaciones de investigación en Cali. Una está dedicada a experimentar y refinar tecnologías de purificación de agua potable y la otra al saneamiento de aguas servidas. Ha desarrollado métodos propios de filtración de agua para los turbulentos ríos tropicales que han sido adaptados por varios países del mundo. Lo fascinante de este grupo académico —cuyo trabajo ha sido financiado por entidades nacionales e internacionales, sobre todo el IHE de Holanda— no son sólo sus avances científicos sino que los aplica para resolver problemas concretos de las comunidades. Es que durante años se han construido en América Latina acueductos destinados a atender comunidades urbanas marginales o rurales, que luego se vuelven inservibles porque es demasiado caro sostenerlos o porque nadie sabe cómo administrarlos. De ahí que Cinara haya inventado los ‘proyectos de aprendizaje en equipo’. Así, por ejemplo, los habitantes de La Sirena, una zona marginal de Cali, con el apoyo de Cinara construyeron su propio acueducto, participaron en su diseño, se organizaron para mantenerlo, administrarlo y cobrar las tarifas. El agua es más barata que la del acueducto de Cali y además es tan buena que ese fue uno de los pocos barrios donde no hubo un solo caso de cólera cuando la epidemia atacó la ciudad a comienzos de los 90. El experimento lo hicieron en barrios residenciales caleños, donde también la gente de estratos altos se unió alrededor de su acueducto y consiguió abaratar y mejorar otros servicios por el trabajo mancomunado. Cinara ha venido desarrollando estos proyectos comunitarios en muchos departamentos de Colombia. En los barrios marginales de Ibagué, donde el mismo Quiroga, con su gran talento político y su reconocida paciencia, lideró la puesta en marcha de otro proyecto exitoso. Entre las comunidades paeces afectadas por la avalancha de 1994 Cinara apoyó la creación de fuentes provisionales de agua sana y, de paso, rescató una cultura alrededor del agua. En departamentos como Chocó, Córdoba, Boyacá, y aun en otros países como Bolivia, Cinara ha desarrollado una metodología de trabajo social para transferir a la gente tecnologías baratas con inmenso impacto sobre la salud. Pero Cinara no deja de ser una universidad. Congrega sociólogos, antropólogos, bibliotecólogos, poetas, arquitectos, economistas y, por supuesto, ingenieros. Sus investigaciones son sobre temas relevantes para solucionar problemas concretos en las comunidades colombianas pero pasan la exigente prueba de la élite científica internacional. Ese es su orgullo: ser capaces de hacer ciencia de Primer Mundo para mejorar la vida de los habitantes más pobres del Tercer Mundo.