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Cazador de trinos

El biólogo Mauricio Alvarez publicó un CD con el canto de 75 especies de aves de la Cordillera Oriental.

12 de marzo de 2001

Con un microfono y una grabadora al hombro Mauricio Alvarez lleva 10 años detrás de las aves para registrar sus cantos. Su oficio, digno de Papageno, el pajarero de La flauta mágica de Mozart, ha llevado a este biólogo de la Universidad de los Andes por las selvas y los bosques andinos y le ha permitido armar un banco sonoro que es testimonio de la enorme diversidad de Colombia, el país más rico del mundo en especies de aves. Es una tarea muy dispendiosa. “La mayor parte de las especies ofrecen un repertorio que varía entre cinco y 35 cantos diferentes. Por lo general el canto de las hembras es diferente al de los machos. En la Amazonia hay una especie de mirla capaz de imitar el canto de otros pájaros e incluso a micos”.

Bogotano, de 35 años, casado desde hace tres años con Ana María Franco (también bióloga) y padre de Sergio, quien acaba de cumplir 6 meses, cuando no está en el campo Alvarez trabaja enclaustrado en el Banco de Sonidos Animales del Instituto Humboldt, en Villa de Leiva. Como resultado de sus investigaciones publicó el CD Cantos de aves de la Cordillera Oriental de Colombia, que registra 75 especies de la vertiente oriental de este sistema montañoso.

Alvarez se entusiasmó con el tema desde que se graduó. “En 1991 conocí a Martin Kesley, un ornitólogo inglés que me dijo que era capaz de reconocer el canto de varias especies de la Amazonia”. Un año después se vinculó al Centro de Investigaciones Biológicas de La Macarena, de la Universidad de los Andes, donde, en cuatro años, grabó los cantos de unas 350 especies diferentes.

En 1995 entró al Instituto Humboldt, más exactamente al Grupo de Evaluación y Monitoreo Ambiental (Gema), un equipo multidisciplinario que realiza expediciones cortas para determinar el estado de la biodiversidad en diversas zonas del país. Dos años más tarde consiguió equipos para digitalizar sus grabaciones y fundó el Banco de Sonidos Animales, donde también guarda grabaciones de otros científicos.

Un día de campo comienza antes del amanecer. Su equipo lo componen un micrófono unidireccional y una grabadora de casetes. “Lo ideal sería utilizar cintas digitales (DAT) pero estos equipos no funcionan bien en la intemperie”. De 5:15 a 5:45 de la mañana hace grabaciones del sonido ambiente pues a esta hora todos los pájaros cantan a la vez. “Esto me permite detectar a grandes rasgos qué especies se encuentran en la zona y grabar aves que cantan un par de veces antes y no lo vuelven a hacer”. Después del amanecer comienza a caminar muy despacio y obtiene grabaciones de cantos individuales. Cuando no está seguro de cuál ave cantó utiliza la grabación que acaba de registrar y la pone a sonar. “Casi siempre los pájaros le responden a la grabadora e incluso se dejan ver”. Al regresar a su estudio mete la información en el computador, la digitaliza y anota en su base de datos qué contiene cada cinta.

Gracias a estas grabaciones ha sido posible precisar y actualizar información acerca de la distribución de varias especies de aves en Colombia. Pero la importancia de su trabajo va más allá. “Estos sonidos también son el testimonio de cómo era el ambiente sonoro de un lugar determinado en una época y por eso adquiere un valor histórico”.